jueves, 22 de enero de 2015

VERDAD UNICA


Tal vez la verdad absoluta
sea la adecuación de la nada con la nada.
Tal vez razonar sea sólo buscar esa verdad
vacía como un puñado de aire hueco,
de aire sin aire donde colgar los pájaros,
una afirmación deshuesada
sin andamios para la carne con un peso específico.
Este empeño de andar hacia ninguna parte
justifica una meta sin meta.
Entonces la muerte se convierte
en una mueca del hombre hacia sí mismo.
No es agnosticismo, ni ateísmo.
Es más bien lo humano como centro de nada,
como búsqueda inútil,
con conciencia de lo inasequible,
pero empujado por una fuerza
que nos condena al vacío
como única forma de estar,
a lo mejor de ser.
Nace el miedo a preguntar,
el temblor de saber que no hay respuesta,
el escalofrío de la duda perpetua,
el estremecimiento compacto de eufemismos necesarios
para inyectar importancia a la vacuidad instituida.
No sabría nombrarme.
No sabría nombrarte.
Y entonces el amor es un sexo cerrado,
fundidos los labios
para que un sexo erecto no pronuncie
la verdad arruinada de otro ser.
Y entonces el amor es una lejanía
dibujada desde un generador con raíces eléctricas.
No vale la pena el beso,
la caricia,
el tacto.
Nunca sabrán los electrodos
la dulzura de unos labios entreabiertos
y unos ojos cerrados
mientras se hunde la carne
en la piel de un paraíso abierto.
Sólo  duele el gemido.
Nadie sabe lo que escuece la sangre
cuando se derrama inútilmente
por las paredes de la piel.
Pido perdón por no existir,
por haberte engañado.
Me pido perdón por no existir
por haberme engañado.
Al fin y al cabo fuimos
lo que siempre ignoramos.


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