“Tenemos las manos sucias” y “Mi adorable dictador” son los títulos de dos artículos que publiqué en fechas recientes. En ellos preguntaba con la inocencia de quien despierta una mañana por qué Egipto y Túnez habían padecido durante cuarenta años la opresión de unos presidentes que incluso tenían pensado perpetuarse en las personas de sus hijos. Preguntaba por qué los mandatarios europeos y americanos recibían con todos los honores a Mubarak y a Ben Alí. Preguntaba por qué Gaddafi era considerado como reinsertado en la sociedad universal después de haberlo condenado por crímenes brutales. Y preguntaba por qué después de tantos años todos habíamos caído en la cuenta de la perversidad de esos gobernantes. Preguntaba mediante qué postulados bastardos habíamos compaginado la exigencia del respeto a los derechos humanos con dictaduras execrables.
La rebelión de estos esclavos que aspiran a ser ciudadanos nos ha removido violentamente en nuestras poltronas de países cómplices necesitados de petróleo. Ya no nos es posible vivir sin él. Forma parte no sólo de nuestros desplazamientos, sino que es componente de todos los objetos con los que nos manejamos. Incluso los medicamentos llevan en sus entrañas este oscuro elemento de deseo. Cabe ahora preguntarse si hemos sufrido una conversión o si simplemente hemos cambiado el cinismo que nos unía a estos dictadores. O si previendo el éxito de los revolucionarios nos conviene más ejercerlo con los nuevos poderes populares. ¿Es realmente la implantación de los derechos humanos lo que nos mueve a alentar esta sublevación? ¿No será por el contrario que intuimos que ya no es posible la marcha atrás y que en consecuencia en lugar de depender de Gadafi, Mubarak o Ben Alí vamos a tener que entendernos necesariamente con la nueva oleada de mandatarios?
La Casa Blanca, Europa, La OTAN dicen estar preparados para desarmar a Gadafi, despojarlo de su poder dictatorial y devolver a los ciudadanos los derechos usurpados durante cuarenta años. Para ello disponen de armamento suficiente para iniciar, si hiciera falta, una guerra. Los poderosos de la tierra siempre consiguen sus objetivos mediante guerras. Lo que nos están enseñando los insubordinados, por pobres, es que ellos son capaces de implantar una revolución. Hay una gran diferencia.
“En Oriente Próximo, Arabia Saudí es un coloso, dueño del 25% de las reservas de petróleo del mundo y gran aliado de Estados Unidos. Pero también es una de las más férreas dictaduras del planeta que, en nombre de Alá, reprime cualquier voz disidente, encierra a las mujeres y censura cualquier dato que puede desvelar su debilidad” (Público. 12-3-2.011)
China es la tierra prometida de todos los mandatarios del mundo. Una inmensa clientela, un gran crecimiento económico, una capacidad de inversión en nuestros países, un coloso de la producción. Todos los elementos de un capitalismo feroz encarnado contradictoriamente en un sistema comunista. Como contraste, o como consecuencia trágica, la más absoluta falta de respeto a los derechos humanos hasta el punto de que acaba de “proclamar la muerte civil” del reciente premio Nobel. Pena de muerte ejercida sobre un gran número de habitantes, penalización del derecho de reunión o de expresión, horarios de trabajo esclavizantes, etc. Pero China es un potencial inversor, un productor barato para grandes marcas que surtirán los grandes comercios occidentales y un mercado millonario de clientes.
Las leyes del mercado son independientes del respeto a los derechos humanos. Y en cuanto un cliente o inversor interesa, se proclama que nunca debe producirse una injerencia en sus asuntos nacionales. Si seguimos priorizando los mercados sobre el bienestar universal de la humanidad nos convertimos en Mubaraks, Gadafis, Ben Alís universales. Puede entonces que los pobres se revuelvan hasta el que el mundo invierta el orden de intereses.
El cinismo capitalista no tiene límites. Nuestro ombligo es lo suficientemente redondo como para ocuparnos del alma de los demás.
9 comentarios:
Ante la inmensa impotencia que uno siente al ver este mundo de hoy y de siempre, después de leerle, Rafael, aún más me duele.
Mi querido amigo, ¿qué te sucede?, ¿estás enfermo al compás del inicio de la primavera? La primavera obra a traición como estos mercados tan afines a los derechones capitalistas, y que tú de manera tan magistral expones, como siempre.
La primavera es hermosa especialmente para los poetas, que aprovechan su símbolo del renacer vital para cantarle al amor, principio de la vida.
Sin embargo, es la primavera la estación en que las alergias se despiertan, así como las úlceras; renacen los granos en los adolescentes, y, lo que es peor, las depresiones se intensifican. La primavera, en esta su contradicción tan bella, nos ahoga en la inmensa tristeza a la par que nos llega el dulce aroma del azahar, tan extendido en mi tierra. Tierra de naranjos y de flores. Tierra de corrupción y mentiras, a la vez. Otro más de los contrastes tan incoherentes desde nuestra visión de lo que debería ser la vida.
Si no te encuentras bien, amigo mío, haz lo posible por recuperarte. ¡Te necesito! ¡¡¡¡¡¡Te necesitamos!!!!!!
Un beso, bonico amigo mío.
Rafael, maestro querido, da señales de vida. Te lo ruego.
Un beso.
Nos preocupa tu ausencia. Dinos algo.
Cuánta razón tienes en todo lo que dices... y qué triste es darse cuenta de que no hay solución a la vista... yo ando arrastrándome por entre el dolor de la consciencia y la responsabilidad como ser humano impotente ante tanta maldad e intereses creados...
Querido Rafael, querido y admirado amigo, ¿qué te pasa? ¿Estás malito? Por favor, saca un poquito de tiempo para decirnos cómo anda tu ánimo... yo he venido tarde pero veo que, desde hace días, Mª Dolores ya reclama tu presencia querida y esperada.
Te dejo toda mi fuerza positiva, todo el cariño fraterno e incondicional y un montón de cerezas recién recogidas... ¿hueles su aroma? Son para tí.
Un apretado abrazo.
Mi querido amigo: ya ves cómo te reclamamos, con prisas por saber de ti. Por favor, que alguien de tu familia, si tú no puedes todavía, nos diga algo de tu persona.
Queralt tiene cerezas para ti. En mi balcón han florecido ya las margaritas, esas flores tan humildes y tan bellas. Tengo un montón, y también te las ofrezco, que sé que te alegrarán...
Dinos algo...
Un abrazo, amigo.
A veces lo que ocurre en el mundo,pareciera que nos deja mudos; hablamos de revoluciones en marcha, de pueblos oprimidos, falta de libertades, necesidades...cuando estamos inmersos en un sistema devorador, "plutoniano" pero esto no es de ahora, es el único consuelo que se me ocurre. Y la esperanza es que siendo muchos que aunando conciencias sea de aprendizaje y no presa de la bestia; y carentes de equipajes, peajes y estorbos, cuando alcemos la mirada, vemos el nuevo amanecer en la naturaleza.
Saludos Rafael y agradable compañía, espero que te restablezcas pronto aun no sabiendo el motivo.
Hacía tiempo que no pasaba por aquí. Las letras de Rafael siempre me han gustado porque son consciencia y denuncia en estado puro. Pero expresadas con una belleza extraordinaria.
Espero poder seguir disfrutando de ellas.
Es insufrible este silencio, Rafael. Te lo pido con las ansias de una buena amiga, que admira esa cabeza que es única para concebir escritos tan acertados y tan hermosamente expresados.
Por favor, que alguien de tu familia diga algo sobre ti en este blog o donde sea.
Te echamos de menos!!!!!!!
Un beso, amigo
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