EL LLANTO DE ESPAÑA
Si
las lágrimas son la sangre del alma, como diría Agustín el africano, las
lágrimas del rey deben ser azules. Hermoso color para el llanto. Pero hemos
comprobado que no lloran los reyes. Son muy machos ellos. “Y un hombre macho no
debe llorar” cantaba el tango testicular, tango entrepierna de apareamiento
dominante.
Juan
Carlos primero de España y quinto de ninguna parte, ni siquiera de España lo ha
dicho: “A España se la ve bien desde fuera. Desde dentro dan ganas de llorar” Y
ahí estamos los que siempre estamos dentro, los que no somos jefes de Arabia
Saudí, ni emperadores japoneses, ni indios de turbantes
hermosos-corte-inglés-a-medida.
Ahí
estamos los otros, los españoles habitantes de los barrios pobres de Alemania,
de las casas bajitas de Alemania, a los que Merkel vigila como los
extorsionadores de las mafias humanas vigilan a los pobres falsamente mutilados
de los semáforos, como vigilan los traficantes de carne tierna y joven a
sesenta euros el polvo, a cien copa incluida, a doscientos si droga, si colchón
con luna testigo y así hasta el orgasmo total de chalé en La
Moraleja-Somosaguas-La Finca. Merkel pasea por sus barrios pobres, con la
sonrisa azul de teutona conversa oriental, con restos de muro-Berlín-derrumbado
a empujones. Grecia, Portugal, España, Italia, suburbios de pobres
prefabricados. Y va exigiendo las limosnas recogidas porque para eso les
concedió un semáforo a tiempo parcial, con clinex antialérgicos, les permitió
tener hijos para exhibirlos entre las piernas de madre-humillación, por si la
misericordia, la solidaridad, la fraternidad. Y su ministro, de cuyo nombre no
puedo acordarme porque no hablo alemán ni en la intimidad, pero es el de la
silla de ruedas atropellando democracias, fusilando presidentes electos porque
las urnas electorales hay que llenarlas de déficit, de intereses de deuda, de
primas devastadoras de agencias, de mercados-mercadillos devoradores de
educación, de sanidad, de servicios sociales.
Merkel pasando revista a la
miseria, con Draghi amenazando, látigo entre los dientes, crujiendo el aire que
suena a música para los bancos de la usura.
Un
millón setecientas mil familias, sólo en España. Que los bancos alemanes
multipliquen por una media de tres y les sale la cifra exacta del hambre. Casi
seis millones de parados, con la esperanza desguazada, con los sueños sin
estrellas. Quinientos desahucios diarios con niños plastificados en cajeros,
seres acartonados con mujeres apretadas por aquello del frío, con la erección
prohibida porque miran las estrellas, con las piernas cerradas porque es muy
virgen la luna.
Es
un llanto España. Lo ha dicho el Rey-prótesis, el rey-Urdangarín, el Rey-marfil-elefante.
A España le duele España. Se le ha vuelto sensible la piel de la calle, los
derechos apaleados por unos antidisturbios que actúan de forma impecable porque
lo manda el ministro del interior, la delegada rubia con el corazón escondido.
Y Wert se quita el polvo de los zapatos porque los manifestantes son radicales,
antisistema, con voluntad de imponer el comunismo trasnochado. Y Cospedal
vislumbra tricornios y Montoro promulgando los presupuestos más sociales de la
democracia. Y Rajoy constatando que los buenos españoles se quedan en casa
saboreando la copa de sobremesa de langosta y caviar iraní. Son los que quieren
destruir la democracia. Lo ha dicho Villalobos mientras cocina cocido con
huesos de vaca loca. Báñez contempla como dato esperanzador los seis millones
de parados, las mujeres pariendo en las puertas del INEM. Esos parados ya no
son parados. Soraya-vice los ha convertido en acicate, en espuela de rejoneo
que lleva al quiebro elegante ante los cuernos de Merkel embistiendo.
Los
hambrientos, mineros de cubos de basura, conquistadores a codazos de un plato
caliente en Caritas, apisonados de resignación por unos Obispos que prometen
cielos mientras se comen la cosecha dineraria de la tierra.
Un
llanto España. Al borde de la madre tierra. Porque hay quien se mata para dejar
de llorar. Porque es barata la soga, porque un tiro te lo puede dar cualquiera,
porque una merienda de opiáceos te permite besar los dientes de la muerte.
Un
llanto España. Sólo un llanto.
1 comentario:
De seguir así las cosas, no tendremos más remedio que consolar al Rey y, de paso, agradecer a la santa madre Iglesia, por las promesas del cielo que reservado tiene, como premio a los desahuciados. Pero mientras tanto. ¿Podrían alguien echar una mano de los que pueden? Y hablo de justicia no de caridad.
Un abrazo amigo Rafael.
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