YO NO SOY DEFICIT
Me
he mirado al espejo esta mañana y he llegado a una conclusión de que yo no soy
déficit. No estoy en deuda conmigo mismo porque la palabra, la libertad, el
derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a la vejez me los he otorgado
desde dentro, desde mi propia hechura humana. No son regalo de nadie y por
nadie están hipotecados. Nadie puede en consecuencia embargarlos, expropiarlos,
usurparlos porque entrañaría un ataque directo al ser que soy, a la intimidad
que soy, al proyecto que soy.
Cuando
los gobiernos piensan que están por encima del ser humano se convierten en
dictadores, en campos de concentración donde se desguaza la aventura de ser
hombre para convertirla en piezas aprovechables con las que se puede comerciar
para sacarle una rentabilidad y entregarlas a quien las compre para su mejor
beneficio y aprovechamiento. El capitalismo se convierte así en un inmenso
almacén, perfectamente clasificado, un mercado inconmensurable al que puede
acudir el dinero y convertir en ganancias lo que es inservible aislado del
conjunto del negocio. Los que disponen del dinero se creen con el derecho a
comprar al que no lo tiene. Y el que nada tiene se entrega porque el estómago
es un grito con ecos desesperados.
Una
vez apropiado en la infame subasta de la pobreza, del hambre, de la miseria, el
capital se arroga la prerrogativa de otorgar trabajo, salario, disponibilidad,
despido, alteración de horario, destino espaciotemporal y todo aquello que
exige la ganancia de quien se atribuye la propiedad frente a la mercancía, pura
mercancía, pagada al precio de antojo o de mercado en rebajas.
Hay
crisis, dicen. Y en el vientre de esa crisis crece el chantaje como arma
pendular que va y viene sobre el mundo del trabajo. El empresario sostiene que
da de comer a quince familias cuando la realidad es que quince familias dan de
comer al empresario. El que posee el dinero crea país, cuando en realidad quien
hace crecer al país es el trabajo o en el mejor de los casos la simbiosis de
ambos. El dinero sin trabajo es una joya guardada en un cofre. El trabajo es el
que da al dinero capacidad de lucirse y de adornar la vida. El que está en la cúspide
nunca se sostiene a sí mismo. Necesita siempre de quien lo mantenga sobre sus
espaldas.
Hay
crisis, dicen. Y lo que llaman reformas son medios de destrucción de unos
derechos que no son otorgados por el capital ni por gobierno alguno. Y por
tanto cuando son recortados se convierten en derechos agredidos, expropiados,
atacados. Y es lícita la rebelión, estricta necesidad la reclamación y
autodefensa la exigencia de su devolución.
Hay
crisis, dicen. Y amparados en esa crisis los gobiernos fabrican 24 millones de
parados en Europa, de los cuales seis
corresponden a España. Han estrujado los sueños, las esperanzas, la alegría y
los estómagos de 24 millones de personas, atadas a sus familias, a su salud, a
su educación, a su vejez, a su dependencia. No resulta digerible que esos
desahuciados de la vida paguen una crisis de la que no son autores ni que sus
vidas sean inmoladas en el altar del euro, de la prima de riesgo, de los
mercados o de Merkel emperatriz. ¿Se acuerda alguien de que se iba a refundar
el capitalismo? Sarkozy construyó la frase (no llegó a la categoría de idea) y
se olvidó cuando el capitalismo le susurró que ya era lo suficientemente
perverso como para añadirle nuevos adornos. Un día Merkel tiró a la basura la
refundación e impuso criterios decisivos que demostraran las consecuencias de
una realidad dominante y dominadora. Y en esas estamos. Europa tiene un eje
alrededor del cual gira hasta el mareo, el vómito y el desmayo definitivo.
Hay
crisis, dicen. Pero deberíamos tomar conciencia de que el elemento que puede solucionarla
nunca puede pasar por encima de lo humano. Europa no puede ser una simbiosis de
látigos y de elegantes esclavos de corbata hipotecada, de coche hipotecado, de
vivienda hipotecada sometido al contrato del miedo. Nos estamos quedando sin
libertad, sin opciones libres de voto (pregunten por Grecia o Italia) Incluso
cualquier gobierno salido de las urnas está sometido a los designio supremos de
la moneda. Los gobiernos no gobiernan. Simplemente podan el jardín para que
posen sus pies manchados los mercados vestidos de limpio.
No
somos un déficit. Somos la grandeza de quien posee una fuente interior de derechos
que nadie puede arrebatar. Y si alguien lo intenta debería verse las caras con
una humanidad puesta en pie como un río
rebelde.
2 comentarios:
Escelente artículo, como todos. es un placer leerle, amigo Rafael.
Hoy al empresario de siempre, se le llama emprendedor. Rajoy los busca, los mima, los premia. Les pone alfombras hechas de salarios bajos, para que estos no tropiecen. ¡Son tan necesarios!
Los trabajadores, por el contrario, para él son un mal inevitable, de distinto nivel, ¡Hay tantos! Sólo dan dolor de cabeza y votos si se les engaña.
Así que es fácil adivinar lo que piensa Rajoy, por mucho que cambie de opinión y, sea incapaz de entender su propia letra, la música la lleva dentro y él no engaña.
Me he mirado al espejo de su artículo y tampoco me siento un déficit. Pero sienta tan bien leerle, Rafael.
Un abrazo amigo.
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