jueves, 10 de noviembre de 2011

COMO DECIAMOS AYER

Difícil sustraerse a escribir sobre el debate. Quién ganó. Las corbatas. Los costes. La puesta en escena. La afición a leer folios frente a la sequedad de boca. Y sobre todo si fue un debate o un encuentro amigable. Ya lo han hecho otros. No se habla de otra cosa porque España parece un barrio de chismes sobre los zapatos del los aspirantes.

¿Pero qué hicieron con la nostalgia? La nostalgia es la huella que el alma va dejando por los caminos. Aquella muchacha. El primer trago de vino y sexo. El beso enmarcado en los labios de la vida. El padre cansado de de posguerra. La madre que prefirió los cipreses erectos de un camposanto cualquiera. La nostalgia es hermosa porque está hecha de pan bueno para rehacer el camino en las tardes de pinares oscuros.

Pero la nostalgia es un pecado imperdonable para los políticos. Felipe y Guerra de pana son el ayer. Bono, equilibrista disimulado, es siempre pasado. Aznar está descatalogado. Oreja, Alcaraz, Trillo son sólo artículos de mercadillo, rebajados a precio de coste.

¿Qué son Alfredo y Mariano? Son lo que nos queda, como albaceas de lo que pudo haber sido y no fue. Tal vez también de lo que fue, pero que está invalidado porque el mundo ya no es el mundo, sino un mercado de ideas-segunda-mano. No hay poetas en la política y sin poetas, la política se jibariza como el cerebro de las nueces. No puede ser una continuación de sí misma. No hay creación. Los de arriba están arriba a costa de las espaldas de los que abajo sostienen el peso de una esclavitud más evidente cada día. No hay izquierda ni derecha. Sólo norte y sur, ricos y pobres que cada día son más ricos y más pobres. La nostalgia del pasado es suicida. La tristeza del presente un luto perdurable.

Rajoy, Montoro, Gallardón, Aznar. Instalados en recuerdos del noventa y seis, cuando la economía se hacía mayor, cuando el ladrillo tenía altura de giralda, cuando los girasoles tenían tres dormitorios, salón, cocina y garaje. El banco ponía la alegría del dinero, televisor de regalo, te incluían un notario y mobiliario-Corte-Inglés. Nosotros poníamos treinta años de trabajo forzado, en el andamio él con piropos de tartera y ella limpiando oficinas, castigados sin cerveza los domingos.

Un día nos aplastó el ladrillo, se hundió el andamio con la tartera incluida, se cerraron los despachos. Cuando salimos de la escombrera, sólo nos quedaba la hipoteca pegada a la piel, mes a mes, con Trichet encaramado en los altos intereses, con el secretario del juzgado rodeado de antidisturbios para arrancarnos el retrete, la bañera y el lavabo, para que nos coma la mugre bajo el puente del Darro.

Rajoy escribió sus folios en el noventa y seis. Se le ha desdibujado la tinta de la impresora, pero sigue empeñado en el recuerdo agrio. No siente nostalgia. Se le pone Aznar en la garganta sin darse cuenta que Aznar es un vasallo, sólo vasallo, de Murdoch-espía, de Bush-para-siempre-manchado por la sangre de Irak.

Alfredo quiere ser lo que no pudo ser. Un impuesto a los ricos fugitivos, escondidos en las SICAV de Galápagos. Echándole un pulso a Esperanza emperatriz de Legionarios, de Opus, golpeando la vagancia de un magisterio indolente. Disputándole a María Dolores las farmacias vacías, sin oxígeno para enfisemas, con el sintrón caducado desde Mayo para trombos de vejez. Y María Dolores sonriendo, reprobando el aborto, pero animando el reposo de ciáticas con bolsas de agua caliente olvidadas en el trastero.

Alfredo-educación-sanidad-dependencia-igualdad. Alfredo dando paso al amor entre iguales, porque el amor es muy serio, porque es la fuente de la libertad. Alfredo asomado al futuro desde un pasado injuriado, como si no fuera el mejor frente a las balas. Alfredo perdido en las encuestas, pero queriendo. Alfredo no se ha encontrado con Merkel, con Sarkozy, interventores del más allá, estrangulando a Grecia, después Italia, soñando con desahuciar a España, con dejarla sin techo, porque también le ahoga la hipoteca perdurable de su deuda. Y los mercados pisándole el futuro a Alfredo europeista. ¿Pero existe Europa?

Mariano-como-decíamos-ayer. Alfredo-sin-mañana porque lo embargaron Alemania y Francia. ¿Quién ganó el debate? A lo mejor lo pedimos todos y lo ganaron los botines, los gonzález mientras tomaban caviar con coca-cola, oligarcas epulones de miseria hasta los ojos.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente post.-

vicente Palao dijo...

Ante tanto mercadeo se echan en falta opiniones comolas tuyas, Rafael. Me tienes a tu pluma, gracias.

pcjamilena dijo...

Rajoy quiere hablar de futuro, del pasado sólo selecciona el 96 para recordar: que ellos pudieron, olvidando las consecuencias posteriores. A partir del 20N. No tendrá inconveniente, para justificarse, de hablarnos del pasado reciente. A no ser que, consiga el milagro en el que ya no cree ni Dios.

Un abrazo amigo, tiene usted la gracia de despertarme como el café calentito, agradeciéndolo.