La otra noche se corrió la voz por todo el barrio: El Papa ha muerto. O sea, que Vd., Santidad se ha ido al cielo. El cielo es otro barrio, pero más grande, una anchura infinita para que quepamos todos. Con un plan de ordenación urbana a discreción. Cada uno vive donde y con quien quiere, pero en paz. No hay muros de Berlín, porque Dios no quiere divisiones. Los polacos están libres del nazismo y del comunismo porque Dios exige a los suyos que sean libres. Vd., Santidad, promulgó la paz, la dialogó, la construyó. Seguramente le dolieron los brazos de parar tanta lucha. Allí no hay guerras preventivas, ni guantánamos, ni Azores que decretan matanzas. En eso ha salido ganando. Se habrá encontrado con Pedro, el pescador. Con Juan de la Cruz y Teresa de Avila: buena gente. Con Judas, amigo a tiempo parcial de Jesús y con María Magdalena, la mujer que un día perdió la memoria del corazón. Seguro, que Vd., Santidad, está a gusto
Aún no habrá tenido tiempo de saludar a todo el pueblo. Pero mañana o pasado, se encontrará con los teólogos de la liberación. Suelen pasear por el barrio de Los Pobres, conforme se entra a la izquierda, naturalmente. Ahora Vd., Santidad, no podrá excluirlos, ni proscribirlos. No le va a enmendar la plana a Jesús que disfruta yendo a comer con ellos como cuando estuvo en la tierra. Y Häring, y Theilard de Chardin, y Marciano Vidal: Viven por la Avda. de las Bienaventuranzas. Enseñan, como hicieron toda su vida, que el amor es lo importante. Pero ahora, Santidad, ya no podrá quitarles la cátedra, porque Dios los nombró “honoris causa”.
Y se va a encontrar, Santidad, con los homosexuales y lesbianas. A lo mejor intenta pasar de largo, haciendo como que no les ha visto. Pero será inútil. Atravesarán de estrella a estrella en carrozas plagadas de rosas y claveles y campanillas. No se preocupe, Santidad. Vd. siempre creyó que Dios sólo amaba a los heterosexuales y por eso los excluyó. Qué error, Santidad. Abrácelos, y pelillos a la mar.
Verá más adelante a los tronchados por el sida. Vd., Santidad, les prohibió el uso del preservativo y lo único que consiguió con esa medida fué que llegaran antes que Vd. al reino de los cielos, aunque es verdad que tuvieron que sufrir demasiado
El cielo es sorpresivo, como el mismo Dios. Será todo una explosión de luz para Vd., Santidad, que disfrutó de ideas muy claras, inamovibles, inmutables. El amor lo igualará todo ante Vd. que siempre supo dividir las actitudes entre buenas y malas.
Animo. Se irá acostumbrando en la eternidad a dejarse manejar por Dios, aunque Vd., Santidad, haya vivido acostumbrado a manejarlo a El.
(Artículo publicado cuando murió Juan Pablo II)
5 comentarios:
Indescriptiblemente PRECIOSO.
No sé qué decir, Rafael. Toda mi alma se ha puesto de pie para saludarte. Una sonrisa como la fragancia de una rosa para decirte ¡ADMIRABLE!. La palabra enmudece y se llena de escalofríos ante la belleza denunciante de las atrocidades papales.
Insuperable, mi querido amigo. Sólo tu verbo tiene la capacidad de ir más allá, enmudeciendo nuestros labios de admiración.
Mi jardín, desbordado de flores, te aclama de felicidad. Hasta las margaritas, tan humildes ellas, están alborozas y cantarinas. A ti dedican su alegría.
Todas mis flores conmigo a su lado te mandamos un beso.
En el Cielo también tienen banda ancha. Megas y megas. Por eso Wojtyla pudo leer esta entrada y, arrepentido, decidió que era hora de confesarse. Pero, ¡ay!, ha tenido que pedir cita, porque la lista de espera es interminable. ¡Hay tan pocos sacerdotes en el Cielo!
Me uno estrechamente a las palabras publicadas por María Dolores. Perfecto. Un post precioso que con tu permiso, Rafael, lo copio y lo pego en mi página donde guardo con todo cariño sentimientos y verdades de gente que me sorprende y me enseña todos los días.
Muy interesante...
Ese dios debe tener muy poca personalidad y carácter porque no solo el jefe lo maneja que también lo hacen muchos otros hombres que juegan a ser:"pequeños dioses".
Dioses que se permiten imponer a los demás como tienen que vivir su vida, la vida que a cada uno pertenece pero esos pequeños dioses pretenden adueñarse de ella.
Esos dioses que habitan en todas las religiones y todas ellas manejan a los dioses.
¡Menuda sorpresa se van a llevar como ese dios, al que manejan, en verdad exista!
Y como muy bien dice usted Rafael: "tengan toda la eternidad por delante para avergonzarse de haber jugado a ser dioses de segunda".
En esta ocasión Rafael, es tanta mi admiración por este artículo que, sólo puedo leer y releer y en medio reflexionar.
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