martes, 6 de octubre de 2015

ALLI DUELE


Duele al noroeste de mi cuerpo,
donde la clavícula es un mástil abatido
y el omóplato un mundo deshabitado.
Allí duele.
Ahí cabalgan células desbocadas,
Atilas con pezuñas de bronce
que humillan la belleza de la carne
y matan la hierba verde de la piel.
Allí duele
donde empieza la muerte,
según lo certifica un tac frío, sin conciencia
que decreta que los besos se destruyen
al noroeste de mi cuerpo.
Allí duele,
donde la radio incendia las fronteras
y pretende aplastar la rebelión del barro
que se hace pedrada por la espalda.
Allí duele,
contra la indefensión de la razón
que sufre el absurdo poderío de la nada.
Por el noroeste de mi cuerpo
se vacía la vida,
catarata de polvo que desemboca
en un columbario de nostalgias.
Allí duele
hasta que me acostumbre
a la muerte dilatada como un río sin cauce,
como el desorden de un caos sin leyes.
Al noroeste,
donde empuja un toro con los ojos vendados.


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