domingo, 30 de enero de 2011

EL ORGULLO DE LAS MITRAS

El orgullo es un pecado. El desprecio, una degradación de quien lo ejerce. El complejo de superioridad encierra más complejo que superioridad. El falso dominio de lo absoluto es una miseria que empobrece a su poseedor.

En el centro del orgullo, del desprecio, del complejo, de la miseria se coloca a sí mismo el Obispo auxiliar de Madrid Juan Antonio Martínez Camino. Con una soberbia vergonzante sale a la plaza pública para condenar, ejerciendo de inquisidor, el matrimonio civil.

La Iglesia se ha apoderado de todas las actividades vitales y las ha sacralizado sin respetar el valor que encierra cada una de ellas en sí misma. El hombre, la mujer, la capacidad intelectual, la investigación, el sexo y sobre todo el amor son soportes insustituibles por su propia presencia sin necesidad de ser referidos a dios alguno. La vida, la muerte, el tiempo se mantienen sobre su propia médula como realidades no referenciadas a deidad ninguna. Las rosas dan elegancia al mundo aunque nadie disfrute su perfume. La humanidad no es un apéndice de la divinidad. La laicicidad es la desacralización de la vida para situarla como respuesta al misterio que somos.

Pero la Iglesia sólo contempla una conclusión blasfema: todo lo que no sea revestido de esa sacralización es maldad. En consecuencia la sociedad civil es buena o mala, moral o inmoral, si se inserta o no en los designios de una enseñanza dictada desde el sinaí tronante de las mitras. Porque además a Dios se le atribuye lo que es nada más que la elaboración preceptiva del episcopado. Los Obispos se han apropiado de Dios, lo suplantan, ejercen un dominio absoluto sobre él y en su nombre proclaman guerras santas, votos políticos y directrices sociales. Lo que no está pasado por el tamiz de las mitras no es bueno en absoluto. Fuera de la Iglesia no hay salvación. Son incapaces de entender que la laicicidad no es anticristianismo, sino autonomía de la existencia como valor en sí misma.

La historia de la Iglesia no ha sido un ejemplo a lo largo del tiempo. No siempre ha estado en condiciones de reivindicar su enseñanza como un arquetipo de realización humana. Basta con repasar la historia. No todo lo que hoy se proclama como cristiano ha sido tenido por cristiano en el pasado. Desde Constantino hasta ahora las alianzas con el brazo secular han sido constantes. Se ha hecho por la fuerza la implantación doctrinal en tierras conquistadas y se han defendido directrices que con el paso del tiempo se han visto erróneas. Hay mucho Galileo anatematizado.

Con soberbia, orgullo y desprecio, el Obispo Camino ha comparado el matrimonio civil con un contrato de telefonía móvil. “El matrimonio es la unión de cualquier ciudadano por tres meses y a los tres meses ese contrato puede ser disuelto por cualquiera de las partes, sin dar ninguna razón, es decir, es un contrato mucho más leve que contratar un servicio telefónico o de telefonía móvil, que usted tiene muchas dificultades para rescindirlo, para celebrar uno nuevo” El portavoz de los obispos tacha de “irracionales” y “perjudiciales para el bien común” las leyes que regulan las uniones en España.

Desde el pedestal de quien posee toda la verdad, de quien hace de Dios una propiedad absoluta, desde el poderío económico, el portavoz del episcopado humilla a todo aquel que se acoge a la legislación surgida de unos órganos elegidos desde la concordia democrática, con la responsabilidad de quien se siente autónomo en su conciencia frente a manipulaciones externas.

Los Obispos tienen derecho a expresarse libremente. Pero cuando esa expresión comporta una evidente falta de respeto a cualquier decisión personal se exponen a ser juzgados por lo menos con indiferencia.

¿Serán capaces los Obispos de preguntarse alguna vez por el pecado tan repetido de usar el nombre de Dios en vano?


3 comentarios:

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

Querido Rafael, una vez más eres insuperable en tu forma de expresar tu posición, razonada además, acerca de las posiciones de la Iglesia oficial, la católica. Su injerencia en el mundo político y en la sociedad civil por extensión. Su habilidad maniquea para intentar humillarnos con sus desprecios a aquellos que no aceptamos sus dogmatismos irracionales, y mucho menos que se apropien de la palabra de Jesús para seguir "gobernando" el mundo.
Ayer también escribí yo acerca del mismo tema. Pero mi carácter vehemente se traslada a mi manera un tanto irreflexiva de escribir. Soy incapaz de mantener esa paciencia y esa constancia tuya, sumadas a tu saber, para poder expresar de esa forma tan elegante tu disconformidad con estos suplantadores de Dios.
Mi admiración, como siempre.
Un beso.
Mª Dolores.

Fray Jorge dijo...

Laicidad es, por ejemplo, que en un colegio se celebre el Hallowen y se prohiba mencionar la Navidad . ¿ Esa es la idea que Vd. tiene de la libertad ?

Maximinimalidades dijo...

Con tu permiso si lo consideras bien Rafael.
Me dirijo a Fray Jorge...¿Quien se pica ajos come? Ante un echo poco significativo, puntual de un colegio que de una manera "colegiada" se considera practicante de la laicidad ve oportuno que para la enseñanza, para la educación se puede prescindir de simbologias y doctrinas excluyentes y pertenecientes en todo caso al ambito interior, religioso y privado de las personas u organizaciones, terrenos de las creencias y dogmas, como he dicho antes una cosa testimonial que permite la ley, hay en contraposición una implantación generica de proselitismo eclesial en las mayorias de escuelas y estamentos que aun siendo de origen laico o aconfesional como expresa La Constitución, rinden tributos en el amplio sentido de la palabra,¿a caso debemos permitir este mismo trato de favor a las demás religiones y dogmas? Pregunto...Quizás debíais quién piensa como vos, Fray Jorge no quejaros de vicio.