Cuando alguien necesita demostrar su superioridad aupándose sobre las espaldas de otros es simplemente un opresor. Subirse a los hombros de alguien para que se admire nuestra esbeltez nos convierte en pisoteadores de los demás. “Querer evitar la destrucción del hombre” a fuerza de destruir a la mujer, proclamar su superioridad en base a la humillación, gritar su supremacía relegando a la marginación, implica una visión acomplejada que dice muy poco de la propia virilidad.
“La ideología de género busca la destrucción de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer” “En la ideología de género la sexualidad no se acepta propiamente como constitutiva del hombre, sino que el ser humano es el resultado del deseo de elección de manera que sea cual sea el sexo físico la persona podría elegir su género” “La ideología de género presentada como igualdad y no discriminación es una de las revoluciones más insidiosas porque conlleva la destrucción del hombre”
Todo lo que antecede son palabras e ideas del Cardenal de Toledo, Antonio Cañizares. Cardenal-macho donde los haya. Necesitado de apoyar su viril primacía hispánica en el desprecio de la mujer. La falta de dignidad intrínseca femenina debe ser el fundamento de su no admisión al sacerdocio. Un rechazo que atribuyen a la voluntad de Jesús de Nazaret. La Iglesia se autoproclama intérprete absoluta y excluyente de los designios divinos.
Jesús Pichel se pregunta desde su columna en este periódico hasta cuándo tendremos que aguantar una Jerarquía orgullosa, metomeentodo, con un complejo de persecución basado en cualquier legislación que no coincida con planteamientos tan aberrantes como los que anteceden. Sólo, pienso, cuando recupere una humildad que perdió con Constantino y que es origen de su poder supremo, jerarquizado y dictatorial.
La Jerarquía eclesiástica tiene derecho –faltaría más- a expresar lo que piensa y en todos los órdenes. Pero los ciudadanos tenemos también derecho a exigirle que sus enseñanzas no sean coercitivas y que no las residan en su distorsionada visión de Dios.
Basta de desprecio hacia los que no participan de su fe, hacia los homosexuales, hacia los matrimonios no canónicos, hacia los que necesitaremos, tal vez pronto, de alguien que nos ayude a morir dignamente, hacia la mujer, hacia la no confesionalidad que nos hemos dado por voluntad soberana del pueblo.
Y que asuma esa Jerarquía que cuando expresen posturas-macho como las del Cardenal de Toledo, tengamos la posibilidad de mostrar nuestro desacuerdo sin condenas eternas. Exigimos un respeto absoluto a la voluntad del pueblo que somos actualmente y que ellos nos proh9ibieron ser durante cuarenta años.
“La ideología de género busca la destrucción de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer” “En la ideología de género la sexualidad no se acepta propiamente como constitutiva del hombre, sino que el ser humano es el resultado del deseo de elección de manera que sea cual sea el sexo físico la persona podría elegir su género” “La ideología de género presentada como igualdad y no discriminación es una de las revoluciones más insidiosas porque conlleva la destrucción del hombre”
Todo lo que antecede son palabras e ideas del Cardenal de Toledo, Antonio Cañizares. Cardenal-macho donde los haya. Necesitado de apoyar su viril primacía hispánica en el desprecio de la mujer. La falta de dignidad intrínseca femenina debe ser el fundamento de su no admisión al sacerdocio. Un rechazo que atribuyen a la voluntad de Jesús de Nazaret. La Iglesia se autoproclama intérprete absoluta y excluyente de los designios divinos.
Jesús Pichel se pregunta desde su columna en este periódico hasta cuándo tendremos que aguantar una Jerarquía orgullosa, metomeentodo, con un complejo de persecución basado en cualquier legislación que no coincida con planteamientos tan aberrantes como los que anteceden. Sólo, pienso, cuando recupere una humildad que perdió con Constantino y que es origen de su poder supremo, jerarquizado y dictatorial.
La Jerarquía eclesiástica tiene derecho –faltaría más- a expresar lo que piensa y en todos los órdenes. Pero los ciudadanos tenemos también derecho a exigirle que sus enseñanzas no sean coercitivas y que no las residan en su distorsionada visión de Dios.
Basta de desprecio hacia los que no participan de su fe, hacia los homosexuales, hacia los matrimonios no canónicos, hacia los que necesitaremos, tal vez pronto, de alguien que nos ayude a morir dignamente, hacia la mujer, hacia la no confesionalidad que nos hemos dado por voluntad soberana del pueblo.
Y que asuma esa Jerarquía que cuando expresen posturas-macho como las del Cardenal de Toledo, tengamos la posibilidad de mostrar nuestro desacuerdo sin condenas eternas. Exigimos un respeto absoluto a la voluntad del pueblo que somos actualmente y que ellos nos proh9ibieron ser durante cuarenta años.
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