sábado, 15 de mayo de 2010

SUEÑOS

Resucitar los sueños no es regresar a la nostalgia, sino ahondar en las raíces. Cuando todavía el tiempo era propiedad de uniformes golpistas y la historia estaba interrumpida, muchos soñábamos la democracia. En la soledad de la noche, sólo en la soledad, era posible imaginar la rosa abierta de la alegría. Era tan pecado en la situación vigilada por fusiles, como soñar con los labios caliente de una novia. Pero imaginábamos. Y éramos felices hasta que se marchaban las estrellas.

Soñábamos la democracia como una responsabilidad compartida, resultado del esfuerzo honesto de todos, como el fruto de quien rotura, siembra, abona, recoge y reparte el pan bueno para cada hambre. Y un día acariciamos las caderas de la vida, por fin evidentes, desnudas por fin, sin adulterar por leyes del mercado, sin dinero estropeando el encuentro, sin comisiones e intereses de hipotecas, sin ibex 35. Desnudas y entregadas.

Hoy, concretamente hoy, mientras pienso, se me dobla la espalda de cansancio, se me atasca el aire en los pulmones y me empuja el vómito más vómito. Han expulsado a Garzón de su propia decencia. Cristo laico y civil, lo han entregado a manos limpias, custodiado por Falange de la JONS. Camps, elegante de alpaca brillante y bien planchada, se alegra, miserable, de dos derrotas: ya han sido despeñados –dice- Bermejo y Baltasar. Tiene una sonrisa agria, de limón valenciano, entre los labios. Y están contentos Floriano y Soraya porque todos estamos sometidos a la ley (¿Seguro que todos?), Trillo soportando el jak-42. Y Mariano-esfinge-ectoplasma-de-sí-mismo, apoyando a Paco diga la justicia lo que diga. Amigo a su lado, delante, detrás, circunvalándolo de cariño. Mariano votando en contra de lo que él mismo propone. Mariano-en-contra-de-sí-mismo. Mariano-oposición-de-su-propia-oposición.

Soñamos la democracia. Cada cual con su vida. Viejos con su derecho a ser viejos, niños de globos y canicas, mujeres más mujeres que nunca sin puñales machos sajando las cinturas. Soñamos con obreros de bocadillo a las once: ocho horas para trabajar, ocho para amar, ocho para jugárselas a la luna llena. Sin señoritos sombrero de ala ancha, sin yates con olor a sudor de mono y boina, Una Justicia equitativa distante de los TOP de tiempos obscuros. Hombres que aman a los hombres sin estar inscritos en ficheros de vagos y maleantes.

Soñamos una España abierta, con “forlanes-campeones-uruguayos” y “mohamed” de pateras. Debían caber todos para retomar viejas amistades del Río de La Plata y antiguas colonias dominadas. Nos hicimos europeos. Con libre circulación por el coto privado de los privilegiados. A mis soledades voy, de mis soledades vengo. Sin muros de Berlín, con fronteras como surcos. Pero defendiendo nuestra parcela. Muchos vienen a consumir y nos interesan. Pero otros sólo vienen a delinquir. No queremos Rumanos. Lo gritan Albiol y Alicia. Mejor dicho: sólo queremos a los ricos. Distinguimos entre el turismo selecto con poder adquisitivo y turismo de lata y pan que ensucian nuestras playas. Huele bien “le parfum” de París, pero apesta el moreno sudor de tanto pobre.

Soñamos con un estado de bienestar. Y lo hemos conseguido: una sanidad pública de la que se siente orgulloso incluso el Rey desde su privada planta séptima. Sanidad como oportunidad de negocio ofrecida por Esperanza-Lamela-Güemes a ricos empresarios. Un trabajo ilusionante ayudando al hombre-mujer a ser más humanos cada día. Caminantes hacia la alegría de la cima, hacia el júbilo de quien ha subido a la cúspide de la vida. Con pensiones de ochenta y cinco millones de euros para consejeros delegados y de quinientos ahora recortados para manos cansadas de ordeñar vacas azules.

Mucho costó soñar cuando unas botas indecentes aplastaban cada brote. Se endurece la alegría tratando de estrenar cada tarde una esperanza. Pero ha valido la pena porque nadie nos remata en una tapia. Uno puede morirse entre los pinos soñando que mañana…



3 comentarios:

Fet dijo...

Soñar siempre vale la pena.

Antonio Rodríguez Rubio dijo...

Mi muy admirado señor:
Tengo dos hijos; una hija de 20 años y un hijo de 18. Dos parados. Parados y sin visos de futuro.
¿Cuantos padres como yo hay?
Sueño con un futuro mejor.
La dictadura actual, es verde; verde de dólar. Y morado, morado de billete de 500 que a buen recaudo tienen los que nos pisotean a diario.
Sueño con un futuro mejor.
Y mi sueño es mi sueño es de "Niño yuntero".
Leer lo que usted escribe, es bálsamo espiritual. Muy distinto de aquel espíritu nacional y "Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo".

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

No tengo que recordar al dueño de este blog las palabras de Calderón que concluyen «…y los sueños, sueños son».

Soñar sólo es soñar, tanto si lo hacemos a solas o acompañados. Soñar acaba justo cuando despertamos. Y quien sueña despierto, pierde el tiempo.

Soñamos una realidad volandera en tanto las cosas en tierra iban como iban. No quisimos ver, o no pudimos, o nos interesó no reconocer… Y al abrir los ojos, nos dimos de bruces con lo que con nuestros sueños estábamos ocultando: lo que dejamos de hacer y lo que permitimos que otros continuaran haciendo.

De nada vale ahora lamentarnos y apelar a nuestros sueños; ya no mueven molinos…

Dices que soñamos la democracia. Pero no la fortalecimos.

Soñamos el estado de bienestar, pero nos pasamos abusando; así está la sanidad, que ya no podemos costearla.

Soñamos una España abierta, pero aún estamos lejos de aceptar al diferente, al extranjero: y seguimos discutiendo sobre lo mío y lo tuyo.

Soñamos una justicia justa, pero hicimos dejación de nuestras obligaciones abandonándola en manos del juego de intereses.

Soñamos que éramos una potencia mundial en lo económico, y nos hinchamos como pavos… de aire.

Soñamos la libertad, pero descuidamos el compromiso.

Sí, soñar es bonito. Pero más bonito es comer. Bonitas son las flores, pero hay que plantarlas y regarlas. Bonito es tener reconocidos los derechos, pero sin olvidar los correspondientes deberes.

Pero tú, Fernando, sigue soñando en voz alta, que tus sueños me hacen estar despierto. Y no sólo a mí, según creo.

Si los profetas no gritan, ¿lo harán las piedras?