SUMISION
El arzobispo de Granada, Javier Martínez, ha
prologado un libro escrito por la periodista italiana Constanza Miriano CASATE
Y SE SUMISA, es el título, tan atractivo como despreciable, de esta escritora
emparentada con Pilar Primo de Rivera y cuya visión se hunde en los principios
fundamentales de aquel inmovilista movimiento de Falange y del Franco golpista.
Un libro-programa para cumplir por la mujer que se casa. Si el recato, la santa
pureza, la falda a media pierna y el escote en los ojos debe ser la conducta de
la mujer soltera, virgen y mártir, el de la mujer casada consiste en sumar a
las anteriores coordenadas, la obligatoriedad de abrir las piernas cuando el
macho tenga apetencias de reproducirse sin que ella disfrute de su sexo, y de
planchar, cocinar, zurcir calcetines y proporcionar calzoncillos limpios los
sábados. Y todo este paquete de
cualidades femeninas envuelto en la sumisión por la cual reconocerá que el
marido tiene siempre razón en sus opiniones, en sus decisiones porque a ella le
está prohibido pensar y tener iniciativa.
Este es el resumen
concentrado del pensamiento de la periodista de cuyo nombre no quiero volver a
acordarme, concentrado, sí, como un caldo en el avecrém que engaña, que cuece
pero no enriquece. Y al frente de sus páginas, el arzobispo que un día dijo que
se daba la pederastia entre sacerdotes y chavales porque los chavales sonsacan
y excitan al clero. En consecuencia, concluyo porque soy varón y en
consecuencia tengo derecho a pensar, los que debían ir a la cárcel son los
niños a los que a veces les traiciona una erección por sus pantalones de trece
años, o las niñas a quienes se les asoman los pechos por encima de la carpeta
azul de matemáticas.
Un señor (entiendan lo de
señor) decía en televisión que la iglesia católica tiene derecho a predicar su
doctrina sobre la mujer. Doctrina que por lo visto la concibe como una cosa que
está en el mueble del salón decorando y en la mesilla de noche por si la viagra
pone de pie urgencias inguinales.
No obstante la repugnancia
de la reivindicación de ese señor, él tenía razón, aunque uno no comprenda bien
la exaltación de María y el desprecio hacia ese misterio que es la mujer. Esa mujer de Nazaret
encumbrada como madre, como virgen, como esposa del Espíritu, modelo y
arquetipo no se compadece con la visión de talibanes desarrollada a lo largo de
la historia. La mujer era la depositaria de la manzana paradisíaca y permaneció
irredenta hasta nuestros días. Fue expulsada del paraíso y nunca le fue permitido
regresar a él. La mujer sigue siendo la serpiente que imanta al hombre hacia el
pecado del sexo porque en el fondo el sexo es el pecado único. La preocupación
por los pobres del mundo, el ansia de riqueza, el concubinato con explotadores
y dictadores sanguinarios, su amistad con los poderosos…todo es perdonable y ni
siquiera es concebido como pecado. Pero el sexo es otra cosa. El hombre ejerce
y disfruta del sexo como necesidad fisiológica porque es macho. La mujer es
viciosa y su sexo es sólo un llamamiento maldito que arrastra a la perdición.
La debilidad de la mujer se vuelve energía malditamente arrolladora cuando de
sexo se trata.
De ahí esa misoginia secular
de la iglesia católica. Y la forma de alejar la tentación de entrepierna
consiste en hacer de la mujer un casi objeto que plancha, cocina, limpia. Es la
mujer fairy o philips. Y sólo cuando de traer hijos al mundo se trata cobran
valor sus pechos de leche desnatada y uperisada para ese fruto bendito de su
vientre.
Escribiendo este artículo me
he acordado de mi madre, de mi compañera, de tu novia, de Pilar, de Mar, de
Isabel…De ellas, sin apellido porque el nombre se lo puso mi cariño. Y he
bajado al trastero a la periodista italiana y al arzobispo de esa ciudad
encantada que es Granada. No los busquen. He tirado la llave al Darro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario