RECORTES, REFORMAS, CAMBIOS
Estamos
adelgazando, consiguiendo silueta, perfeccionando cintura. Y las palabras
juegan un papel importante en esta dieta a la que estamos sometidos por parte
de Europa, los mercados, los especuladores y muchos más que permanecen en la
sombra de las ideologías.
La
terminología que envuelve la transformación de la sociedad tiene mucha
importancia. Las reformas encarnan un sentido positivo. Se reforma siempre para
mejorar. De ahí el empeño de nuestro gobierno para hacernos ver que la
acumulación de alumnos por clase conlleva una socialización que influye en la
madurez de la chavalería. Lo dice Wert con una sonrisa oblícua de quien está
seguro haber engañado a alguien desde la superioridad de su sillón ministerial.
El copago o repago de los medicamentos que alcanza incluso de los jubilados con
pensiones de hambre muchos de ellos, va acompañado de la insistencia por parte
de la ministra Mato de que deben sentirse orgullosos de colaborar en la mejora
sanitaria.
La
amnistía fiscal no es la absolución gubernamental a defraudadores oscuros,
abrigados en fortunas de blanqueos sucios y hasta criminales. No es amnistía. Es un gravamen que aflora… Lo
dice Montoro. Mientras tanto, se promulga una ley de transparencia y se persigue
a unos parados que simultaneaban el cobro del desempleo y cuatro chapuzas y
media.
La
reforma de la ley laboral no entraña según la ministra Fátima Báñez una
amputación de derechos. Es la forma más expedita de crear empleo. Al mismo
tiempo el propio gobierno habla de la destrucción de seiscientos mil puestos de
trabajo. Y el trabajador empieza a vivir la angustia de tener una nómina hoy
sin la seguridad de tenerla mañana porque le pueden rebajar el sueldo, enviarlo
a trabajar a Laponia o despedirlo como consecuencia de una mala noche
empresarial.
Podríamos
seguir hablando de reformas. Pero en la calle el término es otro. Sabemos
llamar a las cosas por su nombre. Eso prometió el actual presidente: al pan pan
y al vino vino. Los eufemismos carecen de sentido cuando la realidad golpea
como la coz de un potro. Y la calle habla de recortes.
Pero
tampoco son exactamente recortes. Estos vendrían dados por la necesidad de
evitar deuda o de percibir dinero de manera puntual devolviendo los parámetros
recortados a su primitiva situación una vez superada la urgencia de esa deuda o
cesara la necesidad de mayor capacidad monetaria. Cuando esos recortes se
efectúan sobre capas concretas de la sociedad descuidando otras fuentes de
fácil acceso, los recortes adquieren categoría de cambio ideológico. En
educación, sanidad o servicios sociales se ataca directamente a la clase
media-baja y a las capas más desfavorecidas, como parados, pensionistas,
dependientes. No se graban las rentas altas, los patrimonios, las herencias,
las operaciones bancarias o los bienes y propiedades de una determinada
confesión religiosa. Y no se les toca intencionadamente para que en el futuro,
y gracias a ese cambio ideológico, se agudice el abismo que separa a unas
clases de otras. Se prima la enseñanza privada con desgravaciones, se aplican
bonificaciones a los seguros médicos privados y se exime del pago de impuestos
a una Iglesia (la católica) a la que además se le adjudican cantidades
importantes de dinero.
La
implantación de estos criterios separadores se apoyan en reformas y recortes con la intencionalidad clara y evidente de
constituir capas sociales divididas por criterios económicos y no teniendo en
cuenta situaciones o urgencias propias de cualquier ser humano.
Es
alarmante la existencia en el mundo de la miseria, la falta de medicamentos, de
vacunas, de agua corriente, de alimentos. Mientras se investigan nuevos avances
bélicos y se invierte en armamento, se niega al tercer mundo el pan y el agua.
Mientras en el primer mundo nos morimos de obesidad en el submundo se muere de
hambre y sed.
El
modelo implantado y mantenido a nivel mundial se quiere trasplantar a países
que hasta ahora éramos, salvando diferencias, naciones privilegiadas. No es un
problema de España. Ciertas naciones de la Unión europea tienen muy claro su
anhelo de dominio sobre otros miembros y quieren dejar clara su primacía de
pueblos dominantes sobre otros a los que ahogan con exigencias de tiro en la
nuca. Italia, Grecia, Portugal, España están siendo exprimidas por
especuladores no lejanos. El capital fugado de estos países se refugia en
Alemania, enriqueciéndola y aupándola a un dominio que suponíamos extinguido.
¿Cómo se explica si no que toda la Unión viva sometida a los designios de Angela
Merkel?
Es
comprensible que los ciudadanos nos enfrentemos con nuestros gobiernos
respectivos contra unos cambios de modelos insostenibles en este momento de la
historia. Pero resulta absolutamente incomprensible que esos gobiernos unidos
no se levanten contra esta dominación alemana que ya intentó dominar a Europa
por las armas en fechas no muy lejanas.
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