Fue en el debate de La Noria. María Antonia Iglesias, Enric Sopena y Terelu Campos. Enfrente, Miguel Angel Rodríguez, Isabel Durán y un sacerdote católico, cuyo nombre no recuerdo. Este último ya había llamado a los homosexuales “mala hierba”
Tema de discusión: ¿Es la semana santa un acto estrictamente religioso o lo utilizan muchos como escaparate, negocio o espectáculo? Y las posturas quedaron claras, aunque nadie se adentró en la raíz del planteamiento: ¿es lo mismo religión que cristianismo? En esta distinción radica el equívoco, aprovechado por la Iglesia, para adosar al cristianismo lo que en realidad es religión. Nadie parece recordar un libro pequeño pero profundo de Romano Guardini: “El cristianismo no es una religión” Pero no es esta la cuestión.
Salió a relucir el lacito blanco promovido por la Conferencia Episcopal y adoptado por las cofradías, aunque de forma minoritaria. Sopena aportó la visión de “El Roto”: Cristo crucificado, lazo en el travesaño de la cruz, y la sentencia: “Lo que me faltaba, lacitos”
Se encabritaron los grandes defensores de la vida. El sacerdote, el de las malas hierbas, arremetió (no confundir con argumentar) y María Antonia le replicó que carecía de piedad y amor hacia los homosexuales. Nunca entenderé que se le pida a la Iglesia piedad para alguien que ejerce el derecho de su cuerpo, el derecho a amar. Un suelo sin el cual el ser humano deja de serlo, porque o se es amor o no se es nada. Pero el sacerdote se encaramó a su complejo de superioridad y vomitó: no tenéis más inteligencia que la justa para denigrar a la Iglesia.
Isabel Durán, esa sonrisa Lácer de la derecha, se erigió como madre coraje de la vida. Entrañas defensoras, agustina imperial de linces episcopales, de fundamentalismos rubios.
Y Miguel Angel Rodríguez, músculo de nazareno vallisoletano, reconocido por su cristiana entrega a los pobres, padre auxiliador de moribundos de Irak, proclamador de las injusticias del mundo, defensor de los derechos de la mujer frente a talibanes afganos, de sotana, llamando “miniministra” a Bibiana Aido, empujando murallas fetales hacia la vida, altavoz de la libertad irreductible de Botellas y Aznares por tertulias de Esperanzas y Susanas matinales.
Todavía le quedó aliento para llamar “rojerío” a María Antonia, Enric y Terelu. Y España se puso en pié, España de lazo blanco, de saeta con cintura de Placentines, de Macarena condecorada, de Gran Poder de Gobelas, de trianeras Esperanzas, para gritarle: guapo, guapo y guapo. “Porque hoy, vencido y desarmado el ejército rojo”… Firmado: Francisco Franco.
¿Para cuándo una derecha con lazos blancos, verdes, azules, rosas en los balcones de España?
Tema de discusión: ¿Es la semana santa un acto estrictamente religioso o lo utilizan muchos como escaparate, negocio o espectáculo? Y las posturas quedaron claras, aunque nadie se adentró en la raíz del planteamiento: ¿es lo mismo religión que cristianismo? En esta distinción radica el equívoco, aprovechado por la Iglesia, para adosar al cristianismo lo que en realidad es religión. Nadie parece recordar un libro pequeño pero profundo de Romano Guardini: “El cristianismo no es una religión” Pero no es esta la cuestión.
Salió a relucir el lacito blanco promovido por la Conferencia Episcopal y adoptado por las cofradías, aunque de forma minoritaria. Sopena aportó la visión de “El Roto”: Cristo crucificado, lazo en el travesaño de la cruz, y la sentencia: “Lo que me faltaba, lacitos”
Se encabritaron los grandes defensores de la vida. El sacerdote, el de las malas hierbas, arremetió (no confundir con argumentar) y María Antonia le replicó que carecía de piedad y amor hacia los homosexuales. Nunca entenderé que se le pida a la Iglesia piedad para alguien que ejerce el derecho de su cuerpo, el derecho a amar. Un suelo sin el cual el ser humano deja de serlo, porque o se es amor o no se es nada. Pero el sacerdote se encaramó a su complejo de superioridad y vomitó: no tenéis más inteligencia que la justa para denigrar a la Iglesia.
Isabel Durán, esa sonrisa Lácer de la derecha, se erigió como madre coraje de la vida. Entrañas defensoras, agustina imperial de linces episcopales, de fundamentalismos rubios.
Y Miguel Angel Rodríguez, músculo de nazareno vallisoletano, reconocido por su cristiana entrega a los pobres, padre auxiliador de moribundos de Irak, proclamador de las injusticias del mundo, defensor de los derechos de la mujer frente a talibanes afganos, de sotana, llamando “miniministra” a Bibiana Aido, empujando murallas fetales hacia la vida, altavoz de la libertad irreductible de Botellas y Aznares por tertulias de Esperanzas y Susanas matinales.
Todavía le quedó aliento para llamar “rojerío” a María Antonia, Enric y Terelu. Y España se puso en pié, España de lazo blanco, de saeta con cintura de Placentines, de Macarena condecorada, de Gran Poder de Gobelas, de trianeras Esperanzas, para gritarle: guapo, guapo y guapo. “Porque hoy, vencido y desarmado el ejército rojo”… Firmado: Francisco Franco.
¿Para cuándo una derecha con lazos blancos, verdes, azules, rosas en los balcones de España?
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