miércoles, 9 de septiembre de 2009

HAMBRE DE MUJER

Karzai parece haber ganado las elecciones afganas. Carme Chacón ha hablado de las primeras elecciones democráticas. La ONU pone en duda su transparencia. Habría que advertir que unas elecciones fraudulentas son necesariamente antidemocráticas. Pero no cabe duda de que el mandatario goza del beneplácito de EE.UU y de la Unión europea. Es el hijo amado en quien reposan todas las complacencias.

Occidente está acostumbrado a condenar las dictaduras y a ser intransigente con los mandatarios absolutistas que subyugan a sus pueblos. Pero cuando de sacar ventajas económicas se trata, ningún país democrático hace ascos el dictador más repugnante. China es un cliente apetecible para cualquier economía. Incluso Esperanza Aguirre que ve en el puño levantado “un gesto amenazante de quienes han ejercido una ideología totalitaria y han pisoteado los derechos de millones de ciudadanos en la Europa del Este”, que se declara visceral anticomunista, trata de introducirse en el mercado de la mirada oblicua. Los intereses económicos superan dolorosamente a los ideales de libertad y democracia. Hasta la propia Vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, puso de relieve que había que dicotomizar ambos campos y tratarlos con independencia. Uno, que todavía guarda sueños utópicos en los hondones del alma, no puede priorizar la economía frente a la libertad. La libertad se alimenta de víctimas gozosamente ofrecidas. Las dictaduras se nutren de humanidad arrebatada.

Poco antes de estas elecciones democráticas para los intereses de Europa y Estados Unidos, el Presidente Karzai promulgó una ley terrible contra las mujeres. Los maridos insatisfechos sexualmente pueden someter a su esposa al la tortura del hambre. O la mujer es una fábrica de orgasmos o sentirá en su vientre la mordedura del ayuno. El valor de ser mujer-mujer con todo lo que ello entraña queda reducido a su capacidad sexual de producir placer. Se da por descontado que la insatisfacción sexual no responde a deficiencias masculinas. El macho siempre es macho y no cabe dudar del valor de su entrepierna. Pero la mujer puede ser jibarizada, reducida a centímetros. Sus valores, su capacidad de transformación del mundo, su creatividad del mundo, su alumbramiento gozoso de la historia no deben ser tenidos en cuenta. La mujer es una circunscripción vaginal.

El occidente cristiano, reserva de valores eternos, de esencias cristianas, de derechos de igualdad, bendice la elección falsamente democrática de un hombre que pacta con señores de la guerra y que pisotea a la mujer. A talibán huele Karzai, a fundamentalismo, a fanatismo. Es lo que es, en frase atribuida a Kissinger hablando de Pinochet, pero es nuestro hombre.
Se nos llena la boca de democracia, de solidaridad, de defensa de la mujer. Tal vez estemos pronunciando su santo nombre en vano. Somos capaces de simultanear la blasfemia y la proclamación de la grandeza de la libertad. Hay que estar orgullosos de nuestra propia hipocresía.

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