Durante muchos años España no fue España. Fue una cuneta inmensa donde un régimen abandonaba los muertos, sembrando angustias, tatuando el dolor de los que quedaron vivos. España fue una tapia grande de cementerio, una pared sitiada cada amanecer, chorreada de sangre rebelde, de mujeres preñadas de esperanza, de jóvenes tronchados. Cayeron poetas y campesinos, madres de pañuelos en la cabeza y muchachas de muslos blancos. Se disparó contra las ideas, contra la fidelidad, contra la altanería limpia que enarbolaba derechos. Y después nacimos los de la dictadura, con lazos negros, con lutos injertados, con una tristeza infinita. Y así vivimos. Con la libertad arrinconada en los sótanos del alma sin poder airearla en los balcones de la vida. Con la alegría fusilada contra un muro de cuarenta años.
La derecha española se niega a condenar el golpe militar del 36. No se puede –argumenta- levantar de nuevo la polvareda que obnubiló a España durante una contienda que estalló hace setenta años. No es conveniente condenar la dictadura porque es historia pasada de España y hay que mirar al futuro.
Los muertos son un derecho. Y una infamia el olvido olvidado de esos muertos. Cada cadáver perdido en el tiempo es una bala certera en la memoria. Es reinventar las tapias y las cunetas. Los muertos son un derecho como el aire, las flores o las olas. Los muertos son un derecho porque constituyen –ellos sí- parte de nuestra historia actual.
La democracia la concebimos, mientras luchábamos por su llegada, como una reconciliación con nosotros mismos. Todos podríamos en adelante habitar en la plaza grande de la palabra, del derecho, de la libertad. Para eso era necesario entroncar con nuestros muertos, reivindicar las raíces. No hemos nacido de nadie. Ellos parieron la posibilidad de vivir la anchura de una libertad conseguida con sangre aunque en sangre pretendieron ahogarla. Franco venció a unos pocos, pero no pudo con la historia. Y en la historia están ellos como hechura primordial, como arranque primigenio, como dato protomártir.
Negar esta memoria es renunciar a las raíces, desentenderse de la paternidad de nuestro presente, renunciar a la madre sangre que nos engendró a todos. Apostatar del ayer es condenarnos a una orfandad infame. No sentirnos hijos de nadie es prostituir nuestro pasado.
La memoria nos purifica históricamente de esa lacra que cayó sobre nosotros durante cuarenta años. La dictadura hizo de sus muertos un glorioso presente: calles, plazas, monumentos, estatuas y el recuerdo de todos los caídos por Dios y por España a la entrada de las Iglesias.
Es hora de que los vencidos rescatemos nuestros muertos y le demos calor de albergue. Ellos, los acostumbrados a cunetas y tapias blancas, a intemperies de escarcha y viento, merecen el cobijo de un nicho acunado de nanas tibias y manos enlazadas. Los de la voz fusilada al amanecer exigen el grito que condene al verdugo. De lo contrario el dictador no sólo habrá conseguido destruirlos a ellos sino que habrá logrado acallar a los hijos legítimos de la sangre.
Los muertos son un derecho irrenunciable si pretendemos mantener la dignidad de la existencia. Ser hijos también es un derecho ejercido desde el reconocimiento del dolor frustrado. Nuestros muertos verdean por campos fecundados de memoria. Siguen aquí, frente al dictador muerto, exhibiendo el futuro que soñaron. Han vuelto a renacer. Del Valle de los Caídos no emerge vida. Pesan demasiado el granito y el cemento. Por las tapias de antiguos cementerios se escala hasta la luz liberadora.
6 comentarios:
Es tan sencillo de entender que únicamente una alimaña sería incapaz de hacerlo.
El miedo a la voz de los muertos, Rafael. Ese es el motivo.
Emocionante. Muchas gracias
Exquisito, veraz, poético, pleno de la amargura impuesta y de las mordazas a nuestras ansias de palabras libres.
Es de justicia la honra a nuestros predecesores. Quien niega sus orígenes niega su identidad. Tú, Rafael, yo y muchísimos otros necesitamos la paz de nuestros muertos, acunarles (como bien dices) con las honras merecidas y acompañarles con nuestra muestra de amor.
Los hijos de la muerte no quieren permitirlo, y nosotros, como hijos fieles a las ideas que les arrebató la vida, exigimos la justicia merecida.
Y en ello estamos, y continuaremos, amigo.
Gracias por tu maravilloso escrito.
Mª Dolores Amorós.
Como siempre, un gusto el leerle.
Y animado, he comenzado a rescatar a mis muertos. Lo hice en forma de relato breve. Y le puse rostro.
Gracias por sus letras. Refugio de emociones necesitadas.
Coincido con Fétido en la sencillez implacable de sus argumentos.
Bravo!
El último sábado-noche vi y oí en La Noria al Vicesecretario Nacional de FE de la JONS Jorge Garrido, quién afirmaba respetar la Constitución aunque defendía su ideario.Pura contradicción.
Yo, por edad y por formación, conozco bien la trayectoria, desde octubre de 1933, de Falange de la JONS. Sus personajes históricos nunca renegaron de la violencia como arma política y de ello hay nutridos testimonios y hechos que así lo demuestran,tanto en los tres últimos años de la República hasta después (1939-1975), aprobando de facto o callando, la durísima represión de la Dictadura. Entre 1936 y 1943, sus escuadras azules engrosaron el ejército "nacional" y sus coletazos de posguerra, ya que fueron los ejecutores de los asesinatos y actos de represalia contra muchos miles de republicanos: esto es un dato no una opinión. Durante la Dictadura estos falangistas, críticos de Franco con la "boca chica" , fueron los que conformaron la estructura política y sindical que dio origen al Movimiento Nacional que renacía con una neta vocación totalitaria [ Partido Único, Sindicato Vertical obligatorio, burocracia estatal paralela a la del Estado fascistoide que manejó y dirigió la disciplina social, ideológica y corporativa de Falanges Juveniles de Franco,Frente de Juventudes, Sección Femenina, SEU, etc.] de la mano de los antiguos y nuevos militantes de Falange más los adheridos en el período.¿Le sigo facilitando más datos?
Por ello, aunque no me sorprende, me parece demasiado sarcástica ( con su risa displicente) la posición de Garrido en la "tele" presentando a F.E.como a través de su afirmada confesión de respeto a la Carta Magna y a su espíritu. Descaro evidente, cuando en un caso como el de Garzón, se apoyan los militantes joseantonianos en supuestos argumentos legalistas para intentar derribar a la persona que más ha luchado en España -y quizá en el mundo- por la libertad, los narcotraficantes, los derechos humanos y contra el terrorismo. Y no debe obviar hoy, el mentado subjefe de esa formación ultraderechista, que ha podido legalizar su partido y hablar libremente.Si F.E. gobernara no hablaría en España nadie más que él y sus camisas azules imponiendo, eso sí, la "dialéctica de los puños y las pistolas cuando se ofende a la Justicia o a la Patria"(sic).
Sin rencor pero sin olvido, reciba un atento saludo del hijo de un funcionario represaliado sin causa.
Nota bene.- Podríamos, debatir largo y tendido, en la responsabilidad, heredada por Uds., en la génesis del "glorioso" Alzamiento o de los desmadres de los malísimos rojos ; pero de eso no toca tratar hoy.
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