Hubo huelga. ¿Rompieron los organizadores la barrera del sonido, como afirma Méndez? ¿Ignoraba en realidad las repercusiones numéricas el Ministro Corbacho? ¿No disponía de medios suficientes para concretar la realidad que se vivió? ¿Hubo un empate técnico como asegura Luis Solana en El Plural? Allá los sesudos en la materia.
Reforma laboral, ajustes económicos y sus consecuencias, ampliación de edad de jubilación, etc. no van a ser modificados. Lo ha dicho claramente el Presidente del gobierno urgido por Europa, apretada a su vez por ese mundo inmundo, pero sacrosanto, que es el mercado. A la luz de esta inmovilidad, son muchos los que se preguntan si esta huelga tenía algún sentido cuando sus objetivos se presentaban como inalcanzables. La interrogante nacía en la derecha política y hacía mella hasta en la izquierda más razonable. Sin embarco, como señala el catedrático Juan Torres, “las únicas huelgas completamente inútiles han sido las que no se han hecho. No hay un solo derecho laboral o social que se haya regalado a los trabajadores, que no haya sido el resultado de luchas y de huelgas, y si eso lo sabe alguien bien son los militantes socialistas y de toda la izquierda. Si no se hubieran hecho, aún estaríamos en las cavernas” La huelga por tanto, al margen de los resultados inmediatos, es un derecho del mundo del trabajo que de forma evidente ha hecho avanzar la historia en cuanto a consecución de metas se refiere. Por algo los dictadores pisotean ese derecho desde el principio de su condenable asalto al poder. Que algunos prohombres del PP. intenten suprimir la representación sindical y arrinconar las huelgas por extemporáneas da mucho que pensar. Significa simplemente colocarse al lado del dinero. Y pretender contemporizar un derecho y un contra derecho sólo se le ocurre a Montoro, a Pons y a los contertulios de Intereconomía. Tener posturas claras, diáfanas, no contradictorias da altura a los políticos.
Hubo huelga. Se ejerció un derecho y deberían alegrarse todos aquellos a los que se les llena la boca de Constitución cuando de Cataluña se trata, cuando del País Vasco se trata, cuando de derechos de la mujer y muchos otros se trata. Pero resulta que estos constitucionalistas unidireccionales marginan la huelga como si no formara parte de nuestra esencia democrática. Cuando analizan el 29 de setiembre, lo reducen todo al desprecio de los sindicatos y a la existencia de piquetes. No hay más que escuchar a Esperanza Aguirre. Herman Tersch los tacha de matones. El periódico La Razón publica una portada vomitiva: “FRACASO DE LA HUELGA BORROKA” Lo va repitiendo Marhuenda por las televisiones dando un deplorable espectáculo periodístico e intelectual. No hablemos de Eduardo García Serrano, Javier Horcajo, Carlos Dávila, Javier Algarra, y de sus devotos del PP. como Elgorriaga, la Presidenta de la Asamblea de Madrid, Federico J. Losantos que cree que el ejército debería tomar las sedes sindicales, y podríamos seguir. ¿De verdad que todo los que sucedió el 29 de setiembre se resume en desprecio y piquetes?
El Consejo de Laicos de Madrid, con su distintivo lazo blanco, brilló por su ausencia. Tal vez se reservaron para encumbramientos papales. Los delegados de Rouco no apostaron, como casi nunca, por el mundo del trabajo.
La escena más idílica se produjo el día 30 en la Cadena SER. María Teresa Fernández de la Vega y Cándido Méndez se besaron el día después. Juntos en la ternura de un viejo cariño aún vigente. Sonaba la canción al fondo: “…Y sin embargo te quiero”
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