lunes, 14 de mayo de 2012



R.R.



Responsabilidad se escribe con R. Ser responsable es tener la capacidad de responder por el otro, dar cuenta del otro. Cuando uno no sabe qué ha sido de la vida del hermano se convierte en irresponsable. El irresponsable traiciona, da la espalda porque no tiene el valor de mirarle a los ojos a la realidad que él ha construido al margen o contra el otro. Se nos mueren las flores porque el abandono las destruye. Nos quedamos sin primavera porque nos deslumbra la luz limpia de las rosas.

BANKIA se ha roto. El vaso donde beben diez millones de españoles se ha hecho añicos. Quedan los cristales diseminados como trozos de pena, como restos de desengaño, de desilusión. Moléculas de frustración clavadas en el ahorro, en el sudor de la vendimia de Francia, de la recogida de naranjas, del vareo de aceituna en la luz fría de Andalucía. Anda por ahí Rajoy de la mano de de Guindos. Montoro mira con  sonrisa de extraterrestre y permanece escondido detrás de la sombra inexplicablemente alargada de Soraya. Nada dice Montoro que llega tarde a su puesto en el Congreso porque el último apretón estomacal lo sorprendió como un déficit heredado de Zapatero y Elena.

BANKIA no tenía que haberse casado. Llevaba bien la soledad. Lo dicen los entendidos en sentimientos de dinero. Le sentó mal el levante arruinado y el primer amor se arruinó desde el beso primero. ¿Consumaron o no consumaron? Yo lo ignoro pero sospecho que amarse en una CAJA no es lo mismo, no puede ser lo mismo, que hacer el amor en un SIMCA-1.000.

Rodrigo Rato no es. Sólo fue. Vicepresidente-aspirante-con-Rajoy-estorbo. Ministro de las economías por tierra, mar y aire. Jefe de Estado del Fondo Monetario Internacional. Un día tomó el avión privado, se vino a España “por razones personales” y la banca mundial empezó a crujir como un arcón apolillado. De él salió la crisis y la vida empezó a cotizar bajo mínimos. Rodrigo Rato sólo fue. Pero ya no es. Millonario de indemnizaciones por haber sido. Ser sólo millonario es bastante triste.

Andaba Rato pidiendo en la puerta del gobierno. Si Rajoy le había dado una patada con el tacón de Cospedal, debía llamarlo ahora para condecorarlo por los servicios prestados. Guindos-ministro remendó  la solapa y quiso prenderle un Repsol con su banda de petróleo negro a juego con la negritud de un luto BANKIARIO recientemente estrenado. Y D. Rodrigo, el que sólo es lo que fue, queriendo volver a ser. Pié en la espuela. Pidiendo que lo empujen porque está alto el caballo, porque habrá que descabalgar a alguien, porque él nunca tuvo sitio donde había otro, porque se siente único, con derecho exclusivo a mirar la campiña desde la altura de lo que fue.

A Rato le preguntan todos. Rato no responde. El fue gobierno. Y los gobiernos tienen la garantía del silencio. En él se embozan, como en una capa española. Nadie los reconoce. Llevan la espada debajo, oculta. Te colocan de espaldas a la pared y mandan. Y a obedecer. Dicen que es la ley. Que una vez elegidos tienen derecho a no responder a las preguntas impertinentes de la ciudadanía. Como hace Rato. Le están calzando las polainas para subirse a Repsol. R.R. Rato-Repsol. Suena bien. A lo mejor Cristina-argentina-presidenta no se atreve. Mientras Rato se abraza al silencio. Las preguntas no tienen por qué ser respondidas. Pertenece el mutismo al misterio de la vida. La vida es una interrogante sin respuesta. La vida es irresponsable como D. Rodrigo.

Suena bien R.R. Parece un timbre de alarma, una sirena de fuego posible, de terremoto que se acerca. Pero todo se serena con el silencio impuesto. No hay respuestas.

A lo mejor no existió BANKIA y todo fue un invento de Rajoy para mutilar la educación, la sanidad, la dependencia.


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