sábado, 28 de noviembre de 2009

LA IGLESIA ES ASI

El 20-N fue ayer y es hoy. ¿Será mañana todavía? Mañana del 75, con el frío hasta las ingles en la plaza cristiano-mora del Pardo. Trombos de hielo en las ramas. Franco desfilando hacia la muerte, hacia la nada, entre lágrimas-Plaza-Oriente y libertad de pueblo estrenada. Se llenó de capas pluviales, de mitras enlutadas, de gritos fusilando a Tarancón. Fue ayer.

Valle de los Caídos funerario. Granito-crespón-negro. Cara al sol remangado contra el frío. Historia de ojeras gris marengo. Julián Melero besando banderas que incuban aves carroñeras. “La besaré siempre porque me siento orgulloso de ella. La Iglesia es así” Lo dice Julián Melero, cura agradecido de San Francisco, flanqueado por Franco y José Antonio. 20-N es hoy.

¿Será mañana todavía? Le cuesta a la historia reponerse de tanto encefalograma plano, de tanta puñalada albergada durante cuarenta años, de tanta hemorragia de odio. Franco no hizo historia, sólo fabricó pasado. Algún día –es urgente- dejará de ser 20-N.

Mientras tanto persisten Rouco, y Martínez Camino y Munilla pisando amores homosexuales, regresando de País vasco a vascongadas. Nacionalcatolicismo condenando. Los políticos, muchos políticos, en estado objetivo de pecado. La Iglesia objetivando al hombre, privándole de dinamicidad. Diciendo sólo lo que siempre ha dicho, sin creatividad alguna, sin devenir. Dirigiendo el paso alegre de la paz. Una Iglesia excluyente, marginando a quienes elegidos por el pueblo marcan un rumbo homocéntrico. El teocentrismo se acabó hace treinta y cuatro años. Es pasado, sólo pasado. Ojalá nunca historia.

Políticos, votantes, democracia en el fondo, relegados al estado objetivo de pecado. Queda sólo la decencia de la Jerarquía. ¿Hablamos de Irlanda? ¿Hablamos de la diócesis de los Angeles? El Cardenal Roger Mahony pidió perdón por esos abusos sexuales. Pero resultó vergonzoso que no pidiera perdón por tener una disponibilidad económica de 500 millones de euros para indemnizar a las víctimas.

Juan Pablo II le dio la comunión a Pinochet. Con televisión urbi et orbe. A lo mejor porque no mataba inocentes, sino a sencillos allendes que tomaban mate caliente para entonarse las vidas.

No se le negó la comunión a Videla porque mataba sólo a hordas marxistas. Se abrían las panzas de los aviones y caían al mar cientos de víctimas, absueltas de sus pecados por un capellán castrense que viajaba en la cabina de mandos.

En España los fusiles andaban bajo palio, mientras las cunetas cicatrizaban ante madres y novias, para siempre novias y madres. Nadie tuvo báculos suficientes para negarle la comunión al diácono de la Santa Iglesia Francisco ni para taparle la boca a Quiepo que escupía semen contra ingles virginales.

Los Obispos españoles han vivido –por edad- todas esas etapas. Muchos lo son a propuesta del católico general. Cuarenta años postrados ante sus botas, sacando brillo a los sables homicidas.

No hablo desde ningún resentimiento. El virus de Trinidad ministra puede cerrarme los pulmones grises de nicotina. Cualquier día uno se muere sin entender la poesía del viento. Pero tiene derecho a exigir que mañana no se 20-N.

LA IGLESIA ES ASI. Lo dice el cura Melero que besa banderas de nostalgia.


sábado, 21 de noviembre de 2009

AZNAR CONTEMPLATIVO

José María Aznar no fue invitado a la convención nacional del Partido Popular celebrada en Barcelona. Mariano Rajoy, presidente, (lo de líder todavía está por ver), justificó la no invitación porque la cita era “para las personas que estamos en política activa en este momento”


Aznar optó por la postura del zorro que no alcanza las uvas que ciertamente le apetecen: las desecha porque no están maduras. Eso viene a significar la justificación que encuentra para no ser invitado: “Yo estoy fuera ahora mismo de la primera línea de acción política. Pero sigo manteniendo un interés despierto en lo que pasa en la política aunque ahora centre mi actividad en algo que siempre he considerado de la más alta importancia: las ideas. Cualquier proyecto político sin ideas, es una cáscara vacía que seguramente no tendrá nada que aportar”

Los politólogos celebraron –al fin- la independencia freudiana de Rajoy. Por fin el partido era uno, grande y libre. Lo proclamaba Cospedal: un solo partido, un solo proyecto, un solo líder. Ausente Esperanza por enfermedad familiar, ausente Aznar entrenando pectorales, ausente Camps. Lo vieron junto a Rita huyendo, ellos sabrán de qué, en un ferrari, nadie sabe hacia dónde.

Hace tiempo que la Iglesia proclamó que la vida contemplativa era superior a la vida activa. El silencio monacal, la lejanía del mundo, la distancia con los problemas de la pobreza, del hambre, de las injusticias, llevaba más fácilmente a los monjes al encuentro con un Dios nunca hecho carne, compañero y prójimo. Por el contrario, los teólogos de la liberación, los volcados sobre estómagos vacíos, los profetas revulsivos, tendrían sin duda más dificultad para vivir a fondo su cristianismo.

Aznar ha dado el paso definitivamente salvador. Del activismo entrañable con Buhs, del ajetreo bélico de Irak, de la gloriosa reconquista de Perejil, ha pasado a la sublime importancia de las ideas. Aznar piensa, profundiza, indaga. Por eso llega a conclusiones luminosas que fecundarán el futuro de la historia. Los procesos migratorios y el “abrupto” descenso de la población activa obligarán a ampliar la vida laboral de aquellas personas “que puedan seguir trabajando”. “Habrá que estimular la natalidad, incrementar la productividad y evitar los abusos en los sistemas de protección social” y habrá que limitarles los gastos sociales y sanitarios. De lo contrario terminarán con el estado de bienestar. El fenómeno migratorio está identificado con la delincuencia. Los inmigrantes deben convertirse a los valores judeocristianos e integrarse en una Europa profundamente cristiana en sus raíces y en su evolución. Europa necesita “menos regulación y más mercado, menos proteccionismo y más apertura, menos intervencionismo público y más iniciativa privada”. “El mercado abierto y libre es el mayor motor de progreso que existe”

Aznar, san Aznar, está ya instalado en el estadio más perfecto de la vida. Bajo la gloria de Bernini descansan las ideas que preceden. El Aznar contemplativo rezuma semillas de historia, de horizontes confortables, de futuro enriquecido. Aznar, san Aznar, es izado a las alturas por Buhs, Margarita de Inglaterra, Murdoch, Gianfranco Fini y Berlusconi.



Aznar, san Aznar, no te acuerdes de nosotros. El mundo vale la pena incluso sin ti.





jueves, 19 de noviembre de 2009

IGLESIA: ENTRE EL AYER Y EL MAÑANA

Una sociedad viva trasciende siempre su propia estructura jurídica, la que se ha ido dando a sí misma de forma voluntariamente mayoritaria. Pero el pueblo va siempre por delante de la ley abriendo caminos, haciendo futuro, acomodando postura al desarrollo evolutivo. Cuando hace de de su código una norma definitiva, se cosifica, se inmoviliza y reposa sobre su propia mortaja. Lo humano sin devenir es una contradicción in terminis. El hombre vive la provisionalidad de su presente enriquecido por la luminosidad de su futuro. Si concibe su precariedad ontológica y temporal como dato absoluto se instala en la muerte. El rico epulón afirma su conciencia de suficiencia existencial en la quietud terminal de su presente. Esa misma noche le asalta la muerte como oscura espalda del futuro. Pretender ahorrarnos la tarea poética del mañana nos remite al metro y medio de tumba definitiva.


Mons. Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, ha hablado en nombre de la Iglesia anatematizando el proyecto de ley sobre el aborto. Ha sido tajante, como suelen ser los obispos cuando hablan: los políticos católicos que voten, apoyen o difundan esta ley se convierten objetivamente en pecadores públicos y por tanto no pueden ser receptores de la comunión. Quitar la vida entra en contradicción con la fe católica y en consecuencia caen en la herejía y en la excomunión que lleva aparejada.

Rouco Varela y la mayoría de los Obispos apoyan estas declaraciones de Martínez Camino. Y en las tertulias televisivas y radiofónicas se llega de forma unánime a la misma conclusión: La Iglesia dice siempre los que siempre ha dicho. Esta aparente obviedad encierra una concepción estatificada de la Iglesia. Estatificación a la que aspira siempre la Jerarquía cuando apela a su núcleo fundamental. Está basada en el derecho canónico. Lo proclama el propio portavoz episcopal. Lenin y Hitler, comunismo y nazismo instalaron el aborto como arma selectiva y ocasionaron un holocausto del que la humanidad vivirá siempre avergonzada.

¿Puede la Iglesia fundamentar su existencia en una normativa estrictamente jurídica? ¿No está en ese intento envolviéndose endogámicamente sobre sí misma y negando su proyección al mundo y al tiempo que en cada etapa histórica le toca vivir? ¿Ignora deliberadamente el Concilio Vaticano II? ¿Puede sincera y honestamente basar muchas de estas tesis en el evangelio? Lo ha pretendido de forma constante, pero su esfuerzo ha sido inútil. El evangelio no tiene repuesta para cualquier situación humana porque no se puede reducir a un código de conducta. Cuando cada acontecer humano quiere iluminarse con un párrafo de Cristo se convierte a Jesús en un divulgador de refranes y su mensaje en una colección de proverbios y aforismos tópicos.

Decir siempre lo que siempre se ha dicho no es más que un reflejo de involución, de hermetismo, de falta de proyección en el tiempo. Cuando desde una egolatría excesiva se apela a la revelación divina, al derecho natural como interpretación unívoca y de exclusiva propiedad privada, cuando conscientemente se confunde tradición con inercia, la Iglesia queda convertida en estatua de sal, en incómoda postura de mirar el pasado, sólo el pasado, convirtiendo la libertad viviente del evangelio en contradicción flagrante e institucionalmente aprovechada del ayer como patrimonio esclerotizante.

La Iglesia tiene derecho a hablar siempre que tenga algo que decir a los hombres y mujeres de hoy. Los pétalos disecados pertenecen a libros de nostalgia.



domingo, 8 de noviembre de 2009

POLVO ENAMORADO

¿Conseguirán alguna vez los Obispos caminar hombro con hombro con la humanidad? ¿Optarán alguna vez por la projimidad, la cercanía, la fraternidad? ¿Abandonarán alguna vez la atalaya del poder, la manipulación de la verdad, la prepotencia del saber, el dominio del indomable para ser carne de mundo, entrañas de vida, interioridad vivificante? Porque cuando aspiramos a ser dioses nos convertimos “en pasión inútil” (Sartre). Pero cuando Dios quiere acostumbrarse a lo humano se hace hombre. Su mirada es horizontal y el hombre sólo es salvado desde el hombre. El cristianismo es nada más, pero nada menos, que la importancia del hombre.


La vida es un camino hacia el misterio. La muerte tal vez, sólo tal vez, la posibilidad definitiva de encontrarnos con la verdad última de ese misterio. A lo mejor por eso la sentimos como precipicio insondable, como escalofrío sudoroso de quien ha caminado incansablemente hacia la nada. “El hombre es un ser para la muerte” nos aseguraban los existencialistas. No eran exactos. El hombre es un ser para “su” muerte. Cada uno se muere a sí mismo. Morirse es un verbo reflexivo.

¿Y después de la muerte qué? ¿La futura resurrección de los muertos? ¿El vientre estriado de la nada nunca preñada de futuro? ¿Es el hombre un fruto en sí mismo, inseminado por Dios hacia lo definitivamente absoluto? Que cada cual se responda desde su más interior intimidad. Es cierto que aspiramos a la prolongación de la vida, concebida tal vez de forma excesivamente antropomórfica. Pero es igualmente cierto que el hombre experimenta su muerte como el resumen polvoriento de la existencia capaz de diluirse en una tumba o albergarse en veinte centímetros de urna.

Y aquí aparece Raúl Berzosa, Obispo auxiliar de Oviedo afirmando, con la rotundidad con que hablan los Obispos, que la incineración de los cadáveres va contra la doctrina de la Iglesia. “Los creyentes deben enterrar el cadáver en tierra porque creen en la resurrección de los muertos y porque el cuerpo humano es el templo de Dios” Otra vez los Obispos en la periferia del hombre, nunca en el hombre mismo. Las formas sobre el fondo, el jardín sobre las rosas, la arena sobre las olas. Con el miedo siempre de ser algo hasta el fondo, de adentrarse en el núcleo, de centrar el centro para hacer del cristianismo una experiencia humana y humanizante. Prefieren la ley, la norma, el derecho frente a la libertad infinita como riesgo, apertura y vértigo de existencia.

La resurrección del hombre como reunificación teocéntrica de la vida, nunca como inserción en la universalidad del cosmos al estilo de Chardin. Los profetas de la luz deben permanecer plegados a la quietud jerárquica o desterrados a la inoperancia vital del abismo. Los testigos vivientes sufren una inquisición elegante, pero inquisición al fin. Son relegados a la infidelidad. La creación poética no cabe en la legislación estática mitrada.



Si se nos entierra el pensamiento, déjennos por lo menos morir nuestra muerte inalienable. Queremos sólo ser “polvo, más polvo enamorado”





sábado, 7 de noviembre de 2009

Estabas tú y era Marzo.

La carne se hizo palabra
entre tus pechos azules
y entre el azul de tu enagua.

El muslo largo del monte
en la cintura del alba
ejercía de varón
con su desnudo de gala.

Cumplías la edad del aire.
Tenías dieciocho alhambras,
dieciocho giraldillos
en los perfiles del alma.

Estabas tú y era Marzo.
Aquellas magnolias blancas
me arrastraron brutalmente
hacia tu rosa mulata.

El muslo largo del monte
contra las ingles del agua
creaba estrellas morenas
de seminales galaxias.

Estabas tú y era Marzo.
El viento se enamoraba
del vientre gris de la luna
y la luna se encelaba.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

ESPERAME A LAS ONCE

Se fue a la escuela Esperanza. Necesitaba un baño de inocencia, de pureza-Velázquez-cielo azul. Se mezcló con los niños. Globos ingrávidos y babis de vichy. Dientes de leche que no muerden. Acarician el tacto. Sólo acarician.


Espérame a las once. Puntual Mariano. Puño cerrado. Dispuesto a demostrar horas de gimnasio, tabletas-Aznar, postura de líder. Porque Mariano era líder. Se lo repetía a sí mismo. Tomaba conciencia de su poderío. Se lo demostró a Correa, al Bigotes, a Camps, a Bárcenas. Zaplana, Acebes, Estarloa no habían aguantado su mirada de Júpiter tronante y andaban perdidos por la Carrera de San Jerónimo, huérfanos de gaviotas. Por Génova andaban, cruzando el paso de cebra que desemboca en la descatalogación final.

Espérame a las once. Pero a Esperanza le urgía un baño de inocencia, de pureza-Velázquez-cielo azul.

-¿Alguien ha visto a Esperanza?, preguntó Mariano.

-Está con la niña, le respondió Manuel Cobo. Con la niña que soñaste cuando aquellas elecciones, cuando Pizarro era estrella, cuando Soraya aspiraba a portada sexy del dominical, cuando María Dolores domesticaba halcones autónomos.

Mariano se tragó una a una las campanadas de las once sin esperanza, abierto el puño cerrado, sumidas las tabletas-Aznar, flexionado hacia la nada, cargado de cobos, gallardones y ratos-monte-de-piedad-sin-piedad.

Espérame a las once, y a las doce. Llegaré tarde consciente de mi tardanza. Para daros libertad. A lo mejor no llego nunca y os otorgo una libertad duradera, asesorada por Bush-Aznar-FAES. Soy un ectoplasma que asusta, una sicofonía obsesiva que aplasta. Equivocados vosotros. Porque sólo soy víctima. Queréis equipararme con el verdugo. Cobo tiene miedo por él, por sus hijos. Como si yo fuera una vulgar espía, rastreadora de incestos electorales entre alcaldes y vice-alcaldes. Sólo estoy ensayando mi gesto definitivo: Juro por mi conciencia y honor desempeñar mi cargo de presidenta de España. Les presento a los ministros González, Granados, Beteta. Y Güemes, mi halagador vitalicio. Morena de Obama visitado, pretendida por Sarkozy, encarcelando homosexuales, quemando educación para la ciudadanía, paseante al atardecer con Rouco sacrosanto.

Espérame a las once. Pasará mi chofer con la caja de puros. Disfrútalos con Rita, Celia y Teófila. Te nombraré Registrador de la Propiedad a perpetuidad. Podrás encararte con el notario que equivocó unas escrituras, con el bedel que trae el café frío, con la limpiadora que olvidó la papelera.

Espérame a las once. A lo mejor me retraso. Hay que cambiar los tresillos de la Moncloa, y las cortinas y las sábanas de seda. No quiero sentirme incómoda como Ana-concejal-medio-ambiente.

No me esperes a las once. Me siento ungida de inocencia infantil, de nenuco perfumada, presidenta-presente-futuro-para-siempre, embalsamada de pureza-Velázquez-cielo-azul.