VALIO LA PENA?
Cuando
el ayer se te clava en los ijares, surge espontánea la pregunta: Valió la pena?
Porque fue lucha, porque se hizo añicos el alma, porque sigue escociendo la
llaga. Astillas fue la vida para muchos. Le golpearon la nuca contra el
amanecer en un amanecer cualquiera de
una madrugada cualquiera. Y se quedó para siempre junto a la tapia del
cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte horizontal llena de
besos de madre, de novia virgen con muslos sin caricias, con amigos con colilla de un “ideal”
amarillo en la triste comisura de los labios. Sin la muerte boca arriba para descansar el
inmenso cansancio de su vida ¿Valió la pena?
Reventona
se hizo la democracia. Cuelgamuros de espaldas republicanas, de piedras con
musgo de sudores negros, dolores atravesados en la cruz de de un crucificado de
derechas, con un dios patriotero, con un cristo camisa azul y yugo, virgen de
piedra amiga de Pilar Primo de Rivera-sección femenina. Reventota la
democracia, cantando por las aceras. Tarancón mitrado. Juan Carlos llamándose
el Primero de España, jurando principios fundamentales de no se sabe qué
movimiento, con príncipe por si el futuro no se hace republicano. Tarancón
mitrado, exigiendo que se escuche al pueblo, que se libere al pueblo, que se le
reconozcan derechos al pueblo. Tarancón mitrado antes de que lo mandaran al
paredón los albaceas del tiro en la nuca. Plaza de Oriente llorosa. Avenida del
Generalísimo convertida en Castellana. Avenida de José Antonio-Gran Vía para
que subieran los vientos libres como los vientos. Y julio del 36 sentado por
Princesa, preguntando a la democracia
estrenada: Valió la pena?
Suárez
no se acuerda de sí mismo. Felipe se hizo jarrón y anda decorando salones y
repartiendo Europas no terminadas, inacabadas siempre hasta que Merkel, la
prima de riesgo, los mercados se harten de devorar a sus hijos y deje de
chorrearle la sangre a la Europa sometida. Aznar frente al espejo, pariendo
FAES, designando sucesores como un Carlos V de suburbio paleto y pobre,
mirándose el ombligo inmenso sostenido por una alcaldesa, hablando inglés en la
intimidad como el catalán espúreo de otros tiempos. Todos fraguando asfalto de
autopistas, terminales para aviones como mariposas, ladrillo sobre ladrillo
para vender al por mayor, bancos hipotecando vidas, con factorías de cadenas
perpetuas a cambio de dos habitaciones, baño y cocina. Zapatero anudando el
amor homosexual, construyendo derechos sociales, presidente de gobierno frente
a presidente de Conferencia episcopal, haciendo del hoy un mañana tal vez brillante,
deslumbrante tal vez. Pero confundiendo crisis con desaceleración, ojos
nublados que no le dejaron ver el artículo 135 de la Constitución y se lo
regaló a la deuda como si de una petición de mano se tratara. Y Rajoy de espaldas a sí mismo por miedo a
verse la cara prometiendo tres millones de puestos de trabajo, una sanidad
intocable, sueldos en ascenso, dependientes aupados a la grandeza de vivir
plenitudes, incapaz de mancillar las pensiones, los sueldos, el despido, durmiendo
su prostitución con los bancos, patriota él hasta no arrodillarse ante la
zarina Angela y así todo, todo, hasta hacer de esta patria la segunda vivienda
de los ángeles, el mar de los amantes de Teruel, el paraíso del bienestar inmaculado
sin mezcla de mal alguno. Rajoy cantando porque en España empieza a amanecer.
Ya
ahora resulta que Rajoy no sabía. No sabía la herencia, no sabía que existía
Europa, ni que la sanidad, ni que los sueldos, ni que las pensiones, ni que los
derechos sociales. Creía que bastaba con acercarse al kiosco y llenar los
bolsillos de chuches para devolverle a un pueblo la felicidad. Y no se explica
por qué los funcionarios, los yayoflautas, el 15-M, los sanitarios, los
minusválidos, los docentes. Ignoraba por qué hasta los adoquines se ponen de
pie y gritan y piden y exigen. Y entonces –piensa Rajoy- habrá que dedicarse a
recortar derechos. Y le encarga a Ignacio González y Rosa Díez que dejen bien
claro que hay que podar el derecho a la huelga. Que es un derecho, es verdad,
pero que así como se han amputado otros por qué no se va a recortar ese. Con lo
molestas que son las huelgas. Se llega tarde al trabajo, el médico está
gritando a las puertas del hospital, el maestro viste de verde, el funcionario
de negro, los viejos de amarillo, los dependientes se visten de pena y de asco.
Pues se recorta –es decir, se suprime- piensa Rosa, harta de acostarse con
todas las ideologías. Se suprime, piensa Ignacio González con resaca de
Esperanza. Pues se suprime, piensa Mariano cansado de que no le dejen ver el
partido.
España
está de rebajas. Sucios los escaparates. Llenas las cristaleras de manos
tendidas exigiendo derechos por los que muchos se quedaron para siempre junto a
la tapia del cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte
horizontal, llena de besos de madre, de novia virgen con muslos sin
caricias, con amigos con la colilla de un “ideal” amarillo en la triste
comisura de los labios. Sin la muerte
boca arriba para descansar el inmenso cansancio de sus vidas ¿Valió la pena?
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