LA IGLESIA AUSENTE
Cuando
la Iglesia pretende ser hoy lo que fue durante el franquismo, está persistiendo
en su propia blasfemia y empeñándose en lo que debía ser su más reprochable
vergüenza. Durante cuarenta años dominó las conciencias apoyando la autoridad
de su báculo en la ciénaga pestilente de una dictadura cruel, asesina,
destructora. Y lejos de un arrepentimiento redentor, pretende seguir ejerciendo
un dominio moral sobre los ciudadanos libres en democracia.
La
historia no es un retorno sobre sí misma. Tiene por el contrario un trazo
lineal, y aupada en el ayer se encamina siempre hacia el mañana. De ahí que no
debamos confundir historia y pasado en una identificación carente de
profundidad. Y quienes se empeñan en no distinguirlos, se petrifican, se
fosilizan y pierden la fuerza viva y apasionante de la existencia. Y esto le
anda pasando a la Iglesia. Anclada en el pasado, no es capaz de crear un futuro
caliente capaz de acoger al hombre de hoy, las necesidades de hoy, las
aspiraciones de hoy.
Se
empeña en la cerrada defensa de ciertos postulados que pretende fundamentar en
el derecho natural y la palabra revelada. En el terreno filosófico nadie
sostiene hoy la categoría de “orden natura”
puesto que el ser humano evoluciona y se define por coordenadas
existenciales que nada tienen que ver con la filosofía de “las esencias” propia
de otras épocas. Y en cuanto a lo revelado, la Iglesia debería tener en cuenta
que en su historia ha manejado como
revelación posiciones que después han sido revertidas. Su postura frente a
visiones científicas que han permanecido inexpugnables durante siglos y que por
fin han tenido que ser reconocidas como simple intransigencia secular. Decir
por tanto que esta es la doctrina que siempre ha defendido la Iglesia es,
además de una miopía histórica, la apropiación indebida de un Dios que por
definición es una infinitud inalcanzablemente misteriosa.
Desde
Constantino, la Iglesia inició una unión espuria con los imperios de turno y
más tarde con los gobiernos. El Papa no sólo es jefe del estado Vaticano, sino
que ha sido aclamado como rey hasta hace poco. Y sobre todo la Iglesia ha
encontrado cobijo y protección en las dictaduras. Ha ido acumulando riquezas monumentales, artísticas,
inmobiliarias y económicas. Y ha tenido la agilidad de no conservar la pobreza
primitiva sino que ha sabido evolucionar hasta la posesión de un poder
financiero notable y de accionariado en múltiples multinacionales. No se ha
refugiado en la revelación de la palabra sino que se ha apropiado
vergonzosamente riquezas de todo tipo.
Desde el platero de Jesús hasta el papamóvil hay una evolución notable. Desde
el desprecio al nazareno hasta los armiños que reciben honores militares hay
una distancia.
España
es un estado no confesional constitucionalmente. Es verdad que una gran mayoría
de españoles se confiesan católicos. Pero esta adhesión no invalida la
aconfesionalidad. Son compatibles. Por eso debería ser también compatible y
exigible que la Iglesia se abasteciera económicamente de sus fieles. El estado
español aporta una cantidad de dinero que, si bien está comprometida por un
desfasado concordato, debería partir de la propia Iglesia la renuncia a esa
aportación y debería a su vez el gobierno de turno denunciar por superado ese
concordato.
Estamos
en un momento de crisis. Hay millones de parados. Hay hambre. Hay mayores cuyas
pensiones no llegan para hacer frente a los gastos elementales de una vida. Hay
dependientes, minusválidos necesitados de un abrazo que les ayude a vivir. Se
ha impuesto el repago sanitario, se desahucia diariamente dejando sin techo
acogedor de amor. Hay jóvenes sin futuro, viejos arrepentidos de su pasado. Hay
miseria.
Y
mientras tanto, la Iglesia no tiene la gallardía de renunciar ni los gobiernos
de suprimir todo ese dinero que se va en surtir la economía de una institución
absolutamente respetable, pero que lo sería aun más si tuviera una actitud
comprometida con el mundo que le ha tocado vivir.
La
Iglesia no puede aferrarse ni a una doctrina que asegura faltando a la verdad
que es inmutable ni a unos privilegios que sólo le pertenecen como herencia de
una prostitución histórica.
1 comentario:
Un abrazo Rafael, "la iglesia" ya no sale a la calle ni para bien ni mal, soluciona sus demandas entre paseitos por los pasillos de palacio...pasando lo que pasa con el PP, como este, no pierde a sus fieles, debe ser por eso del sacrificio, que no secundan sus nobles...
Dejo este enlace interesante:
Haciendo capital humano
http://amigosnsf.blogspot.com.es/
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