viernes, 9 de marzo de 2012

¿CRISIS?


Estadísticamente la palabra crisis tal vez sea la más repetida de un tiempo a esta parte. Y uno siente hasta un poco de rubor al ponerla como título de un artículo. Crisis económica, de trabajo, de empresas, de valores. Todo es crisis. Y a fuerza de repetirla nos vamos acostumbrando a llevarla por compañera, a asumirla como elemento vital, a incorporarla a la rutina de la vida. El sol mañanero la ilumina y la noche le da relieve en la almohada desvelada.

Mariano Rajoy llegó hasta la Moncloa porque estaba indignado con la crisis, porque era consciente de que pertenecía a la cosecha truncada de Zapatero, porque sabía, y con razón, que los españoles no podrían vivir más tiempo inmersos en ella, y con la convicción proclamada de que tenía en sus manos las solución para abrir la ventana y arrojarla al día siguiente de ser elegido, aunque en los jardines de palacio las flores perdieran primavera. Pons prometió tres millones de puestos de trabajo inmediatos. María Dolores fue nombrada patrona de los trabajadores. Montoro dejó bien claro que una subida de impuestos traería más paro, más recesión, más hundimiento de la economía y Floriano, y Esperanza y Cañete… Rajoy, preocupado por la canción de niña a mujer, preveía que si Rubalcaba ganaba las elecciones hasta lo niños iban a tener que suprimir las chuches.

Rajoy ganó las elecciones. Aparcó a Pons. Se quedó con santa María Dolores-patrona de los trabajadores en el altar castellano manchego. Canonizó a Wert-kalasnikov y canonizó sobre las espaldas de Aguirre a Gallardón justiciero. Ató y bien ató su mayoría  con cadena perpetua, cuidó a las mujeres de la violencia estructural que las obliga a abortar y mandó a los homosexuales a la posible nulidad matrimonial por enajenación mental transitoria. Mariano, arrodillado ante Rouco y Rosell, comenzó su andadura para sacar a España del rincón de la historia, como un Aznar sin tabletas abdominales pero con barba. Fátima-trece-de-mayo regló la reforma laboral entre coordenadas de despido casi libre, antojos empresariales, disminución arbitraria de sueldos, cambios de turnos a discreción, destinos variables para conocer mundo y así hasta terminar en las aguas fecales del INEM. Pero además la ministra-arenga (no habla en la tribuna, sino que arenga a sus huestes) nos quiere hacer comprender a fuerza de gritos que no hay un despido más barato, que las causas de despidos son siempre objetivas y que se hace por el bien de los propios trabajadores. Y cuando no se admite esta tesis invoca la maldad de Zapatero que dejó una España en ruinas para gloria y alabanza de Mariano redentor.

Uno se pregunta si un país puede aguantar el hambre, la miseria, los desahucios, la sanidad-casa-de-socorro-franquista, la enseñanza arruinada de Wert deslumbrado de sillón ministerial, el silencio impuesto por la violencia policial, los derechos conseguidos con lucha y estrangulados ahora por una reforma que cercena hasta la capacidad de huelga, la negación de los derechos de la mujer sobre su cuerpo, la ampliación entre poderosos y pobres, la descalificación sindical, el desamparo judicial en los litigios laborales… Y sobre todo uno se pregunta cuánto tiempo puede aguantar un pueblo viéndose humillado por una legislación arrogante, prepotente, incongruente, por una mayoría todopoderosa y altanera. Estamos es crisis. ¿Pero no se está aprovechando la crisis para convertirla en chantaje e instalar a la sociedad en el miedo a la pérdida del puesto de trabajo, de vivienda, de salud, de derechos, en un arma para convertir la democracia en una dictadura elegante de chanel y mocasines?

¿Por qué en esta situación es más importante el dinero de los empresarios que el músculo de los trabajadores?  El empresario arriesga su dinero, se responde siempre. ¿No arriesga el trabajador su salud en la mina, en el andamio, al volante de un camión, la salud de sus ojos ante un ordenador doce horas al día, en el quirófano, en el laboratorio?

A los comedores sociales, a las ONG, a los organismos de Caritas acuden diariamente miles y miles de personas que no tienen materialmente un pedazo de pan. Huele a cartilla de racionamiento, a estraperlo, a muerte de asco en el pasillo de espera de un hospital. Por el contrario, han aumentado el número de multimillonarios en España. El mundo de la joyería, del automovilismo de lujo, los grandes viajes, los hoteles de superlujo crece hasta cotas insospechadas.

A este país le costó mucho rescatar sus derechos, llegar a un estado de bienestar, regresar de Alemania, de Bélgica, de Holanda, para pasear los domingos de la mano de la vida.

No olvidemos que el trabajo no es una concesión graciosa del empresariado, del dinero o del gobierno de turno. Es un derecho otorgado por la Constitución y en consecuencia todos estamos obligados a dar cumplimiento a ese mandato.


1 comentario:

pcjamilena dijo...

Estos vientos de crisis, ocasión propicia para sanear y eliminar. No pueden dejar escapar la ocasión, por los “amos”, de hacer borrón y cuenta nueva... todo está bien diseñado para quitar lo conseguido y encima tener que darle gracias a Dios, por no caernos, de pena, muertos.

Había que preguntarle a los representantes de Dios en la tierra, ¿Qué hacen mal los trabajadores para merecer tanto castigo? Cuando nunca se llegó a conseguir, dignamente, la valoración justa del trabajo... acaso un Zapatero puede ser el culpable de tanto vendaval de crisis.

Espero, Rafael, que todos tengamos memoria de esta actualidad y si no, tengamos a mano sus magníficos artículos, para ilustrarnos.

Un abrazo amigo.