La política ha sido definida siempre como un quehacer noble. El político se entrega al pueblo que lo ha elegido, se sacrifica por él, lucha por su bien y se convierte por propia decisión en un servidor de la gente. La ciudadanía estima a sus políticos cuando detecta esta vocación de servicio, de entrega y le está agradecido por la dedicación que le presta. Por el contrario, el egoísmo, la corrupción, las promesas incumplidas crean una desafección del pueblo con respecto a sus políticos. Es entonces cuando el pueblo los iguala en la miseria y llega a la conclusión de que sólo buscan su propio bienestar, aunque esta actitud conlleve una traición a lo prometido. Ejemplos todavía calientes nos evitan demostrar la verdad de lo escrito líneas atrás.
He señalado en muchos artículos que la verdadera corrupción, la que coloca la democracia al borde de un precipicio, no es la apropiación de bienes o dinero, con ser esta una perversión imperdonable. Al fin y al cabo, con la devolución de lo sustraído y una inhabilitación del corrupto podría curarse la agresión sufrida por la democracia. Pero cuando se viola la palabra todo es distinto. La palabra es el elemento sustentador de la democracia. Sin ella se tambalea la convivencia y se empieza un camino desquiciado de balas perdidas. Las dictaduras asesinan la palabra. Tienen así el camino libre para pisotear los derechos ciudadanos, disparar contra el pensamiento y ejecutar cualquier iniciativa. Los tiranos lo saben y rapidamente convierte el diálogo en monólogo aplastante.
“El Gobierno le ha dado a ETA legitimación y legalidad después de sus asesinatos. Ya nos gustaría que Zapatero usara la misma vara de medir que usa con el asesino terrible de Noruega, que hay que condenar sin duda; con otra vara está legitimando a 900 asesinatos que se han producido a lo largo de estos años” por parte de la banda terrorista, ha afirmado Mayor Oreja en una entrevista en la COPE. El eurodiputado se pasa la vida retorciendo la palabra, los argumentos, el quehacer antiterrorista del gobierno. Es evidente que no lo hace ni por ignorancia ni por convicción. Lo hace por obscenidad, por perversión mental, por desprecio a las víctimas a las que tanto presume de honrar y por una maldita indiferencia hacia la sangre derramada. Ante una corrupción de la democracia como la que proclama Mayor Oreja, no merece más que el desprecio más absoluto. Este visionario catastrófico de la existencia española debería ser expulsado para siempre de su formación política por destructor de la paz y por corrupto irredento.
“El gobierno mantiene una comunidad de intereses con ETA para perpetuarse en el poder” Esta aseveración es una blasfemia contra la democracia. Y a Mariano Rajoy debería faltarle tiempo para expulsar a Mayor Oreja de las filas del Partido popular para librarse de la vergüenza y la humillación de tener entre sus filas a alguien que destroza la palabra hasta fusilar su grandeza, como elemento de convivencia. Rajoy no ha sabido definirse en el caso Camps o en la gürtel. Pero es aún más bochornoso que no se atreva a tomar una decisión purificadora con respecto a Mayor Oreja.
España está manchada de sangre. Todos llevamos reliquias de amargura en nuestras almas. Pero que un miserable como Mayor Oreja asegure que nuestro propio gobierno democráticamente elegido es cómplice de tanto dolor lo convierte en un ser digno de ser expulsado a las afueras de la plaza grande de la palabra donde tratamos de convivir como artífices de la libertad y la historia.
¿Esto es política? Más bien es la escoria última de una dictadura en la que se vivía en una gozosa placidez
4 comentarios:
¿Que se puede esperar de un opositor vitalicio y un partido carca que mantiene como presidente de Honor a un sinverguenza apedillado Aznar que incita a los jóvenes a destriparse en las carreteras con cuatro copas de mas y goza de los lujos que le permite su multiocupación en empresas e instituciones tan indignas como el personaje que protejen? Lo de Mayor Oreja es solo una muestra mas de la solidaridad transgresora de estos fachas a la hora de arropar a los centenares de ovejas negras que mantienen en su rebaño.
Habría que preguntarle al Oreja que tal aquellos pactos de Zurich con ETA en 1998 cuya consecuencia no fue otra que más terror y más muerte.
Siempre gracias maestro
Salud
Querido Rafael, no puedo estar más de acuerdo con tu artículo. Efectivamente, la palabra es un arma muy peligrosa. He leído estos días en un periódico digital de extrema derecha, unos comentarios, con respecto a lo que ha sucedido en Noruega, que pone los pelos de punta.
Un abrazo
De palabras incendiarias en esta piel de toro nuestra andamos bastante sobrados. Y no hace falta ser un lince para comprobar que la procedencia siempre es del mismo sitio.
La Transición estuvo mal desde los cimientos. No colocar a cada uno en el lugar correcto de la Historia devino en la vanalización del franquismo. Que este señor diga las cosas que dice, sin que le salga caro, impunemente, o que determinados historiadores biografíen como lo hacen es la consecuencia de la "modélica" forma de transitar que tuvimos.
Pero, con tertulianos incendiarios calentando la visceralidad de quienes no razonan ni se les da opción a ello. Con medios que expulsan a lo mejor de la conciencia pública de este país... ¿acaso puede extrañar comportamientos como el del nazi (nazi, no loco) noruego? Un saludo.
He leido su artículo y comentarios subsiguientes; lo mas destacado es el lenguaje sumamente dialogante. No es ni son Vds. mejores; a mí me da un tufo guerracivilista que apesta a resentimiento, y los españoles de hoy, merecemos un pais y una ciudadanía moderna y culta, y que deje ya de una vez por todas de homenajear a Franco, que ya les dura mucho mas de lka cuenta. El debe estar que no cabe en sí mismo de que se le siga haciendo el juego. La guerra terminó hace ya mas de 70 años, o es que necesitan Vds. otra?
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