sábado, 1 de mayo de 2010

LATIGOS, CADENAS, VELO

La niña ha puesto en pie las opiniones. Todo el mundo se ha sentido en la obligación y el derecho de emitir un juicio. Una niña con velo es un puñado de nieve sometida. Para que nadie sienta la tentación de admirar su cuello de flor temprana o su cabello de sauce hermoso. Y las encuestas han dado un resultado mayoritario: no queremos el velo de la niña de Pozuelo. Se le han cerrado las puertas de la educación. Se ha dudado de su decisión personal, voluntaria, asumida. La calle se abrió de par en par para emitir su rechazo. La calle es laica, aconfesional por lo menos. Ministros, tertulianos, gente de corazón barato que opina sobre nuestra niña como si de belén-operada se tratara. La seda se le ha subido a la cabeza a España entera. La España de velos hasta ayer, de pañuelos negros hasta ayer, anudados al luto del hijo muerto, del marido fusilado en la cuneta, del hermano apuñalado en tantos puertos hurracos.

No quería escribir este artículo. Todo está dicho. O casi todo. Pero aquí estoy, sin saber qué decir. He oído tanto que me han tapado la boca. No quiero ser machista, ni feminista, ni de derechas (Dios me libre), ni de izquierdas. A lo mejor yo no soy yo. La primavera puede ser culpable, mientras pienso sentado entre los pinos.

Poco tiempo hace. Semana santa. Sevilla nazarena de azahares. Penitentes cónicos de caras cubiertas. Ojos, sólo ojos asomados al burka de terciopelo. Salcillos y Berruguetes exangües. Silencios clavados de saetas. Cadenas arrastradas por unos pies descalzos. Sangre. Castilla austera y silente. Espaldas desnudas, reventadas por látigos. Sangre. Hombres “empalaos”, con su dolor a cuestas. Sangre. Costaleros humillando vértebras. Sangre. Macarenas y Trianas. Coronas de oro macizo, pecho enjoyado de luces guardadas en cajas fuertes, mantos bordados, fajines de capitán general-Queipo. Sangre llorada en los rostros. Vírgenes de sangre y sangre de vírgenes por los pueblos españoles.

Frutos de promesa para un Dios mercantil que canjea curaciones milagrosas por penitencias de hematíes derramados. Porque me curó el cáncer, porque libró al hijo de una explosión en una guerra lejana, porque encontré un trabajo que cubre hipoteca y sopa caldosa cada día.

Y se venden, todo se vende, cirios para estampas dolorosas, sillas para tocar andas de plata. “Manué” llaman a Jesús. Y Cristo de los gitanos porque nadie es xenófobo cuando la sangre es de todos. Y los alcaldes de izquierdas-derecha llevan varales de orfebre, corbata-nueva-trajes-Armani.

Está Dios emocionado. Dios cristiano curando leucemias, Dios-INEM mitigando hipotecas, Dios-asistente-social limpiando minusvalías. Dios amigo, propicio, ahíto de dolor humano. Perdona a tu pueblo, Señor. Dios satisfecho por el sacrificio de la sangre.

Cristianismo profundo. Evangelio hondo. Cultura heredada, genética casi que se lleva en los tuétanos, penitencia ahora, ante el Dios que se aplaca con el dolor rodado por los adoquines. Así es España. España de raíces mitradas, papales. Azul de Velázquez y burkas de terciopelo.

Y ahora llega una niña sin mantilla, sin peineta. Con un pañuelo, sólo un pañuelo. Y España se echa a la calle a pasear laicicidad bajo palio y aconfesionalidad de azahares sevillanos.

9 comentarios:

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Perdona que comente, aunque casi ni me atrevo.
Llevo cruz al cuello, ébano negro de otras tierras, regalo de misionera en país extraño, religiosa sin hábitos, que allá todos van con lo que pueden. No la enseño, sólo la tengo. Y también la oculto a veces, no por miedo, por no herir; aunque también por un poco de cobardía, que yo nunca llegaré a tanto.
Esta niña se merece un respeto, y también un saludo:
¡Ole, salerosa!

Raimunda dijo...

Genial, sublime.
Es imposible no hacerle la pelota con este estilo suyo.
Al Facebook que va.
;)

mayone dijo...

Realmente me ha gustado, hasta el punto que me he animado a comentarlo.
Es algo que hago cada día menos, ya que los blogs vienen cargaditos de de basura e insultadores.
Me alegro mucho de haberlo encontrado. En estos días, ya es algo, las alegrías son contadas

mayone dijo...

Miguel Angel, no se eche pa'trás, y recuerde aquello de, a lo hecho, pecho.
Si uno vive de acuerdo a sus convicciones, está haciendo lo correcto., creo yo.
No creo que se pueda herir a alguien por llevar un símbolo religioso, aunque hay heridas entre credos diferentes que no se han solucionado en años y tienen toda la apariencia de ser irreconciliables.
No soy nada religiosa, pero respeto a quien me respeta.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Hace mucho que de los signos y símbolos religiosos me despegué, como un vulgar iconoclasta. ¿De qué sirve una cáscara de nuez si le falta el meollo de dentro? Como soy muy precavido, por la noche las casco, me las como y tiro el resto, no significa gran cosa.

Sólo deploraría que ese velo que se pone la jovencita significara para ella un simple capricho, porque para otras muchas que la ven la cosa va de auténtica tragedia. Es el juego de la libertad, y no siempre se gana, y muchas veces todos pierden.

elrincondeloles dijo...

Hola Rafael, no me atrevo a comentar lo del pañuelo en la cabeza, respeto muy mucho las libertades de los demás, auque no entiendo porque las religiones tienen que someter, sobre todo a la mujer.

He leído detenidamente lo que expone de nuestra semana santa, y siendo andaluza tampoco lo entendí nunca.

Felicidades es un placer leerlo.
Con su permiso pongo una entrada en mi blog
Saludos cordiales Dolores

rafa hijo dijo...

muy bonito padre...

dolmonamor/ María Dolores Amorós dijo...

Rafael, el escrito es precioso, como siempre, y te felicito por él.
Respecto a lo de este velo en concreto, pienso que habría muchas cosas a dilucidar. No creo que la solución sea tan fácil.

Un saludo y mi admiración por tu forma de escribir.
MªDolores Amorós.

Queralt. dijo...

Desde luego que habría mucho que dilucidar... sin embargo, quiero decir que, aunque nos creamos mejores, más cabales, más evolucionados y con más criterio, sólo somos seres tratando de aprender a vivir. Y eso en el mejor de los casos...
Ya lo he contado alguna vez pero no me importa repetirlo: no pude asistir al bautizo de mi hermano porque mi madre olvidó mi chaquetita en casa, la que debía taparme los bracitos de niña de dos años. El cura, según me han contado con malos modos (¿cómo una buena madre podía olvidar la chaqueta en casa?), me echó a la calle antes de empezar con la ceremonia... y mi abuelo querido me llevó a pasear mientras le mojaban la cabeza al bebé que era mi hermano. Y el cura lo hizo con la fe del buen cristiano, claro.
Además, había que taparse el pelo en misa, por supuesto, con un velo. Y mi abuela, cuando llegó a Catalunya, lucía pañuelo negro porque era viuda. Y no llevaba nunca los brazos al aire ni las piernas sin medias. Negras, claro.
¿Qué criticamos? ¿Quién nos obligó a cambiar?
¿Dónde se quedó aquél grito necesario de: "Prohibido prohibir"?