martes, 22 de febrero de 2011

PATERA

A veces se nos cuela la pena en los bolsillos. Y al hombre le cuesta más ser hombre. Y al mar le cuesta ser mar. Cuando lunas negras se le clavan en los hombros y le duele el esfuerzo y la cesárea para parir treinta muertos. O cincuenta . O cien. Ni siquiera se sabe cuántos sois.

No llegasteis a España porque España no existe. España es un sueño de patera. Somos Europa. Un inmenso mercado donde todo se compra y se vende. Pero vosotros no tenéis un lugar en las estanterías europeas porque sois hombres descatalogados. El estrecho se hace anchura inmensa y en él os quedáis sobre las olas blancas como cristos sonámbulos.

Somos el bienestar y el tener. Padecemos sobrepeso y poseemos coches que van a doscientos por hora para poder morirnos de lujo. Somos el NORTE y eso prestigia y otorga unos derechos inalienables. Somos la RESERVA de Occidente y eso marca diferencias insalvables que nadie tiene derecho a saltar. Somos el PRIMER MUNDO y eso significa que todos los mundos restantes vienen detrás de nosotros. Tal vez incluso ni existan.

Pero a veces nos topamos con la mirada negra de algún niño negro, marroquí, subsahariano. Y sus ojos se nos quedan en los sótanos de la conciencia para sembrarnos los adentros de manos extendidas, de bocas hambrientas, de vientres hinchados. Sois el SUR. El sur de Europa. El sur de América. Os señaló una brújula siniestra e hizo de vosotros desgraciados cardinales.

Estamos orgullosos de nuestros buques, de nuestros portaaviones, de nuestros barcos de recreo. Programamos las guerras como el juego gigante de una play station. Podemos matar a los habitantes de un país conservando sus monumentos por aquello de la cultura. Localizamos el blanco (qué curioso: le llamamos blanco) con una exactitud milimétrica. Y hemos logrado no causar muertos. SOLO DAÑOS COLATERALES. Es mucho más elegante. La muerte queda para vosotros: la muerte por hambre, por sida, por las olas asesinas del estrecho.

Pero algún día, estoy seguro, nos obligareis a compartir. Algún día, estoy seguro, pisoteareis nuestro orgullo. Algún día, estoy seguro, será imposible mantener las fronteras con vosotros. Respiraremos entonces un aire limpio, comeremos un trigo blanco y haremos de la palabra un acto de amor que nos funda en mestizaje.

Sería elegante por nuestra parte tomar la iniciativa. Sería trágico tal vez que la tomarais vosotros. Vamos a citarnos en la orilla para bebernos el agua del estrecho.




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