Algunos sabemos de nódulos pulmonares. De Fortuna y Ducados hasta ayer. De grises enfisemas regados de oxigenoterapia. De hospitales con noches largas como cipreses. Te desnudan poco a poco. Hasta quitarte el nombre. Tu vida, tu misterio, tu aventura son sólo el quinientos veinte B. El amor, la familia, los hijos, los versos líquidos de primavera los guardan en una bolsa verde, entre pantalones, zapatos y camisas. Eres sólo el quinientos veinte B.
El Rey está viejo. Mayor, dicen ahora. A la tercera edad pertenece, según muchos. Se ha llenado de eufemismos el entorno. Caretas farisaicas de la lengua. Realidad disfrazada porque impresiona menos. Realismo camuflado. Muchos años, pero quince en un rincón del corazón, aunque el corazón no tenga rincones. Espíritu joven, aunque te haga tropezar una mata de jazmines y la pelvis se cuaje de gritos y fisuras.
Han operado al Rey. Y parece que han entubado a España. Pero no hay equipo médico habitual. En otros tiempos, sí. Cuando la tromboflebitis. Aquel octubre-noviembre. Martínez Bordiú de cara triste, fotografiando la muerte cableada para un interviú de muslos calientes y pechos temblorosos. No hay equipo médico habitual. Lo suple un galán de cine que asegura la evolución real positiva y el ejercicio de fisioterapia respiratoria: el Rey infla globitos forzando la expiración como si preparara una feria pueblerina.
Un nódulo monárquico. La crisis económica, el paro creciente, el ibex. Mariano-Cospedal-Montoro sajando en carne viva. España con disnea. Populares escondiendo broncodilatadores. Hemos crecido el 0,1%. Miseria despreciable, dice Pons. No somos griegos, aunque María Dolores nos acuse de engañar a Europa. Lo dijo en Toledo. Hemos mentido porque ella necesita mentirse a sí misma. El equipo médico habitual de FAES-GEES aparece de blanco-inocente para avisarnos de que esto se nos rompe, que los inmigrantes vienen a delinquir, que los estatutos, que las lenguas invasoras catalán-vasco-gallego tienen sitiado al Angel-metafísico-Gabilondo (Qué hermoso un ministro metafísico, qué lujo). Rajoy deseando practicar lobectomías donde sólo hay un nódulo monárquico. A ver si le falta el aire a Zapatero y se marcha a León frío-muy-frío-sano, para curar la tisis con reposo como antes de la tromboflebitis por el setenta y cinco.
El Rey ha dado unos pasos. La realeza siempre va despacio, como frenando el ritmo de la historia, alejando una república posible por utópica, precisamente por utópica. Verdad republicana como verdad prematura. El Príncipe heredado, no sabe si heredero. Sofía griega (algo de Sócrates tenemos). Leticia Primera de madre sindicalista, de entrañable abuelo taxista. Cristina y Elena pidiendo sangre azul por las aceras del Clinic, porque se desangra España. Lo dice Aznar en inglés CCC, empeñado en taponar el futuro, fabricando irremediables hemorragias.
Me apropio a Luis Solana: “Majestad, yo también me estoy muriendo. Es cosa de la estadística. El otro día, tras una audiencia en Zarzuela, me fui a comentar con mis hijos: El Rey anda como yo”
Nos estamos muriendo muchos. Nos necesitan las rosas para amarse con el viento.
2 comentarios:
Profundo y rotundo, con tu verdad de fondo, hermosamente entremezclada con los asuntos actuales y la denuncia tan educada por tu parte.
¡Qué capacidad para sintetizar la realidad amplia y dura que nos rodea!
Y, ¡que forma! Cuánta poesía rezuman tus ingeniosas palabras. Y cuán verdad es el lujo de ese Ángel-metafísico-Gabilondo. Y cuánta ignorancia y hambre de poder-sin-más la de aquellos que desprecian al Catedrático de Metafíca, tan sabio él y tan dialogante. Son como aquellos castellanos rudos de Machado que "desprecian cuanto ignoran".
Qué impresionante paralelismo entre Franco y el Rey, ambos en sus respectivas y diferentes enfermedades.
Qué gran placer y cuánto se aprende leyéndote, gran profesor.
Gracias.
Mª Dolores Amorós.
¿Que me necesitáis? ¡Por favor, querido y admirado Rafael! Si algo se hace necesario en el día a día para poder recuperar un poquito de decencia y humanidad es, sin duda, tu palabra... qué mente y qué corazón habitan, juntos pero no revueltos, en tu cuerpo viejo...
¿Viejo, he dicho? ¡Ni la ropa! Sin duda tu aura resplandece con el brillo de la juventud eterna. ¿qué hacía yo cuando aún no te conocía?
Si pudiera, te daba un abrazo tan grande como de aquí al cielo...
Queralt.
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