El amor es la hechura de la libertad creadora. Sólo existe lo amado. Está en la base del mundo, en su cohesión y en su apertura a la infinita poesía de lo eterno. Es gratuidad, oferta, donación. Regalo de quien ama para hacer del amado una existencia.
El amor no discute con los límites de la legalidad. Está más acá, más allá. En los hondones del ser. Nunca bajo fianza. No sometido a precio bursátil. “Ama y haz lo que quieras” decía Agustín el africano. El amor es empuje de insumisión contra la gravedad imantada de Newton. Amar no es un verbo reflexivo. Siempre el otro como sorpresa, como misterio, como oscuridad iluminada.
Francisco Gil Hellín es Arzobispo de Burgos. Burgos vertical, fría y castellana. Bibiana es mujer-ministra-juventud, con aires del sur en la cintura. “Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo” Bibiana-ministra es compañera de mujeres muertas por hombres que no saben de besos. Preocupada por mujeres empotradas en burkas seculares, sin valores civiles, mujeres-pecado, expulsadas de paraísos vitales, mujeres-obligación-sin-derecho, mujeres lapidadas de desprecio, hermosura violada por ser hermosura, mujeres con la dignidad amputada como clítoris tribales.
Francisco-Arzobispo vive acostumbrado a mandamientos grabados mármol. Cuelga su doctrina de la ley natural porque concibe la existencia como agua petrificada, tiempo cosificado, sin devenir la historia. Vive el amor como ausencia, piel sin piel de hueso descarnado. Sublima (¡qué concepto!) el amor de tierra que ama tierra hacia un Dios aplazado. Sólo entiende a la mujer en cuanto ser descendiente de un costillar extraño, hundiendo sus raíces vivenciales en el hombre. De esa altura masculina baja y abajo debe permanecer, alimentándose de lo que Adán quiera concederle, de las migajas perdonavidas que él le otorgue. Francisco-Arzobispo pertenece a una Iglesia que no firmó la Carta de Derechos Humanos promulgada por la ONU. Concibe la ordenación sacerdotal de la mujer como un pecado gravísimo según afirma Benedicto XVI en un documento donde condena también la pederastia (la conjunción de ambos temas da mucho que pensar y arrastra a terribles conclusiones) Francisco-Arzobispo anatematiza la Ley de Salud Sexual y de La Interrupción Voluntaria del Embarazo porque en su visión, la mujer no es sujeto de derechos y en consecuencia sus decisiones no tienen por qué ser respetadas. “Esta ley no es ley, no obliga” Aparece aquí el estrabismo episcopal. Tiene la costumbre mitral de legislar, de obligar: amarás, respetarás, no desearás. No es una obligación, es un derecho. Esta adicción a la obligatoriedad le impide ver la ley convertida en derecho y promulgada por Bibiana-Mujer-Ministra.
"Es una falacia afirmar que esta ley ha sido aprobada por la mayoría del Parlamento y que éste representa a la mayoría de los ciudadanos; o decir que si el Tribunal Constitucional la dictamina conforme, sería una desobediencia oponerse, y merecería una sanción. La falacia consiste en atribuir a políticos, jueces o ciudadanos un derecho que no tienen” Francisco-Arzobispo prevaricadoramente ignora que la legitimidad de un Parlamento y de un Gobierno no viene concedida por una deidad ni por sus representantes. Emana del pueblo.
Francisco-Arzobispo anda muy lejos de Agustín el africano. No acepta que Cristo nunca quiso ser parlamentario.
1 comentario:
La Iglesia que nos asiste (oh, cielos), está muy lejos del amor y de la misericordia, muy lejos del Cristo que ellos dicen quiso redimirnos, muy muy lejos de la verdad y la honradez humana... ya sabemos que sólo sirven al poder venga de donde venga y pisando a quien haya que pisar...
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