Fui niño por Granada. Bachillerato. Fútbol. Instituto Padre Suárez. El era ya un hombre. Alto, muy alto. Delgado, muy delgado, como un ciprés con hambre de posguerra. Sombrero con muchos soles dentro. Pantalón, camisa vieja y una cuerda ciñendo la cintura. Nunca supe su nombre. Era una sombra gitana con luna de sacromonte. Cortaba la hierba del colegio. La cargaba en su burrito peludo y pequeño, y se marchaba, altivo como un arco de triunfo. Juan Ramón y Platero. Parecía la pareja pensada por el poeta de Moguer. Hablábamos con Juan Ramón y acariciábamos a Platero. Fueron años de Alhambra, Generalife y Cármenes. Vacaciones de Güéjar Sierra al Veleta, acortando caminos, mortadela y pan duro en la mochila.
Juan Ramón vino un día como tantos. Cortó la hierba de siempre. Como siempre la ató como abrazándola y la cargó en los hombros. No estaba Platero. Los burritos peludos y pequeños también se van al cielo. Sin duda, el hambre. Los años, si duda. Le preguntamos. Juan Ramón aguantaba un luto atado a la garganta. Le dolía el dolor en los adentros. Platero –nos dijo- no ha muerto. Lo cambié la otra noche por una guitarra. Calló, pero supimos que en el alma le bailaban bulerías. Con el sacrificio de una merienda, reunimos dinero suficiente para recuperar a Platero a precio de estraperlo. ¡Qué alegre aquella trinidad bendita! Platero, guitarra, Juan Ramón.
No he tenido un contacto profundo con el mundo gitano. No he estudiado seriamente su idiosincrasia. Me inyectaron prejuicios y no sé si he logrado sacudirlos en mi largo camino. Disfruté con Juan Ramón. Guardo un tierno recuerdo de Platero. Y todavía tengo una pregunta que nunca he sabido responderme: ¿Es rentable cambiar tu instrumento de trabajo (Platero-compañero) por la alegría de una guitarra para rasgar una zambra? ¿No estamos obcecados por el tener frente al gozo inmensamente humano de ser? ¿No es esta herética inversión la que alimenta xenofobias contra el mundo gitano? ¿Por qué estrechamos la mano del banquero que nos roba parte del dinero que voluntariamente entregamos en su oficina y huimos de la ramita de romero que nos adivina si nos quiere una muchacha enamorada?
Alicia Sánchez Camacho, Anglada, Balbás, Enrique de Diego gastan sus vidas en nombre de una España cristiana, purificándose de musulmanes, gitanos, latinoamericanos y todo aquel que viene a estos pagos buscando un pan caliente. “Viva Cataluña sin mordaza y sin velo y la España cristiana”
Ramón Peralta, profesor de Derecho constitucional de la Complutense (piensen: profesor de Derecho constitucional) afirma con la seriedad que le da su cargo y la indignidad que le alimenta las venas: “España –un pueblo de cristianos viejos- es un país incompatible con el Islám” ¿Rechazaría Ramón Peralta inversores de los Emiratos Arabes?
Y Josep Anglada –azul de yugos y flechas- proclama: “No queremos musulmanes ni en Cataluña, ni en España ni en Europa. Aquí ya no cabe nadie más”Alicia, ególatra incalificable, asegura en Bruselas que “muchos inmigrantes no quieren integrarse, lo que genera problemas de convivencia y civismo” Sánchez-Camacho propone una mayor actuación policial, más diligencia con las demandas de incivismo y un control exhaustivo del empadronamiento.
Los inmigrantes no se han integrado, se argumenta. ¿Se han integrado ciertos elementos en una democracia abierta de par en par cuyo centro es lo humano, o siguen vomitando racismo, xenofobia, puro nazismo al fin y al cabo?
A Sarkocy le han encontrado un fichero. Listas de gitanos listos para la expulsión. Ciudadanos europeos a los que por lo visto no vale la pena darles la oportunidad de aspirar a una vida más digna.
Nos sobran Reyes Católicos. Nos sobran por reyezuelos y por católicos. Necesitamos una Europa que prodigue pan caliente, chatarra y un cuaderno.
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