Algunos escultores han logrado plasmar una sonrisa en la piedra. La han convertido en algo inmutable porque la piedra se resiste al quehacer del hombre. No está dispuesta al manejo arbitrario y se esconde en su inmutabilidad como en un castillo inhabitable. La piedra quiere ser piedra.
El presidente de la CEOE circunvalado por su equipo mostró su risa elástica de empresario satisfecho, de luna n cuarto creciente. Alguien le dio derecho a la sonrisa, a la risa, a la carcajada. Puede y puede y puede. Lo han sido siempre, pero desde ahora se sienten dueños legales de una España arrinconada por lo que llaman crisis, prima de riesgo, mercados. Tres distintos y un solo nombre verdadero: Merkel. Tal vez fuimos ciudadanos. Ahora somos propiedad de quien nos compra con la moneda del chantaje. Al castigo vital de la enfermedad, por ejemplo.se le añade la humillación de verse arrojado a la miseria, el hambre y hasta el desahucio. Mercancía somos en rebajas, prostitutas de plaza popular. A pocos euros el servicio completo.
“La legislación laboral anterior protegía demasiado al trabajador” dice Rosell desde su caudillaje empresarial. Mariano Rajoy dirige el aplauso coreado por Soraya y nuestra Señora de Cospedal, patrona del partido de los trabajadores.
La reforma laboral no creará empleo hasta que los vientos de la economía sean favorables, sentencia Rosell-generalísimo. Si es así, la reforma no era urgente. Opinan lo mismo los distintos miembros del gobierno incluida la Ministra de empleo (Qué paradoja que se llame ministerio de empleo con una reforma que conduce inexorablemente al desempleo por el camino de un despido casi libre) Pero había que aprovechar el miedo para arrancar conquistas laborales que tanto costaron conquistar. El hambre degrada por sí misma y autoriza a los que la diagraman la tendencia al sometimiento. Aseguran los entendidos que el descenso del consumo llevará a una recesión económica. ¿Pero no se trataba de relanzar la economía para salir del bache? Más bien parece que para salir de la cuneta donde estamos basta con arrojar a ella los derechos adquiridos con sudor y lágrimas. España tiene historia y memoria de cunetas. Ahora se reabren para dejar en el abandono unos derechos que ponían al mundo del trabajo camino de la dignidad.
Hubo un tiempo en que los tiros al aire encontraban siempre la vida de un obrero que luchaba contra la dictadura. El mundo civilizado repudiaba entonces la matanza. Hoy Europa, bajo el mandato unívoco de la emperatriz alemana, aplaude el desplome del mono de trabajo o de la corbata hipotecada que estrangula. Y el gobierno español, que “nunca recibiría órdenes de Europa” en palabra de Rajoy en propaganda electoral, sufre una tremenda bursitis de tanto arrodillarse.
El mundo obrero no tiene derecho a un presente de estabilidad. Se le trunca también el futuro porque a gusto del empleador se le puede rebajar el sueldo por necesidades de la empresa. El obrero no puede tener necesidades. Sólo el empresario. El mañana no existe porque a lo mejor se lo talan de un tajo un viernes cualquiera por la tarde.
Los sindicatos dejan de jugar un papel reconocido en la Constitución porque todo es posible al margen de lo que opinen o decidan. Los grandes defensores de nuestra carta magna ante la cual juraron o prometieron sus cargos se quedan sin el amor patrio cuando de derechos sindicales se trata.
Los empresarios, ha dicho Rosell, se habrían propuesto metas más aniquiladoras. Las han dejado para más adelante. Pero no pierden de vista la restricción del derecho de huelga “porque la defensa de unos no puede ir contra los derechos de otros”
Los derechos del mundo obrero renacieron cuando conseguimos entre todos la democracia. El dictador había prohibido los partidos políticos, la huelga, los sindicatos. Cuarenta años estuvimos a los pies del paredón. Resonaban todos los días tiros de gracia en la nuca de los súbditos. No olvidemos la cifra macabra de la historia: cuarenta años.
No podemos regresar a aquel pasado. Nos están suprimiendo el futuro. ¿Hasta qué punto vale la pena el presente de una mayoría de españoles? Los comedores de esa caridad despreciable por la injusticia que encierran, la listas infinitas del INEM, la sanidad reducida a quien tiene dinero para pagarse una privada, la educación privatizada para que se eduquen legionarios de Cristo o balagueres vírgenes y mártires.
Compartir tal vez con Machado: “que la vida se tome la pena de matarme, ya que yo no me tomo la pena de vivir”
1 comentario:
No podría estar más de acuerdo.
Ahora más que nunca podemos definirlos como aquella estirpe que "promete construir un puente aunque no haya río". O como unos hijos de puta a secas, claro.
Saludos; un placer leerte.
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