miércoles, 28 de marzo de 2012

LA CORRUPCION DE MARIANO RAJOY


Cuánto se ha escrito últimamente sobre la corrupción. Baleares, Valencia, Andalucía, la gürtel, el caso campeón, los ERES esnifados como cocaína, las obras faraónicas que terminaron costando el doble de lo presupuestado, los aeropuertos dedicados al paseo dominguero. Todos quieren poner coto a la corrupción. Todos proclaman una tolerancia cero, pero todos tienen que reconocer que está implantada en el quehacer político. La ambición corresponde al campo de lo humano, pero no por eso deja de ser detestable, como el odio, las guerras o las dictaduras.

Me preocupa esta corrupción y las dimensiones que ha adquirido en todos los órdenes. Pero me preocupa más la reducción de la corrupción al terreno económico de forma casi exclusiva. Es corrupto el político que se apropia de dinero público, que lo distribuye entre amigos o que lo despilfarra en estatuas erigidas para gloria y honor de un gobernante megalómano. Es así. Pero es mutilar su definición, dejarla reducida a la billetera y disimular otras corrupciones más importantes, más destructivas y más determinantes en la marcha de un país.

En democracia también hay corrupción. La partícula “también “ figura de manera intencionada para distinguirla de la ejercida en las dictaduras, porque las dictaduras son en sí mismas una corrupción perversa en sus propios cimientos. Tenemos ejemplos  de políticos ladrones y de ladrones no políticos. Desde el usurero de corbata  hasta el tironero, pasando por la dirección general de no sé qué ministerio. Más aún: parece que admitimos de antemano que todo político  inevitablemente roba. Y esto es absolutamente falso. La existencia comprobada de unos cuantos, no faculta a  la generalización absoluta.  Resulta extraño este empeño de algunos de atribuir a todos los políticos su capacidad de corrupción económica. Últimamente una derecha descerebrada atribuye también a los sindicatos su desmedido afán de participar en el oscuro pastel de esa perversión. Añoran tal vez una dictadura ejemplificándola como el cristal que ni se rompe ni se mancha.

El título de este artículo puede escandalizar nada más leerlo. Pero a lo mejor entraña una verdad que no quieren reconocer aquellos reduccionistas a una cuestión de pillaje económico. La palabra dada por los políticos, conscientes de que va a ser traicionada, encierra una  perversión que deberíamos denunciar con más empeño que la apropiación indebida de dinero. El dinero, en una democracia, es menos importante que la palabra. Porque la palabra es el vientre lúcido de la democracia. La palabra la fecunda, la crea y la pone en la luz de la responsabilidad compartida.  Pero alguien la obliga  a hacer la calle. La coloca en una esquina, falda cota y escote transparente. Se trata de ganar una clientela tan prostituida como ella. Carne de palabra barata, propiedad de  chulo  proxeneta.

El Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, ha tenido ocho años de oposición para minar el gobierno democraticamente elegido de Rodríguez Zapatero. Siempre he dado por supuesto que el jefe de la oposición tiene la capacidad de conocer a fondo todos los aspectos para dirigir un gobierno, dado que podría ocupar la dirección del país en unas elecciones. De ahí que cuando se criticaba la acción del presidente Zapatero uno supusiera la honradez de la crítica ejercida. Era perjudicial subir los impuestos,  bochornoso someterse a los dictados de Europa, perverso abaratar el despido, bajar los sueldos de los funcionarios, recortar la sanidad. Los españoles deberíamos apuntarnos a la primavera egipcia o libia y salir a la calle, nos animaba  Pons. El Partido Popular era realmente el partido de los trabajadores (María Dolores). Era criminal congelar las pensiones. No se podía permitir que se cargara sobre los más desfavorecidos el peso de la crisis. Había que gravar las grandes fortunas. No se podía asumir un desempleado más amontonado sobre los millones ya existentes. ¿Seguimos?  ¿Se acuerdan de Soraya, Esperanza, Botella, Aznar, Teófila? 

Rajoy llegó a la Moncloa. Y se dio cuenta de que el país estaba mal. Si antes no lo sabía no debería haber aspirado a la presidencia. Si lo sabía (seguro que lo sabía)  mintió descaradamente, profanó ese vientre que es la palabra y se enfangó en la corrupción más abominable. Se han subido los impuestos, se ha colocado a los trabajadores bajo la suela empresarial, se ha cuadrado militarmente ante Merkel, se ha olvidado de las grandes fortunas, se ha abaratado el despido, no se ha recuperado la confianza de los mercados, la prima de riesgo sigue su curso ciclotímico, no se crea empleo y se prevén ochocientos mil arados más abandonados en el orfanato del INEM,  se derrumba el estado de bienestar, los empresarios exigen una revisión del derecho de huelga porque unos poquitos no pueden obstruir el trabajo de una mayoría, De Guindos se pregunta si tiene sentido la huelga en el siglo XXI. Se recorta en sanidad, en educación, se ataca a los sindicatos pretendiendo velada o descaradamente su desaparición.

Esta corrupción es infinitamente más sangrante que la económica. Es traición, prevaricación, puñalada en los costillares de un país. No fueron promesas las promesas. Y ahora, el miedo como elemento transformador de una libertad a la que los políticos degradan y a la que temen.

¿Hasta dónde puede aguantar un país sin abdicar de su dignidad?


domingo, 25 de marzo de 2012

EL ASESOR


Juan José Cortés tiene el corazón doblado. Lleva cargado el dolor, la ausencia, la sonrisa de una niña. Y en el alma los colores de una piruleta última, dulce como el beso de una madre, amargo como la muerte de una hija. Juan José Cortés, esposo, padre, predicador, distribuidor de la palabra, de la buena noticia, agricultor de salvación. Así es la biografía vital de un corazón doblado, para siempre doblado como una espada de agua, como un arco iris de colores sólo negros.

Juan José recorrió España a lomos de una furgoneta. Cargados los folios de firmas, atados y bien atados con cadena perpetua. Fotos con políticos, en las plazas del pueblo, de muchos pueblos con delantales y azadas, con barras de pan caliente, con tortilla española y rioja enervante. Se pide justicia, se grita muerte para el asesino, se pide venganza, perpetuidad negra para un matón sin alma, para un asesino de sonrisas, para un apuñalador de piruletas.  Uno se pregunta a la luz de los gritos qué justicia se pide, se exige, se esgrime. Y uno que vive dudando, termina dudando de la objetividad del grito, de la limpieza del grito, del grito mismo.

Juan José se puso corbata y se refugió en las manos acogedoras, siempre acogedoras, de los políticos. Salía sudado de promesas, llenos los pulmones de promesas, chorreados los oídos de promesas. Apretaba más el nudo de su cadena perpetua y liberaba su corazón doblado con cada mano estrechada. Todos los políticos se adornaban la solapa con el dolor de Juan José. Les daba elegancia ante la gente, prestigio ante las urnas, cercanía a delantales, azadas y pan caliente. No gritaban, susurraban. Los políticos sólo gritan en los mítines preelectorales. Susurraban futuro, esperanza para el futuro, revisiones legales para el futuro.

Juan José recorrió los plasmas televisivos. Entró en el salón de casa, se mezcló con el filete y la ensalada, consiguió que nos escociera el alma y que nos amargara la piruleta última de Mari Luz. Se hizo padre-TDT, nos hicimos amigos, muy amigos de su mujer llorosa, de un abuelo picador de esperanzas, minero de la angustia. Y los quisimos. De verdad que los quisimos.

Juan José era de izquierdas. Primero fue de izquierdas. Zapatero, presidente. Mariano oposición, sólo oposición. Era un dato a tener en cuenta. Y Zapatero siguió empuñando la crisis contra los funcionarios, y lo iban aplastando los mercados, la prima de riesgo, el ladrillo hecho puro escombro. Zapatero se fue haciéndose pequeño en las manos rubias de Sonsoles. Rajoy se aplicó tinte for men, se arregló la barba, se convirtió en promesa para los parados, para los pensionistas, para los del sueldo rebajado. Iba a crear empleo al día siguiente de entrar en la Moncloa. Antes de las cortinas, de los tresillos nuevos, de las lámparas de luz brillante…Antes de nada, millones de puestos de trabajos. Tres millones, decía Pons. Para eso eran el partido de los trabajadores patrocinado por María Dolores-Presidenta-Secretaria general y Soraya-todopoderosa y Montoro-reciclado. Todos creando empleo y creciéndose ante Europa porque España es una, grande y libre.  Juan José se convirtió en profeta del Partido Popular. Mariano le había dejado un perfume de triunfador cuando estrechó su mano. Juan José saludó la despedida de José Luis camino de León y le profetizó mayoría absoluta a D. Mariano. Y Mariano le nombró asesor jurídico del partido. No era abogado del Estado, no era ni siquiera abogado de nada, pero podía empapelar el futuro despacho de Gallardón con folios firmados, con gritos exigiendo justicia, con delantales, pan caliente y cadenas perpetuas para los asesinos de piruletas.

Gallardón se sentó sobre presiones estructurales que obligaban a la mujer a abortar, se encadenó a la perpetua revisable haciéndose mecánico revisor de  niveles, de  pastillas de freno, de líquido anticongelante. Se olvidó de Juan José.

“Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada…”  Don Zoido bajando del altar a nuestra señora de Bardem, haciendo de costalero de un santo Guadalquivir, de Macarena y Trianas, del Gran Poder y el Manué. Le gusta a D. Zoido Sagasta, Sierpes, Plaza Nueva y La Campana. Y para los barrios, Juan Antonio-asesor. Porque tutea al pueblo, dice él. Porque entiende de delantales, azadas, pan caliente, tortilla española y Tío Pepe. Y ahí está el de izquierdas a la derecha de Zoido-padre. A 36.000 euros el año. No recortando, sino reformando. No confundir. Un poquito de asfalto, un poquito de impuestos municipales, un poquito de tasas y ya tenemos 36.000 euros para Juan José-asesor-antes-jurídico, de-barrio-ahora. El PP crea un nuevo puesto de confianza para hacerle hueco a Cortés y lo hace precisamente en el área de Cultura y Deportes, que estos días está siendo objeto de importantes recortes que, incluso, hacen peligrar la actividad de las salas privadas de teatro de Sevilla”, señalan los socialistas sevillanosAnte las críticas socialistas, habla de ignorancia o mala intención. “Han confundido lo que es un cargo en el ayuntamiento con lo que es un cargo en el grupo municipal popular, que sólo puede decidirlo el alcalde. ¿O van a poner a socialistas en el grupo municipal del PP? O son ignorantes, o malintencionadamente quieren confundir a la ciudad de Sevilla”, ha dicho

Juan José-predicador. Juan José-tiros-al-aire. Juan José-de-izquierdas-a-derechas. Camino difícil. Juan José-finalmente-asesor, para siempre asesor.




sábado, 24 de marzo de 2012

MITRAS HUECAS


Cuando se emite un juicio disconforme con la opinión de la jerarquía eclesiástica, los Obispos esgrimen un complejo de persecución. Se sienten perseguidos por el perverso laicismo que siempre está al acecho del momento en que pueda anular la doctrina de la Iglesia. La Iglesia se arroga el papel de dominadora de las conciencias y cuando alguien re revela contra ese dominio se le aparta de su comunión, de su pertenencia y se le arroja a la cuneta donde yacen todas las víctimas que han sufrido el maltrato eclesial a lo largo de la historia. Juan José Tamayo, Marciano Vidal, Pagola son los más recientes entre los españoles. Pero la lista sería interminable. El orgullo pontifical cae en el absurdo científico cuando sus opiniones quieren destruir la investigación humana y sus conclusiones. Incansable empeño que conlleva el abandono creciente de cristianos de base comprometidos con su mundo en el aquí y el ahora.

Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona, escribe lo siguiente: Cada uno tiene un papel en la historia. Así como el arzobispo no puede parir hijos, la mujer no puede ser sacerdote. La imposibilidad de acceder al sacerdocio no es derivada de la posibilidad de parir a un hijo, como la imposibilidad de dar a luz no capacita para el mismo. Es patética disyuntiva de papeles.  El derrumbe de la capacidad intelectual del arzobispo resulta hiriente para la totalidad del episcopado. Al apoyar a Jaume Pujol en sus apreciaciones, es la jerarquía entera la que se somete al absurdo de un razonamiento que deja en evidencia la fragilidad de sus argumentos. El papel exclusivo de la mujer es cuidar a sus hijos y sobre todo “a su marido, que es el hijo más pequeño de la casa. Ya sabeis por qué lo digo”  Suena sección femenina, con su cuello blanco y su canesú.

Por su parte, el Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, cae en una falsedad consciente, falaz e hipócrita cuando refiriéndose al aborto afirma que en España ha habido un millón de muertos a causa del aborto. “Más muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que además es presentada en tono de progreso y que esconde todo un negocio de beneficios de millones de euros” El Obispo, imbuido de su papel de dictador de las conciencias humanas, tacha de criminales a todos los que ateniéndose a una legislación emanada de un parlamento civil,  laico y soberano otorga a las mujeres el derecho a defender su cuerpo como pertenencia de su ser en el mundo. Todos los que defiendan ese derecho son criminales de guerra que deberían ser juzgados como tales y condenados a las penas del infierno eterno pasando antes por los horrores de no se sabe qué torturas.

La sexualidad no es en ningún momento contemplada por la Iglesia como fuente de placer, de éxtasis, de comunión entre dos seres. Sólo el dolor y el sufrimiento son fuentes de santidad, de bondad, de grandeza humana. En consecuencia, el sexo sólo es concebido como intencionalidad de procreación, de reproducción, de continuidad de la especie. Apretar el cilicio es más dignificante que el crujido de unos labios extasiados en el beso. La degradación de nuestros mitrados llega a extremos risibles, si no fueran tan absurdos.

Los humanos no entendemos hoy la dignidad de nuestra existencia sin conformarla desde la libertad como derecho irrenunciable. Nadie nos puede arrebatar ese derecho. Hemos sufrido dictaduras terribles que nos ahorcaron el pensamiento, la iniciativa. No estamos dispuestos a que ninguna otra dictadura  nos arrebate lo que tanto nos ha costado conseguir.

Cuando las mitras se empeñan en destruir los derechos humanos más elementales no se tienen que extrañar de la lejanía que el hombre marca entre su doctrina y su quehacer. Los Obispos deben ser conscientes de que cuando se despojan de sus mitras, los demás constatamos que están huecas.




miércoles, 21 de marzo de 2012

APUNTEN…FUEGO


La historia nos ha colocado frente al pelotón. Ojos vendados por el miedo para no mirar la muerte de frente. Trabadas las manos como mulos para evitar la huida. El corazón empotrado, tratando de evitar las balas, huyendo de sí mismo, olvidando el tiro de gracia que imprime carácter definitivo al gesto macabro de la agonía.

Mentira lo anterior, mentira. Hoy ya no se mata así. Nos hemos vuelto elegantes para todo, hasta para matar. Vestimos boutique-Goya-Serrano. Perfumamos el odio de chanel y envolvemos la femoral en Calvin Klein. Se anestesia al reo, se prohibe la tortilla de media mañana, se penaliza el piropo del andamio, se multa con setecientos cincuenta euros a quien busque comida en los contenedores, se exige que se aguante el hambre impasible el ademán. Ya se puede sembrar la calle de cadáveres elegantes. Nadie está muerto. Simplemente están reformados, ajustados a la realidad creada por Merkel-Sarkozy-Rajoy. D. Mariano, soberano como un coñac-cosa-de-hombres,  haciendo los recados que le mandan, botones al fin de hotel de lujo, viviendo de unas monedas que da el señorita-emperatriz sin mirar siquiera el bolsillo.

Nada es destrucción de derechos. Son reformas. Nada es despido. Son ajustes de plantilla. A nadie se le despide libremente. Son recortes en aras de la productividad. No se empequeñece la huelga. Simplemente se reconoce, por simple sentido común, “que un grupito no puede paralizar a un país” No se le arrebata a nadie  su trabajo por una realidad, sino por la previsión de una realidad. No se grava la enfermedad. Se previene con  amenazas para evitar que el trabajador se ponga enfermo. No se prohibe el aborto. Se reconoce  la violencia estructural. Se impone la cadena perpetua, pero  revisable: cambio de aceite, filtros y correa de transmisión. Para que dure y la perpetuidad se consiga sola.  Al final el preso puede ser vendido como de segunda mano y nos darán algo por el plan renove.

“Se está terminando con los últimos vestigios del franquismo”  dice Esperanza Aguirre. Ya era hora. Y han tenido que ser los hijos de Fraga quienes estén terminando con la dictadura. No han entregado la calle porque es tal vez el último recuerdo de D.Manuel muerto hace poco en loor de santidad. Por eso la violencia policial de Valencia, porque estaban ocupando algo que es patrimonio de la derecha.

Rosell, Fernández, Feito han enviado un piquete a Laponia. Han dejado unas tiendas de campaña porque su conciencia moral de Cristo del Gran Poder no les permitiría dormir tranquilos sabiendo que hay trabajadores acurrucados a cuarenta bajo cero. España es un país de conquistadores, de División Azul también. Feito ha sido el Hernán Cortés actual y hay que poblar de gleba española la Laponia. Los que ya no tengan subsidio de desempleo, los que se nieguen a separarse de su mujer, de sus hijos porque apuesten por el cariño, los que hagan huelga cuando sea un derecho abolido por la CEOE, los despedidos de la noche a la mañana, los que no aguante una disminución salarial que al patrono le nació en su gloriosa entrepierna, los enfermos con fractura de alma, las almas con fractura de cuerpos… Todos podrán cobijarse en Laponia. España volverá a ser una, grande libre. Lo ha conseguido Rajoy, el creador de empleo, Cospedal, patrona de los trabajadores, Pons-tierra prometida-de-tres-cientos-mil-inmediatos, Arenas poniendo un limpiabotas en su vida, Rouco creando un trabajo fijo, regalando una vida apasionante y al final la gloria eterna. Cuánto benefactor para esta resurrección nacional. Cuánto caudillo fusilando la pobreza. Cuánto salvapatrias. Cuánto Isabel y Fernando expulsando a los que estorban en una España-ojos-verdes, verdes como la albahaca.

Ojos vendados por el miedo. Manos trabadas como mulos. Corazón empotrado en la pena, penita, pena. Almas sin cuerpos. Cuerpos sin alma

Apunten… No disparen. Hay que ahorrar munición. Hay millones que se están muriendo solos.


viernes, 16 de marzo de 2012

LA DIGNIDAD DEL FUTURO


El mundo laboral es la ofrenda que el Partido Popular ha hecho a la patronal. Durante la campaña electoral, las voces más proféticas de los populares rechazaban el abaratamiento del despido y atacaban a Zapatero por los famosos e infames veinte días de indemnización que legisló. Pons prometió la creación inmediata de tres cientos mil empleos. María Dolores Cospedal se proclamó patrona de los trabajadores. Rajoy, Montoro, Santamaría hicieron tomar conciencia que un país con cinco millones de parados es un país llamado a la ruina, fácilmente intervenido por Bruselas, deprimido como Grecia e indigno de una reforma laboral como la perpetrada en Portugal. Habría que diversificar nuestras fuentes de producción para crear empleo y solucionar el problema más sangrante que tenemos: el paro.

Los españoles acudimos a las urnas como quien va al Cristo de Medinaceli para implorar un puesto de trabajo para el hijo, para el yerno, para la opositora a magisterio que lleva tiempo preparándose a escondidas de Wert, el destructor parido del maridaje de tertulias televisivas y FAES-Aznar. Y Rajoy, Pons, Montoso, Cospedal, Santamaría peregrinaron a la basílica de la CEOE para implorar que dispongan a su antojo y beneficio del mundo del trabajo. Bajo su jurisdicción queda el despido, la voluntad de indemnización, las bajas por enfermedad, la variabilidad de destino, la disminución salarial y todo el andamiaje construido en los convenios colectivos, en el estatuto de los trabajadores, en el esfuerzo sindical venido a menos, en capacidad recortada de huelga. Es el incienso, oro y mirra que exige Europa en nombre de la crisis, de los mercados, del déficit y de toda la parafernalia que construye Bruselas para regresar desde la Unión europea al Mercado Común primitivo.

La reforma laboral era estrictamente necesaria y urgente, dice el Gobierno, dicen los empresarios. Porque estamos en cinco millones y pico de parados y llegaremos a los seis sin demasiado esfuerzo. Necesaria y urgente. Pero sobre todo agresiva. Lo dijo De Guindos, lo preveía Rajoy a micrófono cerrado, pero abierto. La agresividad es un ataque violento. Y de ese ataque violento se siente autor Rajoy y su equipo. Y se extrañan de la convocatoria de una huelga general. ¿Alguien se puede extrañar de que el mundo laboral se defienda con una huelga al sentirse agresivamente atacado por una legislación cuyos autores aceptan conscientemente ser sujetos activos de esa agresividad?  La huelga no crea puestos de trabajo, dice Fátima-trece-de-mayo, dice Dolores-Presidenta-patrona-de-andamios-y-talleres, dice Santamaría-todopoderosa, dice Mariano-emperador. ¿Crea puestos de trabajo la nueva legislación? Según la CEOE y De Guindos se “crearán” casi de inmediato setecientos mil parados más. ¿Para qué entonces la urgencia?  ¿Para qué entonces la agresividad?  ¿Por qué entonces la negación de la oportunidad de la huelga?  ¿Para demostrar el empeño patronal en destruir ese derecho constitucional junto a la casi totalidad de los derechos de los trabajadores?




Se creará empleo a la larga. Nadie especifica la longitud de esa recta que nos llevará a la creación de empleo. Sólo se adelanta que tendrá que mejorar notablemente la economía y que entonces, sólo entonces, disminuirán las colas del INEM. Pons, María Dolores, Santamaría no necesitaban futuro. Su meta era la inmediatez. Pero todos sabemos que las promesas están para incumplirlas. Hasta los que no somos economistas-profetas sabemos que cuando fluye el dinero hay trabajo y cerveza con tortilla española los domingos y vacaciones en Benidorm en agosto.

Confieso que me preocupa la creación de empleo en el futuro. Lo deseo fervientemente como salida de la angustia, de la miseria, de la postración de millones de familias. Pero me obsesiona la indignidad que puede encerrarse en esos puestos de trabajo y que tendrán que ser aceptados bajo el chantaje miserable de ser devueltos a la niebla oscura de la desesperación. Porque en cualquier momento podrán ser despedidos, porque no podrán tener una hepatitis, porque no se podrán poner de luto el alma el día en que muera padre, porque será un escalofrío la decisión de una huelga, porque se pueden disminuir los sueldos, porque el miedo oprime, porque la estafa duele, porque el cobro por desempleo peligra, porque tanta indignidad escuece.

Cuando el futuro está tan cargado de indignidad, tal vez sea mejor no vivirlo.

jueves, 15 de marzo de 2012

LOS NIÑOS NO VAN A RUSIA


Lo he leído no sé dónde. Tal vez en muchos sitios: En Grecia se ha incrementado últimamente el abandono de niños. Muchas familias se sienten impotentes para mantenerlos y los dejan en la calle con la esperanza de que alguien los recoja, les dé de comer y les proporcione una educación. El dolor se hace padre, se hace madre y camina en busca de la cartilla de racionamiento que no alcanza la altura del hambre, de la desesperación, de la amargura. De vez en cuando una mirada al contenedor de basura. Ya no está la criatura. Alguien se la ha llevado, o la hipotermia, o la muerte. Niños con un  asco vital en la garganta, con el abandono en la cintura, con la pena del desamparo en los talones. ¿Andará el niño por la vida?  ¿Se habrá alojado en la muerte como en un hostal eterno, sin tiempo para vivir, sin esperanza para la sonrisa?  Ya no está el niño. Sólo queda llorar la ausencia, morderse el alma y amargarse las venas.

Hubo otro tiempo en España. Una guerra llenando las calles con la muerte en las esquinas. Y las madres y los padres despidiendo a sus hijos. Poco años la chavalería. Pantalón corto recién estrenado. Falditas pudorosas para ellas hechas  de dictadura amarga por la Sección Femenina. Camino del exilio iban. Llevándose el abandono, el recuerdo, la memoria cruda del padre muerto, de la madre pañuelo negro, luto para siempre, muslos cerrados para siempre, recuerdos podridos para siempre. Niños de la guerra. Como si fueran el engendro de una bomba, como si Queipo-macho fecundara las pistolas con un semen envenenado de odio. Niños de la guerra, viejos hoy, muertos hoy, con las manos y los ojos y el corazón hechos recuerdo de infamia, de explosión de sótanos, de fusilamientos al amanecer. Con padres por las cunetas actuales sin que nadie empuje los cadáveres a tumbas donde se haga la muerte más decente, más humana, más entrañable. Garzón anda lejos y no hay que reabrir heridas. Como si la boca de los muertos sin enterrar no fueran heridas abiertas, hemorragias amargas, derroche de tiempo sin cicatrizar. Nadie se atreve a recolectar esta cosecha de muertos crecidos en las tapias, con amaneceres dentro, hinchados de memoria, de nostalgia, de tumbas con flores y un padre nuestro laico.

Deuda soberana le llaman, prima de riesgo, déficit inaplazable. Hay que arruinar la sanidad, la enseñanza, la dependencia, la cadena perpetua, gritarle a la mujer que su cuerpo, por bello, es patrimonio nacional y que Gallardón se encargará de cuidarlo como a la Mezquita, como a la Alambra, como a la Torre del Oro. Hay que expulsar a los negros porque comen, a los marroquíes porque comen, a los rumanos porque comen. Hay que prohibir la libre circulación de personas, dice Sarkozy,  porque estorban a la libre circulación del dinero. Hay que refundar el capitalismo que no queremos refundar. Hay que mimar al mercado europeo hundiendo la unión europea. Hay que llamar reformas a los recortes, reordenación sanitaria al cierre de hospitales, dinamización de la enseñanza al despido de maestros, hay que abandonar a los dependientes porque hay que fomentar la independencia, hay que enseñarle a los parados que Laponia queda a la derecha del mapa, hay que trabajar más ganando menos, como María Dolores, como Rosell, como Feito, como Fernández que se apellida Fernández, como yo, porque no puede apellidarse Fernández de Córdoba-marqués-coleccionista-de-coches-caprichosos.

Los niños no van a Rusia ni regresan en aquel Semiramis que organizó el caudillo victorioso que venció al comunismo y nos hizo católicos para siempre por los siglos de los siglos. Ahora nos avergüenza el hambre. Escondemos el hambre. La llevamos a comedores sociales para pintarla de rosa y que los vecinos crean que volvemos del restaurante. Y cuando llega el desahucio, cuando el niño pide la merienda, cuando al abuelo hay que suprimirle la picadura y el mechero de chasca, y cuando la abuela se muere en la urgencia en el último sillón de su vida, y no llega la mamografía y se le adelanta el cáncer

Los niños no van a Rusia. Se quedan acurrucados en la miseria, refugiados en la cocaína tirando de bolsos por Preciados, agazapados en las colas del paro para hacerse parados de mayores.

Los niños griegos, italianos, portugueses, españoles no van a Rusia. Viven embarcados en el Semiramis del INEM, vendiendo números a euro en la cola, mientras los padres venden chatarra como amargura y amargura como chatarra de seres desguazados.



martes, 13 de marzo de 2012

TAL VEZ


Apoyado en el silencio
espero la llegada de tu nombre,
para abrazarlo sin poseerlo,
para aceptar la propiedad de tu vida,
para saber que tú eres tú sin mí.
Si espero la llegada de tu nombre
es para nombrarte y crear tu existencia
y que hagas del camino tu camino,
de tu palabra la conciencia de las rosas.
Quiero hacer de tu orilla
el descanso final, el precipicio
del tiempo concedido
para el beso y el tacto.
Será después la nostalgia
amarilla de alguna despedida,
el adiós depreciado
de pájaros que nunca
bebieron el silencio.
Nos estamos marchando poco a poco.
Si llega a tiempo tu nombre
pónmelo entre las manos cuando muera.
Quiero los ojos llenos de palabras
 de besos y de risas
que me recuerden la ternura de tus labios,
el temblor de tu cuerpo en mi memoria.

LUZ CONVERTIDA


Tu cuerpo era madrugada
por las calles oscuras.
Un crujido tu risa por las cúpulas
del noviembre otoñal.
Huías del amor, de aquel último amor,
hacia ninguna parte.
Sombras en los talones de la luna,
olvidadas las manos en un cuerpo lejano
que se quedó flotando en la memoria.
Tenías los caminos colgados de tus venas
para tu caballito de cartón
y tu gato de estrellas y colores.
Venías de regreso,
madrugada que eras cuando eras,
con escombros de estrellas,
con la luz desguazada del recuerdo.
Te has quedado a la orilla de ti misma,
sombra de ti, voz de ti,
profundidad y altura,
para ser tu olvido y tu memoria.
A lo mejor te has hecho madrugada,
risa crujiente, pan de leña buena,
preñada seminal de marzo alegre,
desde aquel noviembre ya lejano.

sábado, 10 de marzo de 2012

¿HABRA PRIMAVERA?


Fue cuando Egipto, cuando Libia, cuando Marruecos. González Pons, profeta sacrificado de Rajoy, instó a los españoles a la rebelión. Zapatero reinaba entonces. Se alargaban las colas del paro. Se vino abajo el edificio grande de ladrillos. Madrugaba el hambre, la desconfianza, el asco. Se iban llenando las almas de vacío, la esperanza de desesperanza, el futuro de miedo. Apareció el predicador Pons, prometiendo, prometiendo, prometiendo. Todo era promesa proclamada. Prometía Mariano, María Dolores, Alberto, Esperanza. Estaba ahí el provenir, esperando sentado en la acera de un 20-N.  En octubre se vislumbraban los tres millones de puestos de trabajo, la bajada de impuestos, la distribución más equitativa de la riqueza, el gravamen para las rentas más altas, la afloración de capitales ocultos, fugados a paraísos fiscales, los bancos malditos que se alimentan de desahucios. Era hermosa la tierra prometida.

Zapatero era un opresor. Defendía el amor homosexual, la igualad hombre-mujer, la educación del sexo y la construcción de un país en democracia, impartía ciudadanía desde la escuela para crear conciencia de país y tenía fe en una alianza de civilizaciones para salvar al mundo de los enfrentamientos. Había que tener prisa en derrocar semejante “régimen”  Había que instaurar un gobierno que devolviera a España el lugar que le corresponde en el mundo, para inspirar confianza, para crear puestos de trabajo, para atender a los dependientes, para alentar un sistema de pensiones “como Dios manda” y para levantarnos de las cenizas grises de Zapatero y resurgir de ellas como el ave Fénix.

Las gaviotas anidaron en la Moncloa, España se vistió de azul y Camps volvió a ser el ciudadano más honrado. Gallardón descubrió que las mujeres abortan porque sufren en su carne la violencia estructural. Aplaudieron los hombres del PP y las mujeres del PP se sintieron por fin liberadas porque nadie podría “obligarlas” a matar vidas humanas. Podrían recuperar la dignidad de la maternidad y viajar a Londres con un préstamo del BBVA para ampliar conocimientos y quitarse unos kilos de encima con los que no puede la dieta mediterránea de aceite virgen, muy virgen...

Fátima subió a la tribuna del Congreso y gritó su reforma laboral. Hay que hacer en España lo que se hace en Europa, pero mucho mejor. Despido libre, indemnizaciones ridículas, cambios de turno a gusto del empresario, rebaje de salario por necesidades de la actividad, ERES disfrazados de urgentes reformas, trabajadores a la calle por previsiones negativas, porque los meses anteriores, porque… Los sindicatos son parásitos adheridos a la piel laboral, los jueces no tienen por qué implicarse en los asuntos que los empresarios saben resolver solitos, la huelga es un derecho constitucional pero cada vez menos constitucional. Ya vamos siendo Europa aunque Europa huela a esclavitud, a látigo, a circo romano.

España ya es Europa. Por las aceras del mundo anda pidiendo limosna, extendiendo la mano, solicitando el asco de una ocupación a cambio de casi nada. Otra vez maleta de cartón piedra, título universitario junto a la muda de los sábados, un master envuelto entre calcetines y un tren para Alemania, Bélgica u Holanda. Un trabajo, por amor de Dios, a cambio de lo que quieran, a cambio de nada, porque más “cornás” da el hambre. Y la carta a la madre: estoy muy bien. Y a la novia: tengo urgencia de caricias, de besos, de pechos de luz, de vientre recorrido de memoria.

Cinco millones de parados. Para seis millones vamos, o para más. Los gobiernos harán lo posible para conseguir desempleados. Hay que llegar al número suficiente de la angustia. Ahí es fácil sembrar el miedo, la desesperación, la conciencia de fracaso vital, el asco por la vida, la atracción de terminar de una vez con la náusea de vivir. La dignidad sin pan no es dignidad. Y hay que elegir entre el estómago y la elegancia de existir como ser humano.

Mi querido amigo Andrés Villena publica un artículo en PUBLICO DIGITAL titulado  “La privatización de la realidad”  Ya el título encierra luz suficiente para iluminar el panorama actual. Y uno de sus párrafos:  “La victoria de esta imparable ideología del siglo XXI podría verse reflejada en un ejemplo simple: imaginemos que a un polígono industrial de una ciudad como Málaga, Sevilla o Madrid llegara una gran multinacional y prometiera crear 700 puestos de trabajo a 650 euros al mes, diez horas al día. Una manifestación sindical y contestataria por el trabajo digno en frente de la nueva entidad acabaría reprimida con violencia. El problema es que los agresores no serían probablemente policías, sino la mayoría de los empleados de la nueva empresa”

No hay brotes verdes. Alguien  ha fusilado la primavera en una cuneta cualquiera.


viernes, 9 de marzo de 2012

¿CRISIS?


Estadísticamente la palabra crisis tal vez sea la más repetida de un tiempo a esta parte. Y uno siente hasta un poco de rubor al ponerla como título de un artículo. Crisis económica, de trabajo, de empresas, de valores. Todo es crisis. Y a fuerza de repetirla nos vamos acostumbrando a llevarla por compañera, a asumirla como elemento vital, a incorporarla a la rutina de la vida. El sol mañanero la ilumina y la noche le da relieve en la almohada desvelada.

Mariano Rajoy llegó hasta la Moncloa porque estaba indignado con la crisis, porque era consciente de que pertenecía a la cosecha truncada de Zapatero, porque sabía, y con razón, que los españoles no podrían vivir más tiempo inmersos en ella, y con la convicción proclamada de que tenía en sus manos las solución para abrir la ventana y arrojarla al día siguiente de ser elegido, aunque en los jardines de palacio las flores perdieran primavera. Pons prometió tres millones de puestos de trabajo inmediatos. María Dolores fue nombrada patrona de los trabajadores. Montoro dejó bien claro que una subida de impuestos traería más paro, más recesión, más hundimiento de la economía y Floriano, y Esperanza y Cañete… Rajoy, preocupado por la canción de niña a mujer, preveía que si Rubalcaba ganaba las elecciones hasta lo niños iban a tener que suprimir las chuches.

Rajoy ganó las elecciones. Aparcó a Pons. Se quedó con santa María Dolores-patrona de los trabajadores en el altar castellano manchego. Canonizó a Wert-kalasnikov y canonizó sobre las espaldas de Aguirre a Gallardón justiciero. Ató y bien ató su mayoría  con cadena perpetua, cuidó a las mujeres de la violencia estructural que las obliga a abortar y mandó a los homosexuales a la posible nulidad matrimonial por enajenación mental transitoria. Mariano, arrodillado ante Rouco y Rosell, comenzó su andadura para sacar a España del rincón de la historia, como un Aznar sin tabletas abdominales pero con barba. Fátima-trece-de-mayo regló la reforma laboral entre coordenadas de despido casi libre, antojos empresariales, disminución arbitraria de sueldos, cambios de turnos a discreción, destinos variables para conocer mundo y así hasta terminar en las aguas fecales del INEM. Pero además la ministra-arenga (no habla en la tribuna, sino que arenga a sus huestes) nos quiere hacer comprender a fuerza de gritos que no hay un despido más barato, que las causas de despidos son siempre objetivas y que se hace por el bien de los propios trabajadores. Y cuando no se admite esta tesis invoca la maldad de Zapatero que dejó una España en ruinas para gloria y alabanza de Mariano redentor.

Uno se pregunta si un país puede aguantar el hambre, la miseria, los desahucios, la sanidad-casa-de-socorro-franquista, la enseñanza arruinada de Wert deslumbrado de sillón ministerial, el silencio impuesto por la violencia policial, los derechos conseguidos con lucha y estrangulados ahora por una reforma que cercena hasta la capacidad de huelga, la negación de los derechos de la mujer sobre su cuerpo, la ampliación entre poderosos y pobres, la descalificación sindical, el desamparo judicial en los litigios laborales… Y sobre todo uno se pregunta cuánto tiempo puede aguantar un pueblo viéndose humillado por una legislación arrogante, prepotente, incongruente, por una mayoría todopoderosa y altanera. Estamos es crisis. ¿Pero no se está aprovechando la crisis para convertirla en chantaje e instalar a la sociedad en el miedo a la pérdida del puesto de trabajo, de vivienda, de salud, de derechos, en un arma para convertir la democracia en una dictadura elegante de chanel y mocasines?

¿Por qué en esta situación es más importante el dinero de los empresarios que el músculo de los trabajadores?  El empresario arriesga su dinero, se responde siempre. ¿No arriesga el trabajador su salud en la mina, en el andamio, al volante de un camión, la salud de sus ojos ante un ordenador doce horas al día, en el quirófano, en el laboratorio?

A los comedores sociales, a las ONG, a los organismos de Caritas acuden diariamente miles y miles de personas que no tienen materialmente un pedazo de pan. Huele a cartilla de racionamiento, a estraperlo, a muerte de asco en el pasillo de espera de un hospital. Por el contrario, han aumentado el número de multimillonarios en España. El mundo de la joyería, del automovilismo de lujo, los grandes viajes, los hoteles de superlujo crece hasta cotas insospechadas.

A este país le costó mucho rescatar sus derechos, llegar a un estado de bienestar, regresar de Alemania, de Bélgica, de Holanda, para pasear los domingos de la mano de la vida.

No olvidemos que el trabajo no es una concesión graciosa del empresariado, del dinero o del gobierno de turno. Es un derecho otorgado por la Constitución y en consecuencia todos estamos obligados a dar cumplimiento a ese mandato.


MUERTE INSTALADA


Hacia la muerte.
Hacia la nada consciente
desde el vientre del tiempo
hasta el detritus maloliente del vacío.
Aniversario entonces:
hace tres años lo perdimos
como quien pierde el paraguas
en un día sin lluvia:
una pérdida inútil
porque no llueve
esta tarde de viento hueco,
sin pájaros, sin sol, sin nada apenas.
Hay que olvidar
como se olvida el beso primero y  escondido
una tarde como hoy de viento hueco,
de brisa sin luz entre los pechos
de una luna que viene,
que a lo mejor no viene
como el beso primero y  escondido.
Un recuerdo al principio.
Después aniversario.
Se está bien en la muerte:
la nada entre las manos,
la nada consciente,
caliente como un pan póstumo
que lo mastica el tiempo
y lo convierte en recuerdo gris y negro,
 triturado de olvido.
Tiempo de frente arrugada,
de ingles sin ingles perseguidas,
de besos radicales, sin fruto,
sin búsqueda de bocas amadas, disfrutadas
cuando el tiempo era tiempo
de muslos encendidos,
de cuerpos enraizados,
brazos de par en par



como los ventanales sobre el mar.
Hay que acostumbrarse a la postura
de muerto en metro y medio,
de caja desmembrada,
de cenizas sin fuego,
de polvo sobre el mueble de salón.
Ya está. No hay nada que pensar.
La nada es aburrida
como una tarde de lluvia
sin besos superpuestos,
acariciando un cuerpo inexistente.



domingo, 4 de marzo de 2012

COMO PROSTITUTAS


Venía la madrugada a las plazas de los pueblos. Todavía con estrellas. Con luna todavía. Corros de hombres alrededor del oscuro dolor de inmigración. Furgonetas de grupo en grupo exigiendo papeles que legalizan la pena. Alguien que se lamenta: a nadie le importa mi hambre. Sólo importan los papeles. No he podido dormir porque no tengo donde reclinar la cabeza. Pero sólo importan mis papeles. Tengo una mujer enferma, un niño sin papilla. Pero sólo importan los papeles. Y se dedica a llorar contra una pared. Llanto de impotencia, pero humano. De rendición, pero humano. De desesperación, pero humano.

Lo emitió TVE. Un reportaje sobre  inmigración, naturalmente. Sobre esclavitud, en realidad. Porque hoy existen esclavos. Con gemelos y pisa corbatas. Traje de rebajas Emidio Tucci. Pero esclavos. Boina y boca desdentada, hambre colgada de los ojos, falta de escuela en la raíz de todo. Esclavos de clase media. Esclavos de baja estofa. Esclavitud que iguala, aunque necesitemos diferenciarla con moda semana-de-oro o contenedor callejero. Pero algunos además son ilegales. Hoy se teme una inspección y el de la furgoneta lo dice claramente: vosotros hoy no podéis venir. Esperamos a la guardia  civil.

Se les paga por horas. Cantidades mínimas. No las quieren los españoles. Las desprecian por humillantes. Pero más cornás da el hambre. Y serán diez, doce, catorce horas. Deslomada el alma. Revuelta la sangre. Dolorido el dolor sobre la espalda. Ladrillos. Altura. Vértigo. Pensando en volver con el supermercado abierto. Por lo de la papilla. Por lo del biberón. Por lo del bocadillo. No saben lo de la nana de la cebolla. No han leído a Miguel Hernández. Son carne de andamio. Morena magma de altura. Herramienta de especulación. Tres dormitorios, dos cuartos de baño, millón sobre millón suman sesenta. Y me llevo treinta. Niño estudiando empresariales en EE.UU. Con lo que le cuesta a su padre ganar treinta millones por piso. Gestionamos hipotecas y arrimamos una comisión interesante. Mientras, el niño cena biberón caliente en la chabola y la parienta toma termalgín con un caldo de sobre.

A lo mejor mañana no hay tajo. De acumular hambre se trata. Pero hay que levantarse temprano. Estar dispuesto cuando la madrugada se venga para el pueblo. Plaza con furgonetas blancas. Ellos contratan a los que quieren. Si no hubiera inspección ganaría treinta euros. Ilegalmente ganados. Pero válidos ante la cajera que pone cara de asco porque huelo a sudor frío y a esa mezcla de vino con tabaco. Es el chanell de los pobres, la distracción de los hundidos, el orgasmo del abandono.

Se lo decía un hombre como un toro a la reportera: “nosotros estamos aquí. Puntuales. Junto a la pared. Pasan los contratistas. Nos miran de arriba abajo y nos eligen o no. Somos como prostitutas”.







sábado, 3 de marzo de 2012

LA DICTADURA DE LAS MITRAS


La Iglesia, como cualquier sociedad no democrática, se siente en el derecho exclusivo de los que ostentan su jefatura para ordenar el cumplimiento de unas normas o prohibir iniciativas. Las dictaduras prohíben pensar y la Iglesia no renuncia a su propia estructura vertical y dominadora de conciencias-

La reforma laboral promulgada por el gobierno de Mariano Rajoy destruye derechos de los trabajadores conseguidos a base de sudor, esfuerzo y lucha histórica, para nombrar como árbitros de las relaciones laborales a los empresarios, jueces últimos de la marcha del mundo del trabajo. Los trabajadores son relegados a la categoría de esclavos frente al criterio exclusivo de unos amos que acaparan en sus manos el poder de enviarlos a la miseria, el hambre, el desahucio y la marginación más absoluta.

Las juventudes obreras cristianas y la hermandad de acción católica han confeccionado un documento de los cristianos de base para denunciar la perversión intrínseca que encierra esa reforma laboral. Lo han enviado a todas las iglesias de España para su lectura discrecional con el ruego de una difusión esclarecedora del pensamiento de un cristianismo que quiere estar comprometido con su mundo. Critica el documento la “individualización de las relaciones laborales que propone esta reforma, porque da prioridad a los intereses personales frente a los colectivos y significa romper la vocación a la comunión del ser humano”. El comunicado también exhorta a la sociedad en conjunto a trabajar “juntos, con la intención de eliminar las causas que han generado la crisis y, al mismo tiempo, superar las estructuras económicas que tanto sufrimiento, deshumanización y pobreza están provocando a las personas”.
Y aquí entra a jugar su papel de dictador mayor del reino el presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Madrid cardenal Rouco Varela. La Iglesia, dice Rouco  “no se identifica con el contenido de dicho documento, ni se hace responsable del mismo, considerando improcedente su difusión” El manifiesto de la Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad de Acción Católica pide a los partidos políticos que “corrijan la reforma en el proceso parlamentario para poner en el centro de la misma el trabajo decente y con derechos, y anima a participar en las iniciativas y movilizaciones que se convoquen por parte de las organizaciones eclesiales, sociales y sindicales que ayuden a tomar conciencia y revertir esta situación tan lesiva para las personas trabajadoras y sus familias”. En ningún momento señala “que ésa sea la postura de la Iglesia, sino que deja claro que es la opinión de los movimientos eclesiales que lo firman” Por lo tanto, está claro que la jerarquía quiere acallar una opinión de parte de la Iglesia, que está llegando en forma de debate y opinión sobre la crisis, los recortes y la reforma laboral, a muchas parroquias de toda España.

¿Hay en el documento alguna afirmación contraria a la doctrina social de la Iglesia promulgada por varios Pontífices y por el Concilio Vaticano II?  ¿O más bien contiene una postura incómoda para ciertos Obispos y por tanto la desechan, traicionando las propias enseñanzas de diversos Papas?  Obediencia ciega al papado, exige siempre el episcopado, pero sólo cuando no incomoda al matrimonio Iglesia-Poder civil.

Los Obispos han podido manifestarse contra el aborto, la Ley de memoria histórica, Educación para la ciudadanía, el matrimonio homosexual, leyes todas emanadas de un Parlamento legitimado por las urnas. Pero vetan un documento que defiende al mundo del trabajo, humillado, empobrecido, indefenso ante las arremetidas empresariales respaldadas por un gobierno que se muestra de acuerdo con insostenibles privilegios eclesiásticos, como concesiones multimillonarias de euros en un momento de crisis aguda o con la exención de impuestos que exige pagar a todos los demás ciudadanos. Una Iglesia que debería estar avergonzada de palios sacrílegos, de incienso fumigado ante un dictador sanguinario, de absoluciones de asesinos dictatoriales, de unas nupcias incestuosas con un régimen que mató a miles de españoles, se niega ahora a defender al mundo del trabajo ante la destrucción de unos derechos fatigosamente adquiridos.

¿Puede quejarse esta Iglesia de una desafección de gran parte de los humillados y siempre despreciados por pobres y parias de la sociedad?  ¿Puede lamentarse hipócritamente de una falsa persecución? ¿Puede pedir a las clases trabajadoras su aportación voluntaria en la declaración de la renta quien da la espalda cuando se le pide que promueva la difusión de un simple documento elaborado por unos cristianos comprometidos con la marcha del mundo que les ha tocado vivir?

Este es el episcopado español. Báculo en mano, golpeando junto al poder del dinero y el dinero del poder al mundo de los trabajadores y con su vieja  dictadura de  mitras.




jueves, 1 de marzo de 2012

LA HOGUERA DE PAPEL


Hace poco se nos fue ese encuentro de papel, de opiniones, de información, de intercambio de pareceres que fue el periódico PUBLICO. Se fugó el dinero, alcantarillas abajo a los sótanos de los kioskos. Y se oxidaron proyectos, ilusiones, plumas esgrimidas contra molinos de viento, de mucho viento que le dolían en las aspas sembradas en el aire limpio de la democracia. Jesús, Nacho, Arturo, Escudier… Empecé a quererlos a finales de aquel setiembre regresando de Gijón. Me alegraba  el encuentro mañanero, mientras el café y la tostada. Y a lo largo del día por si acaso Zapatero-presidente, Rajoy-aspirante, Esperanza-emperatriz o Merkel-zarina. Me fui acostumbrarlo a quererlos, a sentarlos en el tresillo, a ofrecerles una cerveza  con aceitunas.

Llegó la crisis como el cabezazo de un mulo. Empujando, destrozando, arrasando. Rompiendo derechos de los trabajadores. Europa aplastando con el déficit, con la deuda, con los intereses de la no sé qué soberana. Y había que guardar el euro para las patatas diarias, fruta sólo para niños, filete a lo mejor los domingos. Casi como entonces, cuando la cartilla,  leche en polvo y la mantequilla americana, chocolate de tierra los domingos. Cinturón ahorcando las cinturas, apretado con José Luis-de-León. Estrangulando con los impuestos subidos que nunca subirían. Con millones de parados porque Pons  no ha tenido tiempo de colocar a los tres millones prometidos, porque María Dolores se ha puesto guapa para integrarse en el partido de los trabajadores, porque Mariano está decorando la Moncloa con nóminas y pensiones compradas en rebajas.

Once millones de españoles tocando la miseria, buscando una luna llena para suplir el desahucio. Estudiantes golpeados porque se apostata del futuro que son. Camps vestido de Gürtell porque el jurado popular se entretuvo en la inocencia. Garzón exiliado para burlar a Franco perseguidor. Se ha llevado los muertos de las cunetas escondidos en la absolución del Tribunal Supremo que le condenó porque Manos Limpias (qué paradoja) defendía que el dinero no tiene patria y se puede marchar de veraneo a donde quiera Correa.  Garzón archivó los aplausos y las penas y se arrimó al cariño del mundo, escondido de una España que lo tiraba por la ventana suprema del Supremo.

Y cuando Rajoy había puesto a España en su sitio, con su reforma laboral para poder despedir por obra y gracia de Rosell-emperador, de Fernández-cacique, de Feito-agente-promotor de Laponia, el periódico PUBLICO empezó a licuarse, a derretirse, a marcharse casi silenciosamente. A la calle todos lo que hacen posible un periódico. A la cola del paro que es larga, larga y llega hasta las esquinas de la vida, de la ilusión, del comer, del dormir bajo techo. Podrían emigrar a Laponia, o barrer como voluntarios que desplazan a los fijos o escribir artículos a pocos céntimos el folio. PUBLICO nos ha dejado una tristeza gris, una nostalgia lluviosa, un recuerdo entre las manos.

Pero no todo es pena, ni luto, ni brazalete negro en el alma. La marcha de PUBLICO también ha causado alegría. “El diario ‘Público’ ya no difundirá más el laicismo radical a través de su edición impresa” A De La Cigoña, columnista “cristiano-cristiano” de La Gaceta, se le estremece el alma. “El más anticatólico de los periódicos españoles ha concluido sus tristes días de laicismo radical. Una demostración más de que la idea de visionarios trasnochados ha dejado de vender en España. La promesa de matar curas, quemar iglesias o de una versión algo edulcorada de lo mismo, ha dejado de mover a una parte de los españoles” “¿Lágrimas por mi parte? Ni una. La inmensa mayoría de los que van al paro  cuentan con toda mi simpatía, no son enemigos míos. No combaten mis ideas, no quieren hacer desaparecer mis principios, no pretenden apoderarse de las mentes de mis nietos ni atacan a mi Iglesia. No es el caso de algunos cuantos de PUBLICO. Con su pan se lo coman”

Hay que estar alerta para no quemar curas, incendiar templos ni adoctrinar a los nietos de La Cigoña. La Iglesia es propiedad privada de este columnista de La Gaceta, cristiano, muy cristiano, alberto-alcázar-y-pedrín, generalísimo de catedrales y ermitas.

La hoguera de papel se ha consumido a sí misma aventada por la alegría cristiana de La Cigoña.