miércoles, 4 de noviembre de 2009

ESPERAME A LAS ONCE

Se fue a la escuela Esperanza. Necesitaba un baño de inocencia, de pureza-Velázquez-cielo azul. Se mezcló con los niños. Globos ingrávidos y babis de vichy. Dientes de leche que no muerden. Acarician el tacto. Sólo acarician.


Espérame a las once. Puntual Mariano. Puño cerrado. Dispuesto a demostrar horas de gimnasio, tabletas-Aznar, postura de líder. Porque Mariano era líder. Se lo repetía a sí mismo. Tomaba conciencia de su poderío. Se lo demostró a Correa, al Bigotes, a Camps, a Bárcenas. Zaplana, Acebes, Estarloa no habían aguantado su mirada de Júpiter tronante y andaban perdidos por la Carrera de San Jerónimo, huérfanos de gaviotas. Por Génova andaban, cruzando el paso de cebra que desemboca en la descatalogación final.

Espérame a las once. Pero a Esperanza le urgía un baño de inocencia, de pureza-Velázquez-cielo azul.

-¿Alguien ha visto a Esperanza?, preguntó Mariano.

-Está con la niña, le respondió Manuel Cobo. Con la niña que soñaste cuando aquellas elecciones, cuando Pizarro era estrella, cuando Soraya aspiraba a portada sexy del dominical, cuando María Dolores domesticaba halcones autónomos.

Mariano se tragó una a una las campanadas de las once sin esperanza, abierto el puño cerrado, sumidas las tabletas-Aznar, flexionado hacia la nada, cargado de cobos, gallardones y ratos-monte-de-piedad-sin-piedad.

Espérame a las once, y a las doce. Llegaré tarde consciente de mi tardanza. Para daros libertad. A lo mejor no llego nunca y os otorgo una libertad duradera, asesorada por Bush-Aznar-FAES. Soy un ectoplasma que asusta, una sicofonía obsesiva que aplasta. Equivocados vosotros. Porque sólo soy víctima. Queréis equipararme con el verdugo. Cobo tiene miedo por él, por sus hijos. Como si yo fuera una vulgar espía, rastreadora de incestos electorales entre alcaldes y vice-alcaldes. Sólo estoy ensayando mi gesto definitivo: Juro por mi conciencia y honor desempeñar mi cargo de presidenta de España. Les presento a los ministros González, Granados, Beteta. Y Güemes, mi halagador vitalicio. Morena de Obama visitado, pretendida por Sarkozy, encarcelando homosexuales, quemando educación para la ciudadanía, paseante al atardecer con Rouco sacrosanto.

Espérame a las once. Pasará mi chofer con la caja de puros. Disfrútalos con Rita, Celia y Teófila. Te nombraré Registrador de la Propiedad a perpetuidad. Podrás encararte con el notario que equivocó unas escrituras, con el bedel que trae el café frío, con la limpiadora que olvidó la papelera.

Espérame a las once. A lo mejor me retraso. Hay que cambiar los tresillos de la Moncloa, y las cortinas y las sábanas de seda. No quiero sentirme incómoda como Ana-concejal-medio-ambiente.

No me esperes a las once. Me siento ungida de inocencia infantil, de nenuco perfumada, presidenta-presente-futuro-para-siempre, embalsamada de pureza-Velázquez-cielo-azul.



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