QUINIENTOS DIEZ Y SIETE
Quinientos
diez y siete desahucios diarios se practican en España. A una media de cuatro
miembros por unidad familiar, arroja un total de 2068 personas empujadas al
frío, al calor, a los puentes, a la lluvia, a la nieve, a los cajeros, a las
aceras. Hipotecas truncadas por trabajos truncados. Dejaron incluso de comer
para pagar sus techos euro a euro, para que los banqueros compraran un yate al
contado, para que cenaran con el Rey vestidos de monarcas disimulando su oscuro
oficio de usureros.
Madre
con ochenta años sudados entre lutos de posguerra y partos con palangana y
trapos limpios. Hijos de espinazo doblado
y azadón de patatas y pimientos. Nueras
con manos agrietadas de aceitunas. Nieto con portátil para que no sea
albañil de piropo, tortilla y vino tinto. Juntos, todos juntos, como un ramo de
vida, de lágrimas, de camas enamoradas los sábados, de alegrías veniales cuando
se juntan los primos, cuando la primera comunión del niño-almirante, de novia
prematura ella, de entierro, porque otra vez la pena, penita, pena.
Unas
tierras con cuatro vacas. Si tuvieran unas tierras con cuatro vacas, producirían
leche, la venderían, montarían su propia fábrica, cuajarían quesos, yogures,
tetra briks o cartones que es más fácil decir. Y poco a poco… Estuvo de acuerdo
el rodrigo rato cualquiera, lentes y manguitos antes, traje Corte Inglés ahora,
corbata del día del padre. “Te debe avalar tu madre” “Puedes rescatar la hipoteca cuando montes tu
clesa imperial y a vivir que son dos días” Y madre puso la huella y Pepe firmó
despacio para no saltarse una letra de su apellido Fernández, aunque siempre le
llamaron Benito-sin-techo, nunca supo por qué.
Por
fin la tierra y las vacas. Se creyó terrateniente y ganadero. Lo miraba todo
desde su ventana mañanera y creía que en sus dominios no se ponía el sol. Había
que regar la tierra porque los pastos eran tallos de agua. Y comían las vacas,
vaya si comían. Rumiando una sonrisa, una alegría de vida tranquila. Y el
dinero se devoraba a sí mismo. Y el rato-corte-inglés amenazaba. Benito, más
dinero, que no tienes para la amortización del mes, que me ha amonestado el
director, que te denuncian, que el juez no entiende de sueños rotos, que los
antidisturbios por si acaso, que si el juzgado.
Y
madre-ochenta-años en la calle. Hijos-espinazo-de-azadón. Nieto-portátil.
Nueras-cerrando-las-piernas-del-alma para no engendrar. Y Benito-sin-techo
escociéndole el apodo.
¿Y
qué tengo que hacer ahora? Buscarte un puente, Benito-sin-techo. Buscar una
manta para tu madre-pos-guerra, para tu hijo-portátil, para tu mujer-cerrada. Y
tú a llorar mientras pagas con tu llanto el castillo derruido, tu clesa
imperial enterrada como un sueño oscuro.
Quinientas
diez y siete tumbas de escombros. Sueños incinerados en la caja mortuoria de
los bancos. Para que otros puedan comprarse yates al contado mientras tú no
tienes a quien contarle tu asco. 2.068 seres humanos deshumanizados por la
musculatura del dinero inventado para unos pocos a costa de muchos. Vidas
construidas sobre las ruinas de las vidas.
Madre
de huella enlutada. Huella maldita que empujó las paredes embargadas, los
tallos de luz que alimentaban el ganado, las vacas decorando museos de dinero.
2.068
Benitos diarios sin techo. 2.068 Benitos aplastados, sin resurrección posible
porque hay que pagar los intereses del sueño durante 25 años todavía..
No hay comentarios:
Publicar un comentario