Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Constitucionalmente están permitidas las manifestaciones, pero dentro de un orden. A los manifestantes los flanquea una cadena humana que hace guardar el orden. Y por si acaso se desobedece a esos encargados, van a su lado, delante y detrás cordones policiales. Casco, chaleco antibalas, porras diseñadas especialmente para la crueldad por estudiosos crueles. Y unos fusiles que lanzan pelotas tremendamente dañinas, paralizantes, producto, entiendo, de personas creadoras de situaciones sanguinarias. Me imagino a los fabricantes de armas en una entrevista con los ministros de defensa: “Mire, Sr. Ministro, esta bomba es capaz de matar a tres mil personas de golpe. Puede usted hacer desaparecer un pueblo pequeño con una sola. ¿Se imagina el ahorro? Esta otra aniquila sólo a niños. Logramos así un enorme sufrimiento a los padres que terminarán claudicando inmediatamente. Además su acción evapora la sangre de los muertos y evitamos el espectáculo desagradable de tener que limpiarla con mangueras” Y el ministro comentando con sus colegas: “he hecho esta mañana una compra fantástica. No puedo revelar detalles, pero seremos los primeros en matar de la forma más higiénica posible”
Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Menos cuando de banqueros se trata. Veinte euros por renovar la tarjeta, tres por una transferencia de “mi” dinero a otra entidad bancaria, cinco por gastos postales, hipotecas vitalicias para dos dormitorios, cuarto de baño y cocina… Y así hasta cantidades infinitas. Aquí está permitido el desorden moral y ético. Tal vez por eso decía Cayo Lara estos días: “Hay que desalojar la calle de banqueros por higiene” Pero nadie se atreverá, porque son los que en realidad gobiernan el mundo. Los gobernantes están sometidos al ritmo indecente de la banca. La crisis actual está ocasionada por ella, pero la pagamos todos, especialmente los más pobres. ¿Y sus autores? ¿Cuántos de los padres de la crisis están en la cárcel? ¿A cuántos se les han embargado sus bienes? Eso queda para el albañil que duerme entre cartones porque no pudo pagar la mensualidad.
El orden. Cuando escribo ha sido desalojada la Plaza de Catalunya con un salvajismo digno de tiempos dictatoriales. Multitud de heridos. Un muchacho en silla de ruedas tirado al suelo. Los concentrados con las manos en alto, entregados limpiamente, pidiendo sólo que cambie un poquito el mundo. No que desaparezcan los pobres, sino que tengan derecho a la sonrisa. Por la tarde la Puerta del Sol se llenó de claveles, de “chabolistas harapientos”, diría Esperanza Aguirre. Se insulta hasta a los claveles. Claveles esperanzados de Abril portugués.
Orden. ¿Pero quien ha dicho que la vida sea orden? La vida es sorpresa, improvisación. El primer beso es un sobresalto de dulzura. El primer trago de carne y caricias, un escalofrío que pone de pié la sangre. La primavera llega como un fogonazo de luz. El mar es el mar porque no nos cabe en las manos. El amor, el revolcón inesperado de la existencia. El hijo, el asombro que nunca pudimos medir de antemano. El sexo, un temblor de vida, como un pájaro. El pájaro, la belleza haciendo caminos en el aire.
El 15-M está ahí. Inventando el desorden. Consciente de que el mar está bajo los adoquines, pidiendo lo imposible como parto feliz de la realidad. Estamos ahí, rehaciendo la historia para librarla de convertirse en costumbre esclavizante, creando futuro para que no nos golpee el presente y nos convierta en quietud suicida.
Nadie puede amar el orden. Sólo aquellos que fabrican bombas para ahorrarle dinero a los gobiernos.
3 comentarios:
Hoy, sus reflexiones sobre el “Orden”, y la palabra Claver, que aparece en el texto. Ha servido para retrotraerme al año 1974. Meses después de la “Revolución de los Claveles”, en Portugal. El sindicato vertical del que fui Enlace y, con Franco ya pachucho, se avecinaba el cambio en España, por lo que creyeron oportuno hablarnos para prevenirnos. Uno de los oradores dijo que España: “era anticomunista tanto como anticapitalista”,
En mis manos tenia un periódico de aquel día con la noticia: “desarticulada banda de comunistas”. Me armé de valor y, con disimulada ingenuidad le pregunté ¿Por qué nunca desarticulaban bandas de capitalistas? Hoy, salvando las distancias, algunas cosas siguen intactas.
Un saludo, Rafael, de este que le admira.
Bonico, sí, en este caótico mundo adueñado por la intransigencia ordenada del dinero, para felicidad de unos pocos y el abuso de los más, es necesaria la llama que clama la justicia y denuncia el auténtivo desorden social.
Y los llamados sublevados, porque, en realidad, desean, deseamos invertir este antisistema que nos angustia, resultan incómodos. Y no porque les puedan desperar sus conciencias, pues para despertar algo primero tiene que existir. Y estos archirricos de todo tendrán, pero conciencia no.
El temor es que otros puedan sentirse identificados y se sumen a los primeros. El peligro puede incrementarse.
La bestialidad de la plaza de Catalunya es, como bien dices, propia de tiempos presentes en nuestras memorias, pero no habituales en la España democrática.
Un beso y mi cariño, Rafael.
Bellas palabras Don Rafael, son hermosas no porque "el mar no quepa en nuestras manos, sino por el armazón que las sustenta en la calle, en las plazas;carne vibrante por las ganas de cambiar de rumbo nuestra historia como pueblo.Hace unos pocos siglos un grupo de hombres que provenian de la ilustracion europea, mentes brillantes de la ciencia escribieron algo asi como: "Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad." Hoy, en otro continente, su llama sigue viva.Un saludo cordial y enhorabuena por el blog.
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