INTERROGANTES
Tengo que dedicar un tiempo
a organizar mis dudas.
Ahora están empaquetadas
en la parte izquierda de una
estantería.
cerca de Lorca y Alberti,
Benjamín Prado y Camus,
Panero y Dámaso Alonso.
Tengo las dudas cerca de
esos cientos de libros
que han hecho de mi vida una
duda permanente.
duda de Dios, de la
historia,
de si somos tiempo o
violencia,
carne de muerte o polvo
enamorado.
No se si los besos se
arrojan como dardos
o son agua que humedece otros labios.
No sé si el tiempo empuja la
esperanza
o lo fabrican los relojes
para estamparnos la muerte
entre los ojos
y arruinar el futuro.
Han hecho de mi vida una
pregunta
sin que nadie responda.
Dudas y preguntas,
como un hormigón duro,
un cemento que bloquea las
salidas.
Soy mi propia jaula.
Y una jaula este despacho
alfombrado de páginas
brillantes,
de escritores lúcidos
que inventan definiciones
que dicen lo que somos,
lo que no somos,
lo que anhelamos ser,
lo que nunca seremos
y esta pasión inútil
que Sartre asignó
a la aventura trágica de
estar
en el mundo, en el tiempo,
cerrados, clausurados,
doblados sobre nosotros
mismos.
Seres-círculos concéntricos
iniciados, terminados,
esféricos.
Libros convertidos en
barreras,
en rejas, en fronteras que prohíben
el paso.
Sólo esta ventana al mundo
donde no existe lo que
existe,
donde son aire hueco los
besos
porque no hay labios reales.
Vientres y muslos de plasma
que desprecian mi carne
erecta,
mi piel tridimensional,
relieve
frente a la existencia plana
de la técnica.
Estoy, estás, está.
Presente de indicativo,
personas primera, segunda,
tercera.
A lo mejor nunca personas,
sólo caprichos verbales
para no entender lo que
decimos,
para perdernos sin
encontrarnos nunca,
tejiendo y destejiendo,
para siempre hundidos,
inexistentes siempre.
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