Pequeña empresa. Quince trabajadores. Un dueño-dueño. Me lo decía con orgullo de traje gris marengo, chaleco y corbata a juego: Yo le doy de comer a quince familias. No, Paco, no. Quince familias te dan de comer a ti, y te permiten el Mercedes, y el abrigo de pieles de Rosa, y el colegio del Opus de tus hijos, y tus viajes acompañando al Madrid y tus cenas en los Borrachos de Velázquez.
Los empresarios han invertido el orden de la vida. También algunos tertulianos. Justino Sinova lo decía en televisión: “Estos señores son los que crean empleo” Parece que nadie se da cuenta de que son los empleados los que crean el dinero que disfruta el empresario.
Casi cinco millones de parados. Digamos que diez millones de unidades familiares con el estómago entre las manos. Con hipoteca impagada, digamos. Con niños sin cine, sin parque de atracciones, digamos. Con angustia chorreando las paredes del alma, digamos. Con sentencia de desahucio. Caldo avecrém de posguerra. Refugiados en la pensión-quinientos-euros de padres que viven en cuarenta metros cuadrados. Demasiada pena para tan poco espacio. Demasiado dolor para tanto colchón por los pasillos. Demasiado amor sin intimidad para el beso.
Y los que más tienen negándose a pagar impuesto de patrimonio sobre viviendas vistas al mar, sobre el yate varado como un columpio de lunas, sobre tierras y olivos con ayudas europeas, latifundistas de fresa y algodón. Cuidado. Son los creadores de empleo y hay cinco millones de parados.
Y quieren montar un mercado de trabajadores. En rebajas, siempre en rebajas. Para rotar mercancía. Con un despido barato. Pocos, muy pocos días por año. Que cueste apenas despedirlos. Para que tengan la amenaza del despido siempre delante de los ojos. Para que se vayan al INEM con lo que sobra de una comida de amigos. Y se admite a otro. Con un contrato “fijo” con fijeza clavada en el viento. Hasta cuando yo –traje gris marengo-corbata a juego- quiera y te pague el finiquito equivalente a una caja de habanos.
Capitalismo. Mercados. Liberalismo. No intervención. Desregulación. Reforma laboral. Resumen: despido libre. “Estos señores son los que crean empleo” Nadie se acuerda de que son también los que crean el hambre. Porque acaparan grandes monopolios que marcan los precios al consumo del mundo. Porque son los que nos regalaban un televisor con el préstamo vivienda y ahora nos arrojan de esa vivienda, se la quedan, la revenden y nos exigen que sigamos pagando el préstamo. Porque se asignan jubilaciones millonarias, le arrancan el techo a una familia que no puede hacer frente a una hipoteca de ochocientos euros porque sólo tiene cuatrocientos veinte de ayuda estatal. Porque Durán i Lleida echa en cara que unos jornaleros cobren quinientos euros que él les envía desde el Palace y que se pasen el día en el bar. Es más elegante el wisky en un hotel de lujo que un tinto en la tasca del barrio.
Estos señores son los que crean empleo. El trabajo es un derecho, no una graciosa donación de nadie. Al creador de empleo no se le otorga la facultad de disponer de la vida de nadie y debería ser consciente de que tiene unos deberes que cumplir y a los que hay que obligar con una legislación justa, proporcional e insoslayable. Lo que está pidiendo la CEOE es simplemente la implantación de un estado de esclavitud. Está exigiendo una flexibilización que pone en manos del dinero la vida de quien, por carecer de riqueza, debe estar sometido, ignominiosamente sometido, a la voluntad del poderoso.
A lo mejor tanta indignación planetaria no es el fruto de izquierdistas radicales que tanto molestan a Aznar. Tal vez sea un grito de dignidad de quienes están cansados de pagar las consecuencias de una especulación insaciable. Por simple cálculo egoísta deberían las grandes fortunas poner medios de vida satisfactorios al alcance de todos. De lo contrario es posible que un día cualquiera los pobres se cansen y llenen las plazas de los pueblos del mundo y griten sus derechos, y exijan que se cumplan sus demandas porque la justicia es un patrimonio demasiado serio como para dejarlo en manos de una élite estrávica y deforme.
Los pobres, sólo los pobres, pueden devolverle al mundo la alegría de girar cada mañana.
1 comentario:
Hay tanta verdad en lo dicho... Imposible que: “los justinos sinovas”, no lo vean o, peor aún, que sí.
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