Doña Ana Botella, tan esposa de, tan ayuntamiento ella, tan medio ambiente, tan aspirante al almirantazgo de Correos, tan sexadora de peras y manzanas, ha reclamado libertad para que el Papa pueda decir lo que crea conveniente acerca del uso del preservativo. Lo contrario, ha dicho esta gran adalid de la libertad, es obra de una izquierda sectaria empeñada en acabar con el cristianismo.
En primer lugar uno se felicita porque Doña Ana defienda la libertad. Que se enteren los catalanes, los vascos, los gallegos que cuentan con el apoyo incondicional de esta dama. No obstante tanta alegría, hay que advertirle que lo dicho por el Papa ha sido impugnado por la OMS, por científicos eminentes, por gobiernos europeos de derechas, por teólogos, por cristianos de base, por universitarios, por hombres y mujeres de bocadillo a las once y por los pobres que se sienten amenazados por el sida, por enfermedades de transmisión venérea, por huérfanos de lágrimas y recuerdos inundados, por mujeres sin un beso que llevarse a la boca.
En este país hay libertad, Doña Ana. Cristianos consecuentes con el evangelio y no cristianos tienen que aguantar los insultos de una jerarquía que proclama, por ejemplo, que ofender al Papa es ofender a España (Antonio Cañizares). Muchas mujeres, defensoras de su propia dignidad, tienen que soportar el apelativo de asesinas que les dispensa Martínez Camino. En base a fundamentalismos dogmáticos todos tenemos que sobrellevar anatemas, amenazas de fuego eterno y deslegitimación de las leyes que nos hemos dado con el sudor de nuestra frente.
En una sociedad secularizada, en un estado aconfesional como el nuestro, el Papa y los Obispos tienen derecho a decir lo que crean conveniente. Pero deben ser conscientes de que los demás reclamamos nuestro derecho a rebatir, en base a una libertad conseguida a golpe da sangre, exigencias y enunciados con los que no comulgamos. Existe tanta libertad en nuestro país que hasta su marido, visionario del futuro histórico, oráculo de Europa, campeador del cristianismo, vicario de santiago matamoros, puede decir las cosas que dice tristemente apoyado por el bufón Berlusconi, aupándolo al liderazgo del mundo.
Porque somos libres aguantamos que Vd. anatematice la homosexualidad, nos dé lecciones de economía, nos diga cómo hay que cuidar a las víctimas del terrorismo mientras se cuelga su bolso Vuitton camino de bodas y escoriales.
Estamos en primavera, Doña Ana. Se toca el amor en el Parque de María Luisa, en las Ramblas, en la Rosaleda. La gente se ama en Recoletos y el Retiro. Llevamos la brisa por la cintura. A lo mejor molesta al Papa. Pero entre el silencio de los pinos se escuchan los tacones de la luna.
En primer lugar uno se felicita porque Doña Ana defienda la libertad. Que se enteren los catalanes, los vascos, los gallegos que cuentan con el apoyo incondicional de esta dama. No obstante tanta alegría, hay que advertirle que lo dicho por el Papa ha sido impugnado por la OMS, por científicos eminentes, por gobiernos europeos de derechas, por teólogos, por cristianos de base, por universitarios, por hombres y mujeres de bocadillo a las once y por los pobres que se sienten amenazados por el sida, por enfermedades de transmisión venérea, por huérfanos de lágrimas y recuerdos inundados, por mujeres sin un beso que llevarse a la boca.
En este país hay libertad, Doña Ana. Cristianos consecuentes con el evangelio y no cristianos tienen que aguantar los insultos de una jerarquía que proclama, por ejemplo, que ofender al Papa es ofender a España (Antonio Cañizares). Muchas mujeres, defensoras de su propia dignidad, tienen que soportar el apelativo de asesinas que les dispensa Martínez Camino. En base a fundamentalismos dogmáticos todos tenemos que sobrellevar anatemas, amenazas de fuego eterno y deslegitimación de las leyes que nos hemos dado con el sudor de nuestra frente.
En una sociedad secularizada, en un estado aconfesional como el nuestro, el Papa y los Obispos tienen derecho a decir lo que crean conveniente. Pero deben ser conscientes de que los demás reclamamos nuestro derecho a rebatir, en base a una libertad conseguida a golpe da sangre, exigencias y enunciados con los que no comulgamos. Existe tanta libertad en nuestro país que hasta su marido, visionario del futuro histórico, oráculo de Europa, campeador del cristianismo, vicario de santiago matamoros, puede decir las cosas que dice tristemente apoyado por el bufón Berlusconi, aupándolo al liderazgo del mundo.
Porque somos libres aguantamos que Vd. anatematice la homosexualidad, nos dé lecciones de economía, nos diga cómo hay que cuidar a las víctimas del terrorismo mientras se cuelga su bolso Vuitton camino de bodas y escoriales.
Estamos en primavera, Doña Ana. Se toca el amor en el Parque de María Luisa, en las Ramblas, en la Rosaleda. La gente se ama en Recoletos y el Retiro. Llevamos la brisa por la cintura. A lo mejor molesta al Papa. Pero entre el silencio de los pinos se escuchan los tacones de la luna.
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