OKUPA
Se
es un okupa simplemente. Te sueltan en una maternidad cualquiera, empiezas como
un gato a cuatro patas y un día te das cuenta de que tienes las espaldas
cargadas de soledad. Ya estás en el mundo. Arañas a quien sea por un ratoncillo
vivo y disfrutas mordiendo su agonía. Te echas a dormir y piensas que al fin y
al cabo es la vida, la lucha por la supervivencia. Y un día se te llenan las
ingles de ternura, buscas una gatita blanca y negra, os decís un poema entre
caricias y nace un gatito, otro okupa que rueda, que busca un ratoncito hasta
que un día las ingles…Y así, a lo mejor en círculo, a lo mejor en línea recta,
el tiempo se consuma. Y tú, gatito primigenio, okupa anterior, te mueres de
perfil, como un lorca minúsculo, de Fuentevaqueros pequeño, de Granada
enamorada.
Nos
damos tal vez una importancia excesiva. Nos ponemos serios, muy serios, para
parecer importantes. Nos llama el Banco cliente 2055648. Te dice el director que no puede aguantar el
rojerío de tu cuenta. Has dejado de ser el señor don y te aprietan el cuello
porque ya eres sólo okupa. Y te expulsan con una deuda que tienes que pagar
como se pagan las deudas del amor.
Entras
en un hospital y dejas de ser D. José para ser simplemente el 244 con un pijama
azul, una vía de suero con expectorante
dentro y oxígeno litro y medio directo a los pulmones. Y escuchas a la
enfermera de turno: muy grave el 244. Y piensas: me están desalojando como a un
okupa cualquiera, como si yo no fuera D. José de Emidio Tucci, perfumado, con
cremas anti age y mocasín italiano.
Te
venció la hipoteca hace tres meses. No te llega el INEM para pagarla. Se te
hunde la empresa de zapatillas avaladas. Y una comisión judicial, con los
hombres de negro, muy de negro, te embargan hasta el aliento. Eres un okupa y
okupa tu mujer y okupas tus tres hijos. Encuentras un puente con okupas, pan
duro y don simón. Te acuerdas de tu madre. Se la llevó la vida hace unos años
para que nunca viera tu título universitario sirviéndole de almohada a un niño
bajo un puente. Te escuece la vida, o lo que sea, ofreciendo pañuelos a un euro
el paquetito, uno cincuenta los dos. Te pesa el hambre familiar de tu
mujer-piernas-cerradas, de tus hijos-boca-abierta, de sueños sin colchones, con
cartones reciclados para las noches con frío. Tres euros al día. Un avecrém
con pan. Y de pronto, un colega. Reclama
la propiedad del semáforo. Sin escrituras, pero suyo desde hace tres años y
medio. Y otra vez la conciencia de ser okupa, desalojado, sin la puerta de una
iglesia que llevarte a la miseria.
Te
llamaron del colegio los padres salesianos. Les dijo D. Juan Bosco que debían
enseñar a los más pobres. Han cambiado las cosas. Ahora son concertados, es
decir, que les entra dinero por la puerta principal, por donde entra el señor
concejal de educación y ciencia, terreno recalificado para que los niños de
uniforme tengan pasillos anchos, gimnasio y ordenadores. Y profesor de religión
porque España es lo que es por sus raices cristianas que diría Cañizares. Te
llama el director de comunión diaria, de rosario diario, de cilicio diario, de
todo diario. Tu hijo no puede seguir en el colegio. Dijo D. Bosco lo de los
pobres, pero comprenda usted el cambio, que dice el concejal, que dicen los
otros padres, que dice el profesor de religión…Que el niño no es un niño, es
simplemente un okupa y hay que desalojarlo como de la casa, del semáforo, del
puente.
Te
estás vaciando de ti mismo porque eres un okupa de ti mismo. Te estás
desalojando sin hombres de negro, sin comisión judicial, sin expulsiones bancarias,
sin colegios para pobres muy ricos. Te estás desocupando a ti mismo porque ya
no te merece la pena, porque la vida se tome el trabajo de matarme ya que yo no
me tomo la pena de vivir, como decía Machado. Te estás deshabitando de ti
porque duelen los huesos de soportar una existencia sin sentido.
Te
has muerto por fin. Por fin no estás. Ya no eres okupa. Ya ni siquiera eres.
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