viernes, 9 de marzo de 2012

MUERTE INSTALADA


Hacia la muerte.
Hacia la nada consciente
desde el vientre del tiempo
hasta el detritus maloliente del vacío.
Aniversario entonces:
hace tres años lo perdimos
como quien pierde el paraguas
en un día sin lluvia:
una pérdida inútil
porque no llueve
esta tarde de viento hueco,
sin pájaros, sin sol, sin nada apenas.
Hay que olvidar
como se olvida el beso primero y  escondido
una tarde como hoy de viento hueco,
de brisa sin luz entre los pechos
de una luna que viene,
que a lo mejor no viene
como el beso primero y  escondido.
Un recuerdo al principio.
Después aniversario.
Se está bien en la muerte:
la nada entre las manos,
la nada consciente,
caliente como un pan póstumo
que lo mastica el tiempo
y lo convierte en recuerdo gris y negro,
 triturado de olvido.
Tiempo de frente arrugada,
de ingles sin ingles perseguidas,
de besos radicales, sin fruto,
sin búsqueda de bocas amadas, disfrutadas
cuando el tiempo era tiempo
de muslos encendidos,
de cuerpos enraizados,
brazos de par en par



como los ventanales sobre el mar.
Hay que acostumbrarse a la postura
de muerto en metro y medio,
de caja desmembrada,
de cenizas sin fuego,
de polvo sobre el mueble de salón.
Ya está. No hay nada que pensar.
La nada es aburrida
como una tarde de lluvia
sin besos superpuestos,
acariciando un cuerpo inexistente.



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