domingo, 4 de diciembre de 2011

NO QUIERE…

No quiere un nombre la tarde.

Pretende la luz anónima
de tu boca entreabierta
por si la noche se besa
los labios con tus labios.
Estamos siempre solos
como peces impares
en un mar sostenido
por la espalda cansada
de nostalgias de nunca.
Porque nada es recuerdo
si no existió entre las manos
la realidad de tu cuerpo.
No quiere un nombre la tarde
para que nadie pronuncie,
para que nadie encuentre,
para que nadie toque
la luz esquelética
de tu carne sin carne.
Sola la soledad
anónima del aire.
Los huesos de la luna
en tu centro.
Sembrando luminarias,
oscuras luminarias,
luz negra por tus montes
hasta las cumbres negras
donde sin cuerpo tu cuerpo
se pobló de mariposas
en los nidos azules de los besos.
No quiere un nombre la tarde.
Sólo tú tienes nombre,
oculto, callado,
caliente, recién hecho.