Cataluña se echó a la calle. Estaban los de siempre: los nacidos y los sobrevenidos. Fuera y lejos, también los de siempre. “Traidor de España, converso, impostor, farsante oportunista” Dedicatoria a José Montilla del periódico El Mundo. Pedro J. sólo conoce ciertas palabras. Y las escribe. Lo cual no significa que piense, que analice. Es capaz de unir letras, no conceptos. Incapaz de auscultar interioridades. Como Federico: enlaza odio con resentimiento y tiene el material exacto para el vómito. Se les unen todos los españolistas. Rajoy culpa a Zapatero. Aznar, vigía de los valores patrios y albacea de Fraga, aboga por la España una, grande y libre.
Hace cuatro años Mariano Rajoy preconizaba (era una necesidad interior) la ruptura de España. Pedía un boicot a los productos catalanes. Pretendía aislarlos, como en algunas guerras, por hambre y sed. Intentaba recopilar cuatro millones de firmas en contra de un estatuto aprobado en referéndum por el pueblo catalán, por su Parlamento y por el Parlamento español. Presentaba un recurso en el Tribunal Constitucional exigiendo la anulación de artículos que con el apoyo del PP. se habían aprobado en otras comunidades. Los grandes prebostes del Partido Popular predicaron por todo el territorio la indecencia del Presidente Zapatero. El había roto España e iba a ser imposible recomponerla. Mayor Oreja, añorando la placidez franquista, descubría la verdadera esencia del estatuto: era nada menos que la plasmación del acuerdo del Presidente del Gobierno con ETA. La empresa de trabajo montada entre Zapatero y la banda terrorista había alumbrado ese estatuto y ahora, lo afirmaba hace unos días en la COPE, ETA lo tenía más fácil que nunca para apoderarse de España.
Cuatro años ha tardado el Tribunal Constitucional en pronunciarse sobre la constitucionalidad del estatuto. Ha modificado ciertos artículos. Sólo ciertos artículos. Para algunos significa la victoria de haber anulado la totalidad. No tengo claro que fuera necesario un nuevo estatuto. Creo que se ha manoseado por parte de todos su espíritu y su letra y eso no ha ayudado a serenar la realidad.
Están a las puertas las elecciones catalanas. Y esta circunstancia no propicia una perspectiva. La crisis económica, el paro, la corrupción, son coordenadas que dan alas al Partido Popular para esgrimir acertadamente a veces y montarazmente otras, argumentos para desbancar al Partido socialista del poder. Pero no es lícito caer en el agrio mensaje de que España se rompe, en la detestable amistad gobierno-ETA. Es hora más bien de autoexamen, de serenidad, de templanza. Virtudes que deberían ser asumidas especialmente por Mariano Rajoy. Ya ha pasado la hora de hablar sólo de fútbol. Somos conscientes que “el calorcillo” sigue y no es argumento de respuesta a las preguntas de periodistas. No vale decir que es el momento de tener visión de estado y serenidad cuando al mismo tiempo se arrodilla sumisamente ante el dios-Aznar. No es cuestión de mirar sólo al futuro cuando en el presente hay que purificar con urgencia a Valencia, Castellón y Alicante. Hay que exigir claramente a Feijóo, Camps y Valcárcel que cumplan las leyes que promulga el Parlamento. Basta de enfrentarnos en una ridícula guerra de banderas. Ya nos costó muertos en la época de la transición. No se puede estas alturas azuzar la sangre, encabritarla. Las navajas conocen los caminos del corazón. No las desenfundemos.
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