sábado, 27 de junio de 2015







A LAS DIEZ MENOS CUARTO



Un muerto está muerto cuando ha perdido la memoria. Ni siquiera se acuerda del ataúd que lo envuelve, del traje absurdo que le colocan a los difuntos. Me he muerto a las diez menos cuarto. A las diez menos cuarto exactamente. Miré la hora en el reloj de mi amante. A lo mejor seguía amando mi cadáver. Pero estaba muerto desde las diez menos cuarto. Era un reloj que medía la cintura del mundo, el tamaño de su busto, sus caderas de aspirante a miss. Un reloj que dictaba a cada uno la hora concreta de su muerte: te vas a morir a las diez menos cuarto. Y aproveché la luna para tapar el sexo desnudo de mi amante, para dejarme llevar para siempre por el tiempo encerrado en su reloj. Ser-en-el-tiempo es eso: andar hacia el olvido hasta que den las diez menos cuarto en el reloj absurdo y oscuro de la nada.




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