domingo, 24 de abril de 2011

TAL VEZ SOLO NOSTALGIA

Cuando los azahares. Cuando los naranjales paridos por Abril. Cuando la Giralda se aparea con el río por Triana. Cuando Sevilla es un parto de perfumes. Eramos niños entonces. Dios vivía en el Pardo, condecorado por Franco los domingos mañaneros. Dios estaba a gusto dirigiendo las conciencias. Franco disfrutaba con la amistad divina bajo la sombra del palio.

Eramos niños entonces. Macarena de Queipo. Esperanza morena de Triana. Sevilla era hermosa. Nunca sabrá ser de otra manera. Guadalquivir en la cintura preñando de magnolias los pechos de blusa estrecha.

España era católica. Lo ordenaba el Dios-Franco desde un despacho macabro donde esperaban expedientes la firma de la muerte. Misa de siete para criadas de almidón y jornaleros de boina negra. De doce para señoras de negro y camisa azul con flechas rojas. España no era lo que nos decían que era. Pero terminaba siendo lo que nos obligaban a ser porque no había otro remedio.

Se guardaban los Gainza y Ramallets, los mihuras y los Ordoñez. Eran una obligación las lágrimas y la santidad una exigencia. Prohibidos los besos. Olvidadas las caderas. Los días del amor supuesto se prohibía el amor real por los trigales jóvenes, los besos por las esquinas del viento, las manos enlazadas para sostener la vida.

Dios se hacía tristeza, melancolía otoñal con la primavera dentro. Angeles negros por los balcones, llanto cofrade descalzo por adoquines de Sierpes. Mantillas y peinetas para la luna de la madrugá. Madrugá por la Campana. Saetas por las paredes, por las copas amargas de los árboles.

Todo eso fue niñez de españolitos de entonces, cuando los azahares, cuando se nos caían las lágrimas por dentro, por la fachada del alma, hasta el nivel de la pena, penita pena.

Dios se hacía tristeza. Tal vez fue siempre triste y la alegría fue sólo una muleta para embestir la existencia. A lo mejor no nació nunca, nunca fue niño de hospicio, engendro de posguerra, franquista por decreto de Pío, Papa XII. A lo mejor los correajes se los puso una Jerarquía que entregó a los vencidos en almoneda, al peso, por un puñado, por muchos puñados de privilegios.

Es domingo de resurrección. Ahí las arizónicas, los cedros y un magnolio adolescente como aquellos niños de posguerra, cuando los azahares. No sé si lo que tengo enfrente es un folio, una mano tendida o un recuerdo de madre muerta de pena. Sólo sé que estoy aquí, asomado a mi muerte, viendo pasar la vida mecida en la madrugá.


5 comentarios:

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

¡¡¡¡¡Qué maravilla!!!!!

Qué manera de cincelar tan amorososamente los recuerdos de un pasado, feroz y penoso en tantos aspectos, con esa mezcla de dulce sensualidad, conviertiéndolo en bellísima poesía.

Son tus palabras dignas de figurar en las mejores antologías poéticas de nuestro tiempo, mi muy querido amigo. Te lo digo muchas veces, y es porque lo siento en mi alma.
Esa sensibilidad que rezumas es alimento para aquellos enamorados de la belleza y de todo lo que la palabra es capaz de construir.

Sí, Rafael, eres nuestro, mi alimento espiritual. De este manjar necesito tomar una porción, aunque sea pequeña, para sentirme viva.

En una cosa no estoy de acuerdo, querido amigo, en esa afirmación tuya de "estar asomado a tu muerte". Eso no lo puedo consentir.

Tengo un cuaderno en el que mis amigos ponen su nombre y luego estampan su firma. Con ello se adhieren al compromiso de vivir en perfectas condiciones -al menos mentales- hasta los 120 años. Como estamos a bastantes kilómetros de distancia, ya puse tu nombre en él, y, sin permiso, firmé por ti.
Así que ni se te ocurra fallarme, porque cojo el coche y en un plis-plas me presento en tu casa; tengo la dirección completa, y no la reproduzco aquí porque es éste un sitio público.

Recibe mi cariño.

Schabtai dijo...

"Todos estamos asomados a nuestra muerte". Todos tenemos a esa diosa esperándonos desde el mismo momento; desde el mismo instante que fuimos engendrados.
A la vuelta de la esquina, en cualquier parte.
Por eso apreciamos a los que queremos y sentimos la vida como lo que es:nuestro mayor tesoro.
Rafael; que bello escribe.
Qué suerte tienen los están a su lado.

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

Rafael: esta tarde han estado en casa mi hija con los dos churumbles y mi hermana. Les he dado a leer el último de tus artículos. Se les ha puesto la piel de gallina y se han echado a llorar de emoción.

Esa belleza de tu escritura y esa sensibilidad que tú rezumas conmueve a aquellos que te leen.

Estate tranquilo, contento, muy contento, y no te dejes abatir como ahora estás haciendo.

Ánimo, querido mío, que ya queda menos para tu recuperación.

Besos.

Red Kite dijo...

Quitarse el sombrero es poco, Rafael. Ese verbo sereno y exquisito es como para arrodillarse con devoción. Eleva el espíritu. Huele a jazmín y a azahar, sin dejar de remover entrañas y agitar conciencias. Envuelve y embriaga, dejando un poso de plenitud que transporta a huertos claros donde maduran limoneros. Y provoca una envidia sana que no es sino suprema y respetuosa admiración.

La parca se nos ha de llevar a todos, y yo le deseo que a usted lo encuentre más tarde que pronto. Pero quede tranquilo, Rafael: sus palabras seguirán encendidas cuando todas las luces se apaguen.

Eternamente gracias.

Queralt. dijo...

Si mi emoción, ella sola, pudiera expresarse, sería más fácil hablar contigo... no puedo añadir más a lo ya dicho en los comentarios de los compañeros. Pero espero que te llegue la visión, de mi piel erizada de ternura...