ESPAÑA POR AMOR DE DIOS
España
está a las puertas de una iglesia. Sucia, hambrienta, borracha. Rodeada de
colillas, don simón acuoso y un perro con el estómago colgado del costillar.
España desnuda de Lorca, de Dámaso Alonso, de Juan Ramón. España repudiada de
gótico, románico, alhambras y mezquitas. Sin Sevilla de giraldas, sin Granada
de generalifes, sin Galicia de rías y Asturias de sangre verde. Desnuda España
de España. Ella sin ella. Hueca. Vacía. Sin andamio interior donde apoyar su
historia.
Comedores
llenos de hambre. Estómagos en fila. El frío de luna acumulado en los huesos.
Frío sobre frío y frío. De noche de aceras, de cajero con cartones, de puentes
con restos de desahucios. Niños de mocos helados. Mujeres sin muslos para
maridos en paro. Viejos hartos de ser viejos, con la muerte deseada en las
esquinas. Enfermos sin el gelocatil para el reuma empedernido. Dependientes con
muletas de madera, como en el tiempo aquel, con pensión de guerra recién
terminada en los cincuenta. Antes de Suárez, de Felipe, cuando España era un
coto de caza contra el rojerío, con tiros de gracia en las tapias y la bendición
de su santidad en las esquelas. Con el hambre de equipaje, como único equipaje.
Chocolate a veces los domingos. Pollo a veces los domingos. Mujeres de luto
eterno, piernas cerradas para siempre porque no quedan machos que fecunden,
porque no hay unos labios donde posar los labios, porque no hay unas manos para
pechos olvidados.
Abuelos
sacados de sus residencias de ancianos para hacerle papillas al churumbel de
dos años, para el caldo de algarrobas, para el pan duro tostado y sin aceite.
Abuelos con sesenta años de guadañas cotizadas, de espigas adolescentes, de
aceitunas rebuscadas en las fincas del señorito, de patatas arrancadas a
escondidas, de guardias civiles con capote y a caballo esposando a los ladrones
de sandías, a lutes que caminaban o reventaban. Abuelos de cuatrocientos euros
para repartir entre treinta día del mes, entre seis bocas de familia.
España
de un ahora que es de ayer, de un entonces que parecía olvidado, de un pasado
resucitado en Cuelgamuros. Como cuando el racionamiento, las cartillas, el
estraperlo. Como la España que cuentan los que cuentan que hubo una guerra, una
santa cruzada, bendecida urbi et orbe, cuando los comunistas eran tan
comunistas que hasta Dios ayudaba porque Dios era de derecha y sostenía el
palio.
Hemos
vuelto al hambre, a la beneficencia, a la caridad vicaria de la justicia, al
obrero esclavo, al despido caprichoso, a la indemnización-limosna, a los
derechos tronchados, la libre expresión
encauzada, la huelga “modulada” al
andamio como precipicio, al chantaje de seiscientos euros si quieres y si no
los querrá otro, al miedo como herramienta de dominio, a la juventud sometida
porque menos da una piedra, a la calle como infierno arrinconado porque las
colas del hambre harán lo que yo quiera que para eso tengo el dinero.
Y
en esas estamos. España como aquella España
que cuentan, que creíamos enterrada, sepultada para siempre por la
sierra madrileña. El entonces hecho presente, aquí, ahora. Sin esperanza, sin
futuro. Con desesperados a millones, con juventud sin mañana, con maletas otra
vez camino de Alemania, a engordar los mercados, a ser camareros de primas de
riesgo, a limpiar los zapatos a la banca, a sacarle brillo a las farolas de
Bruselas.
La
historia no se repite, se vomita. Y se esparce el asco por la vida. Y nadie
sabe cuánto tiempo manchado queda hasta que vuelva si vuelve la alegría, la
esperanza, las ansias de vivir.
España
a las puertas de una iglesia. España por amor de Dios.
1 comentario:
Y para que no falte de nada; también está la otra España, la corrupta, defraudadora, la que goza de privilegios “merecidísimos” por ser lo que son.... “los más listos”.Y todo a la vista de todos, con publicidad y alevosía. Hay demasiada gente callada, y no me refiero al pueblo llano. No sé si es miedo o cobardía. El caso es que hay demasiados silencios ¿Hasta cuando estaremos dispuestos a aguantar?
Es tarea de todos, amigo Rafael... un abrazo.
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