César Vidal siente asco, repugnancia e indignación, no al mirarse al espejo, sino al ver a la Ministra de Defensa expresando su admiración por unos soldados a los que no ha dedicado ni un minuto de su atención. Asco, repugnancia e indignación que le nace al locutor de la COPE del propio historial de Carmen Chacón: antiespañola, separatista, perseguidora de la lengua castellana, integrante del PSC, que ha convertido en primer objetivo d su ministerio integrar a la mujer en las Fuerzas Armadas y a cambiar los uniformes femeninos en el Ejército. Ella es hasta cierto punto la culpable de las muertes últimas en Afganistán.
Pero ningún crimen es tan abominable como el hecho evidente de que “la Chacón ni es un hombre ni tiene honor. Bastaría con que dimitiera para que nos librara a todos de semejante obscenidad”
Sentir el temblor por la muerte, abrazar el inmenso dolor de una viuda, experimentar la orfandad de un niño, interrogarse sobre la infinita profundidad de una tumba, son sentimientos despreciables. También es despreciable, supongo, el llanto de los soldados, mirada al frente, músculo tenso, bandera izada sobre sus hombros en los funerales de Figueirido. A César Vidal todo esto le produce asco. Carmen no es un hombre. Repugnante, obsceno. Un hombre macho no debe llorar, dice el tango. Pero de una mujer no puede esperarse otra cosa. La sensibilidad es indigna e indignante. Por esta razón pertenece sólo a seres inferiores, degradados, de segunda categoría: las mujeres. No puedo imaginarme a César, emperador del macherío y la misoginia, impugnando por obscenas las lágrimas de su madre, de su esposa o de sus hijas, si las tiene.
Desde ese cobarde complejo de superioridad (más complejo que superioridad), Losantos, P.J., Vidal se erigen en palabra diariamente vomitada. No hacen política, ni pedagogía, ni defienden los valores de una ciudadanía libre, creadora, constructora de un futuro ilusionante. Simplemente supuran. Son los portavoces de una Iglesia que concibe la mujer-tentación, mujer-pecado, mujer-desprecio, mujer-inferioridad, mujer-marginal, sin derechos reconocidos, auxiliar de desahuciados y dependientes, pero incapaces de aspirar a estolas y mitras. Y tanto hedor está bendecido por una Jerarquía que apela a la libertad de expresión para justificar a sus apéndices ante los micrófonos. Fariseísmo defensor de libertades amplia y conscientemente pisoteadas a lo largo de la historia. Posturas amistosas de dictadores muertos y siempre resucitados.
Carmen: muchos te odian. Otros te queremos, por MUJER, por catalana, por española, por socialista, por ministra, por saber asomarte a la muerte con lágrimas femeninas.
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