LA COLA DEL PARO
Para Ana, que se apellida Luna
porque la lleva en los ojos verdes.
Ana
es bella como una giralda morena. No he tenido nunca sus ojos frente a frente.
Vivimos en la distancia que ella cubre con la palabra rebelde, con la imagen de
una Sevilla altiva de feria y semana santa, de farolillos y macarenas que
lloran el fracaso de un cristo hijo por Placentines estrecha. Ana es bella como
una giralda morena.
Seis
millones de hombres, de mujeres, de hambre, de frío, de miedo, de humillación,
de pasado sin futuro, de ayer sin mañana, de nostalgias sin creación. La cola
del paro para pedir movimiento, para no perder masa muscular, para seguir
andando. Pero no hay camino, ni calor, ni orgullo. Hay inmovilidad tan solo,
abandono tan solo, desesperación tan solo. Y el asco hasta el cuello como un
agua podrida, infectada, con parasitosis en los intestinos de la vida.
Ana
es bella como una giralda morena. Con noches de luchadora sindical en el
rostro, con pancartas exigiendo la existencia de la mujer-mujer, con gritos
persiguiendo derechos laborales. Por la Sevilla de Sierpes y Sagasta, por La
Palmera y el Costurero de la Reina, Campana y Encarnación. Universidad en los
apuntes, pan y manteca “colorá”, calentitos café con leche los domingos de
besos y manos enlazadas.
Isla
Mágica nacida entonces, cuando Sevilla fue más Sevilla. Isla Mágica vomitando
huelgas, parados sobre un Guadalquivir ancho de turistas, de puentes, trianas y
cachorros. Isla Mágica parida por un Guadalquivir con cintura faralaes,
maestranzas en los pechos y monteras de Curro en las orillas. Sevilla está en
la cola. Sevilla es una cola ante un INEM inmenso de desengaños, de sobrantes
de casetas con señoritos de “pescaito” y vino fino La Ina. Sevilla de luto pero
hermosa como la Ana de ojos grandes buscando un quehacer productivo para
ganarse el pan con la honradez limpia del trabajo.
Pero
no hay trabajo. Ana, la bella Ana, es un número, sólo un número en la cola
infinita del asco. Le dijeron que sobraba, que se buscara la vida por las
aceras, por la plaza de la Virgen de los Reyes, Arzobispado y Catedral con
salida al Barrio de Santa Cruz. “Ay, barrio de Santa Cruz, ay, plaza de Doña
Elvira” “Porque han clavado dos cruces
en el monte del olvido” Eso son los
parados: el gran monte del olvido, con cuatrocientos euros si acaso, con la
limosna del banco de alimentos si acaso para los niños sin leche, para los
desahuciados sin techo, para los que han perdido el trabajo como quien se
olvida de la propia existencia en los soportales de la pena.
Ningún
dolor es urgente a partir de las ocho de la tarde. Nadie puede nacer cuando se
pone el sol. Ni está permitida la hemorragia, ni el infarto a deshora. Hay que
organizar el dolor como se organiza la cola del paro con vigilante privado que
no permita que el hastío se salga de la cola, porque hasta el vómito tiene que
guardar un orden. Era ingeniero, pintor, abogado, maestro, enfermera. Eran.
Tiempo verbal del pasado. Son cola ahora, desesperación ahora, con ayer pero
sin ahora, con recuerdos de album de fotos que se pondrán marrones cuando los
nietos sean si son algún día nietos. Porque no están los tiempos para el amor,
para hombres erectos, para piernas con el amor por dentro, para sangre vertical
y besos y caricias y palabras boca a boca.
España
se ha dado cita en la cola del paro. Seis millones circunvalando España.
Tapándose la cara como esos delincuentes arrepentidos y asqueados. España
vergüenza de sí misma. Otra vez con la cartilla de racionamiento, con el azúcar
moreno, con el estraperlo de la esclavitud: a la rebusca de la aceituna, del
algodón, reformas y pinturas. Quinientos euros al mes, diez horas de trabajo,
de domingo a domingo. Si no lo quieres te jodes, dice la niña Fabra desde un
escaño rojo. Otro lo querrá por los churumbeles, el miedo, la “cornás” del
hambre. Sí, es el estraperlo de la esclavitud.
Yo
quiero ver a la CEOE, a Rajoy, a Fátima frente a los ojos verdes de Ana morena.
Yo quiero ver a Rosell, a Arenas, a Cospedal, a Pons, a las promesas-putas que
maquillaron la mentira para llegar a Moncloa. Aquí quiero ver la reforma
laboral que crearía trabajo, a los mercados, a la prima de riesgo, al déficit
sosteniendo la mirada a esta giralda morena. Son ellos ahora los que deberían
ponerse en la cola de la desvergüenza, de la traición, para dormir en un
prostíbulo de barrio negro.
Ana,
la bella, la de cintura de giralda, seguirá siendo alegría, esperanza, infinita
mirada porque la pena negra no tendrá poderío para mirarle a los ojos verdes de
Ana morena.
1 comentario:
Gracias amigo Rafael. ¡Que se me han caído un par de lagrimillas y todo! Un beso.
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