Mediante la palabra, el hombre saca fuera de sí toda su verdad para que pueda ser acogida por el otro en su plenitud. La palabra es ex-posición. El ser humano se entrega en la palabra, se hace donación gratuita, regalo dialogal. En esa entrega va comprometida toda la autenticidad que se alberga en los adentros.
Si lo anterior es verdad, deberíamos preguntarnos qué significa la palabra cuando la pronuncia un político. ¿Por qué cuando el político habla prometiendo, criticando, aportando, no compromete su intimidad? Puede mentir, falsear la realidad, disfrazarla sin que vuelque sobre ella el más mínimo rasgo identitario. Lo expresado por un político y por alguien ajeno al quehacer público cobra distinta dimensión. Al segundo no le permitiríamos ciertas manifestaciones en nuestra presencia. Al primero lo comprendemos porque habla desde una ideología que aspira al poder o a mantenerse en él. La palabra se desconecta del que la pronuncia y nada tiene que ver con su dimensión personal. Se la descoyunta, se la fusila y ninguna responsabilidad recae sobre quien dispara el tiro de gracia.
Más grave es aún el tema de la corrupción. Un político es corrupto sólo cuando se apropia del dinero que nos pertenece a todos o malversa un patrimonio que a todos nos atañe. Luis Roldán fue un corrupto, nadie lo niega. Aznar es un honorable ex presidente, aunque nos mintió sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Uno se llevó dinero. Otro destruye la palabra. Roldán ha estado o está en la cárcel. Aznar se pasea dando lecciones magistrales por el mundo. Nos duele el euro más que la palabra. Esta inversión de valores desquicia la vida y destroza el quehacer humano.
Según María Dolores de Cospedal "la falta de una posición coherente, fuerte y firme, en muchos temas, quizás induce a pensar a algunas organizaciones terroristas que podemos ser presa fácil". Por su parte Esperanza Aguirre dogmatiza: “La política exterior del Gobierno de España desde que la preside Zapatero hace que nos tomen por el pito del sereno. Los piratas somalíes, los cooperantes catalanes secuestrados en Mauritania. Aminatou Haidar venía de los Estados Unidos. Se le debería haber devuelto allí, y en vez de eso nos la mandan a España”
Cospedal y Aguirre, corrompiendo la palabra, andan sueltas sin orden alguna de búsqueda y captura. Para destrozar a un gobierno no les importa, como no le importa a Aznar, destrozar, humillar, criticar a España. Tan nacionalistas ellos, tan patriotas, tan defensores de la unidad inquebrantable de la patria.
¿Respetables opiniones políticas? Las actitudes miserables nunca son respetables. La democracia, la libertad de expresión son algo más que la impunidad destructiva de ciertas posiciones. Nada tiene que ver con lo que afirmábamos en el principio de este artículo. Los políticos tienen que ser honestos en cuanto al dinero. Pero sobre todo hay que exigirles honradez en cuanto a sus palabras. Atribuir a Al Qaeda la perspicacia de secuestrar a unos constructores de la humanidad culpando a un gobierno de las consecuencias de un secuestro es una actitud miserable.
Y Mariano Rajoy, como siempre: sin inmutarse. Anestesiado con el hedor de ciertas rosas podridas.
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