viernes, 25 de abril de 2014

 USTED



La voy a llamar así, señora. Porque me escuece su nombre. Porque el nombre es un regalo de la vida y usted debería carecer de ese regalo. Porque me mancho. Porque si le llamo por su nombre, a lo mejor la recuerdo dentro de tres años. Y la verdad es que quiero olvidarla cuanto antes, como si usted no hubiera existido. Porque mancha lo humano que llevamos dentro. Porque intenta destruirlo. Porque lo desprecia.

Tiene usted un cargo de esos que llaman importantes. Creo que vocal de un círculo de traje a medida, loewe,  gemelos de oro y corbatas de seda. Elegantes por fuera como esas manzanas brillantes  que encierran demasiados gusanos por dentro. Díaz Ferrán, por ejemplo. Le suena? Anda rodando por los juzgados, esposado, custodiado por la policía para que no lo devoren sus trabajadores, sus clientes, sus proveedores. Arturo Fernández. Le suena?  Búsquelo en Bankia. Ha ido a recoger sus dietas para pagar estafas a la seguridad social, para abonar salarios “en negro” a los trabajadores de sus empresas, para sacarle brillo a su colección de coches antiguos. Amigo de una sexagenaria que se rebela contra los cuerpos de seguridad del estado porque ella tiene sangre roja desteñida y que parece azul y ha sido presidenta y es presidenta porque tampoco sabe hacer otra cosa. Pues el tal Arturo Fernández es otro gusanito de seda plastificada, rojo de cara porque la podredumbre tiene un rubor farisaico.

Usted, señora, es la portavoz de los que están esposados y de muchos que deberían estarlo pero a los que Gallardón o Zapatero han indultado porque la cárcel, como el cielo, puede esperar. Usted, señora, es accionista de una gran empresa de seguridad que no supo cómo evitar la muerte de unas chicas con pechos como banderas y besos para calentar un mundo.

Mi profesor de Etica se presentó un día y nos estampó el título de la tesis que iba a desarrollar: “El hombre es un ser inútil”  Y claro que nos sorprendió. Tan humano él, tan respetuoso con la vida, tan defensor de la libertad, de la autonomía humana y ahora nos venía a decir que el ser humano era algo inútil. Lo útil, nos dijo, es lo que puede ser usado para alcanzar un fin que está valorado por encima de sí mismo. El ser humano es un fin en sí mismo y en consecuencia no puede ser manipulado para alcanzar algo superior. Lo humano es un valor que empieza y termina en sí, es el valor supremo.

Usted, señora, no tuvo como profesor de Etica a Julio de la Torre. Incluso estoy seguro que nunca estudió Etica. De lo contrario no tendría la visión ruin, desvergonzada, maloliente de lo humano hasta el punto de despreciar a los trabajadores que están en desempleo y afirmar de ellos que son seres “que no valen para nada”  El profesor de la Torre daba un contenido supremo al término útil y usted le da un contenido arrastrado como si de alpargatas viejas se tratara.

Y ahora que todos los lectores saben de quién estoy hablando, voy a decir su nombre: Mónica de Oriol. Y su cargo: presidenta del círculo de empresarios. Y lo digo para que cuando su chofer le abra la puerta del blindado, la gente se aparte porque contamina con su podredumbre, con su despreciable calidad de gusanito infiltrado en la manzana brillante. Considera usted que habría que suspender toda ayuda a esos parados que son parásitos de la sociedad. Detecta usted que en su langosta y su caviar se ha infiltrado un desempleado con hipoteca, tres hijos, una esposa y un padre de 80 años y dependiente. Y usted, presidenta muy presidenta, piensa que lo más práctico es que los seis se mueran cuanto antes porque no son productivos, porque no colaboran a que Arturo mantenga su flota de coches antiguos. Y a los que están trabajando con un sueldo de cuatrocientos euros por diez horas diarias habría que despedirlos, pero con 18 días de indemnización y de paso irles apretando el nudo de la corbata para que se ahoguen solos y cuanto antes. El caso es desparasitar la sociedad para que se quede limpia la sangre de los que tienen un DE entre el nombre y apellido como usted, señora: Mónica DE Oriol.


Ha conseguido usted que me caigan bien los Díaz Ferrán, los Arturos,  los Luises Roldán, los Blesa y tantos y tantos que se han llevado  dinero, porque al fin y al cabo sólo han robado eso, dinero, con el cual no pueden comprar nada de auténtico valor humano. Pero necesito olvidarme de usted, abandonarla entre los artículo no reciclables, porque también usted carece de productividad. Es incapaz de crear dignidad, libertad, autonomía, amor, ternura y todo ese jardín de plenitud que hace de la vida un perfume que se respira para alimentar la grandeza de ser humanos.

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