Fuimos niños de posguerra. Cartilla de racionamiento. Chocolate de arena con pan duro. Primeros viernes y sábados marianos. Cruzados eucarísticos y luises virginales. Monaguillos rojo y blanco. Escolanías blancas de alabanzas al dios-niño, al dios-doliente, al dios-milagro, nunca al dios-resucitado. Se gestionaba mejor el dolor que la alegría. Doctrina cristiana los domingos. Mandamientos de la Ley de Dios musicados como la tabla de multiplicar del siete. Primera comunión de marinerito o almirante entorchado si eras rico. Pomanlloanmilipapá, nemotecnia de bienaventuranzas anestesiantes, válidas para un reino de consolación, ultramundano, nunca de energía profética. Los pobres, los que lloran, los que sufren son los cumplidores de la voluntad de Dios. Eran más dichosos en este mundo los ricos, los poderosos, los que olían a heno de pravia y varón dandy. Bienhechores perpetuos regalando fincas a monjas pedigüeñas, erigiendo monumentos a Franco y al sagrado Corazón, condecorando Macarenas y Trianas morenas de verde luna.
Niños de posguerra fuimos. Niños-pecado. Con amistades particulares peligrosas de homosexualidad incipiente. Niños-pecado que miraban el jersey de quince años con imaginadas palomas interiores.
-Padre, me gusta una vecina.
-No digas eso, hijo. Las mujeres están puestas en el mundo para hacernos pecar. Sucedió con Eva y ella fue la culpable de la muerte de Cristo. Si es necesario, arráncate los ojos, porque más vale entrar ciego en el reino de los cielos que…
-Padre, a veces me acaricio el alma.
-Eso es un pecado terrible. Haces llorar lágrimas de sangre al Sagrado Corazón y matas nuevamente a Cristo. Jesús vuelve a sufrir toda la pasión por tu culpa. Además debes saber que ese pecado de la carne hace que se reblandezca tu médula espinal y podrías llegar a quedarte paralítico y afecta a tus meninges y te volverías tontito para toda tu vida.
Y uno se marchaba atormentado, con miedo a mirarle la cintura a la Giralda. ¿Era aquello cristianismo o sólo adoctrinamiento sectario, obscurantista? El dios-hombre-del-saco, el dios-látigo, nunca la visión liberadora de un mensaje creador.
Lo que de verdad preocupa al Arzobispado de Madrid es la posibilidad de que el Ejecutivo implante “de forma obligatoria en todos los centros escolares” una asignatura sobre educación afectivo-sexual. “La mal llamada educación afectivo sexual ni educa ni trata de los afectos, aunque sí tiene tal carga sexual que roza la perversión de menores”. “Del amor y los afectos ni palabra. Quizá fuese más propio empezar a utilizar la expresión educación pervertido-sexual”, insiste la publicación Alfa y Omega del Cardenal Rouco.
La Jerarquía aboga por un derecho a la educación religiosa en todos los niveles, pero nunca por una educación sexual. El sexo –se deduce- no pertenece ni al ámbito religioso ni siquiera al humano. Sólo está presente entre las ingles de los cerebros episcopales. Los Obispos –sólo ellos- tienen la capacidad para salvar y condenar al prójimo en base al principal y casi único pecado existente: el relativo al sexo. El Cardenal Javier Lozano Barragán ha llegado a afirmar que los homosexuales y transexuales no entrarán en el reino de los cielos.
¿Pueden los Obispos seguir hablando de adoctrinamiento?
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