sábado, 13 de agosto de 2011

EL PERDON TAMBIEN CADUCA

La libertad –decía Marcel- no es la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La libertad –decía- es la elección exclusiva del bien. Es verdad que el ser humano puede optar por el mal. Pero sólo porque su libertad es limitada. Esta pobreza que nos atraviesa la sangre nos permite la hemoptisis mortal del desamor. Porque en el fondo el pecado es sólo y exclusivamente desamor. Las oscuras actuaciones humanas responden a enfrentamientos más o menos graves con normas legales humanas o dictadas por una supuesta divinidad. Yo no creo que Dios se tome tan poco en serio a sí mismo como para sentirse molesto por los malos pensamientos, deseos o acciones, referidos casi exclusivamente al sexo, como si los genitales fueran los sótanos de una tormenta y no fuente de ternura y escalofrío de entrega.

Lo de la Iglesia es otra cosa. La Jerarquía lleva el sexo entre los parietales. Es comprensible el robo (de ahí su amistad con los poderosos), es comprensible el tiro en la nuca (de ahí su compresión con los dictadores). Y podríamos seguir enumerando. Pero lo del sexo les provoca huracanes neuronales. Uno va sembrando pecados y Dios va lloviendo perdones. Pero nadie se acusa de no estar enamorado. Nadie se recrimina vulnerar las leyes de la naturaleza, de ese mundo que crece con nuestra vida, como domicilio donde se alberga la historia, como prójimo que culminará nuestra evolución. Nadie se siente pecador por su indiferencia frente al hambre, al paro, al desahucio, frente a la sed de los que no tienen agua, cultura, medicamentos, empuje vital para darle calor y vida a un hijo de seis años. Y se mueren a chorros, Africa es el sur de la muerte. Nos molesta su hambre suplicando pan por nuestras esquinas. Su olor por nuestras calles. Su miseria en los autobuses. Su acento dulce de poncho cálido. Son pobres. E inmigrantes además.

Nadie se acusa no de estar enamorado del hermano que viene, del que ha perdido el trabajo, del que ha perdido su techo, del que ha perdido su historia entre olas de espuma blanca, del que ha perdido a sus padres lejanos en lejanos países de Africa o América latina. Negros y sudacas son. Nos sentimos con derecho a despreciarlos. A robar vienen. A matar. A crear conflictos. Nos lo dice Albiol, Anglada, Intereconomía. Alicia Sánchez Camacho certifica que aquí no cabemos todos. Y del brazo de Xavier toman café con el Regitrador Rajoy.

Los Obispos callan. Hablan de perdón y le han puesto fecha: del 17 al 22 todos los sacerdotes podrán perdonar a quien hayan caído en ciertos pecados cuyo perdón está limitado a algunos clérigos de la curia episcopal. Porque la mujer no es dueña de su cuerpo. Porque la mujer –todos lo sabemos- no tiene derechos. A fregar los altares en todo caso. Porque la mujer es la que arrastra al pecado (sexual por supuesto) al varón. Porque tiene las manos sucias y no debe tocar las blancas espigas del altar.

Dios no irá por Castellana, Puerta del Sol, Plaza Mayor. Dios irá a contramano, buscando rumanos, sudacas y negros. Empeñado en la justicia que reparta pan caliente entre las bocas hambrientas, un trozo de esperanza para labios sin besos y agrietados, un poco de alegría para las manos juntas que construyen el viento como un juguete cósmico.

¿Alguien perdonará la indiferencia, el desprecio, el orgullo, el complejo de superioridad, el lujo obsceno, la riqueza injuriante?

El 22 caduca la fecha del perdón. Dios no va de blanco, escoltado en papamóvil. Sólo está preocupado por la vida del hermano.







2 comentarios:

pcjamilena dijo...

La Iglesia necesita a los pobres para justificarse ella su propia existencia. No para que acabe la pobreza que ello, entrañaría para ella un riesgo de razón de ser.Además, como los pobres por serlo, tienen ganado el reino de los cielos. Ya tendrán la jerarquía para ellos otro momento, No se acaban hay tanta demanda y para algunas ocasiones son molestos y feos como la pobreza es fea y pueden deslucir la fiesta.

José Miguel dijo...

¡Cuanto sabes¡ ¡Que bien lo dices¡ ¡Como lo vives¡ ¡Como me identifico con tus palabras¡ Un abrazo (otro)