domingo, 30 de diciembre de 2012


UN TIESTO PARA EL PRIMADO




La Iglesia católica no puede ser democrática por definición. Su estructura rigidamente piramidal lo impide. En la cúspide se sitúa el Papa-jefe supremo (con categoría de rey en otros tiempos), desciende por el colegio de príncipes-cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes y rebaño pastoreado y gregario.

Poseedora su jerarquía del monopolio de la verdad absoluta basada en las enseñanzas de su fundador y en la interpretación del derecho natural, se siente depositaria de la obligación de guiar a la humanidad, situando su magisterio por encima de los legisladores elegidos en cada país, de sus parlamentos y de las decisiones políticas democráticamente emanadas de sus decisiones.

Braulio Rodríguez, Arzobispo de Toledo y Primado de España (habría mucho que hablar del origen de estos títulos) acaba de condenar el divorcio exprés aprobado por el parlamento español porque conlleva “dramas, odio y violencia machista” Y fundamenta esta afirmación  en que los gobiernos quieren influir en el matrimonio y la familia sin que les asista ningún derecho ya que “la familia es anterior incluso al Estado”  "Yo no pretendo decir que la legislación sobre la familia sea confesional, pero sí que se tenga en cuenta que se debe legislar sin olvidar la razón natural de las cosas y sin despreciar la estructura primordial de esa institución natural que es la familia, que no está a merced de lo que un parlamento decida por mayorías o minorías”

A la Jerarquía católica le resulta difícil fundamentar gran parte de su doctrina en mandatos evangélicos. Lo consigue forzando los textos, descontextualizándolos y convirtiendo el mensaje en puro refranero a base de frases sueltas que nada tienen que ver con el conjunto. Tanto los textos atribuidos a Jesús de Nazaret como a los apóstoles son hijos de su tiempo, de su mentalidad muchas veces circunstancial y misógina. Pablo de Tarso habla de la mujer con un rechazo tal que hoy sería considerado poco menos que un maltratador. Y de la asunción de esa mentalidad estrávica proviene el desprecio que la actual jerarquía siente hacia la mujer reduciéndola a un papel secundario en el quehacer histórico, arrinconándola a una misión reproductora de hembra más que de mujer. Por el contrario el papel predominante del varón conlleva el ascenso a puestos directivos en exclusiva, al ejercicio de dotes de mando y a un predominio absoluto de acceso al ejercicio de dominio. (En el momento de escribir este artículo, hay un sacerdote italiano que justifica el maltrato a la mujer porque ésta provoca al hombre con su vestimenta…)

 La segunda fuente en la que enraÍza su poder doctrinal es el derecho natural. La naturaleza parece impregnada por el dios creador de una capacidad de dictar normas de conducta a las que el ser humano debe estar inapelablemente sometido. La capacidad creadora del hombre y de la mujer está subordinada a la oscura voluntad de la naturaleza. Ningún sistema filosófico u antropológico da por válidas estas premisas. El llamado  derecho natural no es tomado en serio por nadie en cuanto dirigente de la conducta y de la iniciativa de la humanidad. Lo mantiene la Jerarquía católica por inconfesables intereses, como es remitir el deseo de felicidad al que aspiramos a otra vida de ultratumba como consuelo de la pobreza, el hambre, la angustia de los más pobres y desheredados del mundo.

Y dado que los pobres, los hambrientos, los angustiados deben esperar a la otra vida para ver satisfecha su desesperanza, la Jerarquía (conste que nunca digo los cristianos) se ocupa de condenar el escalofrío del amor, el temblor gozoso del sexo, el vértigo del encuentro que funde los cuerpos. Nada de eso tiene cabida en una visión de valle de lágrimas, de sexo exclusivamente procreador, de maldad como médula de todo quehacer humano. Por eso se desentienden de la justicia y se esconden en la beneficencia (no confundir con caridad) como anestesiante de conciencias.

La urgencia prostática de esta Jerarquía le lleva a una atemporalidad infame, a desahogarse fuera del tiesto, a esterilizar con ácido úrico los alrededores de la existencia.

Si alguien tiene un tiesto sin destino concreto, por favor que lo deposite junto a un cepillo parroquial. Algún obispo lo agradecerá.





viernes, 28 de diciembre de 2012


VALIO LA PENA?




Cuando el ayer se te clava en los ijares, surge espontánea la pregunta: Valió la pena? Porque fue lucha, porque se hizo añicos el alma, porque sigue escociendo la llaga. Astillas fue la vida para muchos. Le golpearon la nuca contra el amanecer en un  amanecer cualquiera de una madrugada cualquiera. Y se quedó para siempre junto a la tapia del cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte horizontal llena de besos de madre, de novia virgen con  muslos sin  caricias, con amigos con colilla de un “ideal” amarillo en la triste comisura de los labios.  Sin la muerte boca arriba para descansar el inmenso cansancio de su vida ¿Valió la pena?

Reventona se hizo la democracia. Cuelgamuros de espaldas republicanas, de piedras con musgo de sudores negros, dolores atravesados en la cruz de de un crucificado de derechas, con un dios patriotero, con un cristo camisa azul y yugo, virgen de piedra amiga de Pilar Primo de Rivera-sección femenina. Reventota la democracia, cantando por las aceras. Tarancón mitrado. Juan Carlos llamándose el Primero de España, jurando principios fundamentales de no se sabe qué movimiento, con príncipe por si el futuro no se hace republicano. Tarancón mitrado, exigiendo que se escuche al pueblo, que se libere al pueblo, que se le reconozcan derechos al pueblo. Tarancón mitrado antes de que lo mandaran al paredón los albaceas del tiro en la nuca. Plaza de Oriente llorosa. Avenida del Generalísimo convertida en Castellana. Avenida de José Antonio-Gran Vía para que subieran los vientos libres como los vientos. Y julio del 36 sentado por Princesa,  preguntando a la democracia estrenada: Valió la pena?

Suárez no se acuerda de sí mismo. Felipe se hizo jarrón y anda decorando salones y repartiendo Europas no terminadas, inacabadas siempre hasta que Merkel, la prima de riesgo, los mercados se harten de devorar a sus hijos y deje de chorrearle la sangre a la Europa sometida. Aznar frente al espejo, pariendo FAES, designando sucesores como un Carlos V de suburbio paleto y pobre, mirándose el ombligo inmenso sostenido por una alcaldesa, hablando inglés en la intimidad como el catalán espúreo de otros tiempos. Todos fraguando asfalto de autopistas, terminales para aviones como mariposas, ladrillo sobre ladrillo para vender al por mayor, bancos hipotecando vidas, con factorías de cadenas perpetuas a cambio de dos habitaciones, baño y cocina. Zapatero anudando el amor homosexual, construyendo derechos sociales, presidente de gobierno frente a presidente de Conferencia episcopal, haciendo del hoy un mañana tal vez brillante, deslumbrante tal vez. Pero confundiendo crisis con desaceleración, ojos nublados que no le dejaron ver el artículo 135 de la Constitución y se lo regaló a la deuda como si de una petición de mano se tratara.  Y Rajoy de espaldas a sí mismo por miedo a verse la cara prometiendo tres millones de puestos de trabajo, una sanidad intocable, sueldos en ascenso, dependientes aupados a la grandeza de vivir plenitudes, incapaz de mancillar las pensiones, los sueldos, el despido, durmiendo su prostitución con los bancos, patriota él hasta no arrodillarse ante la zarina Angela y así todo, todo, hasta hacer de esta patria la segunda vivienda de los ángeles, el mar de los amantes de Teruel, el paraíso del bienestar inmaculado sin mezcla de mal alguno. Rajoy cantando porque en España empieza a amanecer.

Ya ahora resulta que Rajoy no sabía. No sabía la herencia, no sabía que existía Europa, ni que la sanidad, ni que los sueldos, ni que las pensiones, ni que los derechos sociales. Creía que bastaba con acercarse al kiosco y llenar los bolsillos de chuches para devolverle a un pueblo la felicidad. Y no se explica por qué los funcionarios, los yayoflautas, el 15-M, los sanitarios, los minusválidos, los docentes. Ignoraba por qué hasta los adoquines se ponen de pie y gritan y piden y exigen. Y entonces –piensa Rajoy- habrá que dedicarse a recortar derechos. Y le encarga a Ignacio González y Rosa Díez que dejen bien claro que hay que podar el derecho a la huelga. Que es un derecho, es verdad, pero que así como se han amputado otros por qué no se va a recortar ese. Con lo molestas que son las huelgas. Se llega tarde al trabajo, el médico está gritando a las puertas del hospital, el maestro viste de verde, el funcionario de negro, los viejos de amarillo, los dependientes se visten de pena y de asco. Pues se recorta –es decir, se suprime- piensa Rosa, harta de acostarse con todas las ideologías. Se suprime, piensa Ignacio González con resaca de Esperanza. Pues se suprime, piensa Mariano cansado de que no le dejen ver el partido.

España está de rebajas. Sucios los escaparates. Llenas las cristaleras de manos tendidas exigiendo derechos por los que muchos se quedaron para siempre junto a la tapia del cementerio, pero sin tumba, sin derecho a colocar su muerte horizontal, llena de besos de madre, de novia virgen con  muslos sin  caricias, con amigos con la colilla de un “ideal” amarillo en la triste comisura de los labios.  Sin la muerte boca arriba para descansar el inmenso cansancio de sus vidas  ¿Valió la pena?





domingo, 23 de diciembre de 2012


LA  NIÑA  ALEGRIA



                                                                             



Hay que cuidar la alegría. Como hay que cuidar los geranios, la nostalgia, o el amor encontrado de repente en los labios calientes de la vida. Ahora  la  venden envuelta en celofán, elegante como un río diminuto, envasada al vacío, pura, sin conservantes ni colorantes. Así está en las tiendas de lujo, en los escaparates soberbios del consumo. Alegría a granel, por encargo, alta de precio, que bajará en enero, porque en enero ya no será última moda.

En diciembre se impone la alegría. Se iluminan las noches de los pueblos. Luces breves en cestitos pequeños, como si la gente llevara un amanecer entre las manos. Las grandes ciudades, no. Ellas necesitan demostrar su prepotencia. La luz chorrea desde los árboles, por las paredes. Hay aceras de luz, asfalto de luz, tejados de luz. Se diferencia el centro urbano de los suburbios de chabolas.  La luz es  patrimonio de los ricos, de las clases medias altas, nunca de los pobres. Los pobres tienen sólo derecho a la oscuridad, a enganchar la pena al generador de penas grandes, sin que se entere la guardia civil, porque a los pobres se les multa incluso por tener penas.

Hay que cuidar la alegría. Caduca pronto. “Consumir preferentemente antes del seis de enero”. Después intoxica, amarga. Se mueren los ángeles que lleva dentro. Y una alegría sin ángeles es como un puñado de jazmines sin  tuétanos de aroma. Qué triste la alegría. Tan deseada. Tan manoseada. Tan impuesta. Tan prostituida. Con la fecha de su muerte ciñéndole la cintura. Cinta negra en el pelo de la alegría.

Hay que cuidar la alegría. Como a una especie protegida. Pero sólo en diciembre. Lo ordena un real decreto de las estrellas. Firmado por Belén. Ternura de niño testigo. Pastores. Camellos. Vírgenes azules y trabajadores de garlopa. Asombro de Reyes Magos. Pudor de mujer parida. Primeriza. Con cruces pequeñitas por la sangre. Ríos papel cobrizo. Plateros humildes por los caminos de corcho. Vacas chorreando cariño caliente. Gitanitos paseando las  noches, noches  nocheras.

Pero a  nadie le importa el misterio del hombre. Sólo la alegría. Porque se acaba pronto. Seis de enero.  Caballitos de cartón y pelotas de plástico en el chabolerío del suburbio. Trenes electrónicos, universo digital por Gran Vía y  Velázquez. Porque la alegría no es igual a la alegría. No confundir el barrio de Salamanca con el cartón piedra de las afueras.

Navidad es el hombre. Naciendo de sí mismo. Creándose. Proyectando futuro. El hombre inaugurando su propia humanidad. Poeta de día séptimo. Sin descanso. Abriendo el vientre de la luz. Indagando la propia identidad para poseerse y entregarse. Dándole a cada hombre su ración de hombre. Dignidad igualada. Sin primacía posible. Creyendo en el tú adorable, en el belén del otro. Dólares al margen, guantánamos clausurados, petróleos blancos de azucenas, entrega de cuerpos abrazados. Crucecitas cicatrizadas en las venas de la virgen primeriza. Madera honrada para la gubia de tanto josé obrero.

Porque Navidad es el hombre, hay que cuidar la alegría. Que no se acabe en enero. Hay que ponerle pañales de mugidos tibios y burritos pequeños y peludos.



miércoles, 12 de diciembre de 2012


LA EMBESTIDA EPISCOPAL.




Prohibido vivir. Las dictaduras son así. Prohíben la libertad de expresión, de conducta, de reunión, de pensamiento. Prohíben vivir. Durante las dictaduras se dura porque el tiempo se hace costumbre. La muerte llega como un sobresalto que no arrastra vivencias porque nadie tiene vivencias bajo una bota brillante con hebillas de acero.

Durante la dictadura militar de cuarenta años, España sufrió un dictadura superpuesta, adherida a los riñones de tricornios y fajines, la de la Iglesia. Se clavaban las mitras imponiendo conductas morales, dictando mandamientos, encarnando normas salvaguardadas por el poder civil. La Jerarquía prostituida levantaba el brazo fascista e inspiraba los principios del movimiento, la valía pisoteada de la mujer, el sexo como norma definitoria de la vida y la unívoca verdad poseída, administrada y obligada como camino hacia una salvación que pasaba por la idolatría hacia un general sanguinario, albergando sus crímenes bajo palio para mayor gloria del sagrado corazón en vos confío.

Fue por el setenta y ocho. La Constitución se apoyaba sobre el frío de un seis de diciembre. Nacimos como Estado aconfesional. Independientemente de estadísticas de bautizados, de casados canónicamente, de primeras comuniones-de-novias-almirantes, de macarenas y trianas, de rocío y gran poder. Eramos, somos, un estado aconfesional. La Jerarquía católica anda envuelta en la añoranza. Treinta y tanto años llorando la viudedad. Jerarquía plañidera de privilegios, de dinero, de dominio dictatorial como el ejercido entonces, proclamando con Aznar que España es cristiana o no es España, que el hombre es portador de valores eternos, que el valle de lágrimas, que la justicia es de ultratumba, que la felicidad sólo está más allá, que la masturbación, que la  mujer engendra la maldad, que el sexo, que Dios ama a los pobres aunque prefiere más a los ricos…

Y de repente, el toro. Ese animal con músculos de monte, con fuerza de mar vertical, con elegancia de giralda bragada. El toro embistiendo, derrotando, empitonando caballos, despreciando verónicas. Ahí está Wert. Crecido ante el castigo. Soportando el griterío. Girando sobre sí mismo porque Rajoy lo encerró en la plaza y la plaza es redonda. Saltando al tendido. Intimidando al catalán, a las universidades, a los interinos, corneando educación para la ciudadanía para que los niños no sepan que la homosexualidad es amor, que los pobres son el resultado de los ijares del dinero, para que no sientan la atracción de unos pechos bajo la blusa blanca de uniforme, para convertir las faldas colegialas en burkas que ocultan muslos quinceañeros.

 Y este gobierno que va talando derechos ciudadanos, ha creado el derecho a estudiar religión. Y Wert-toro-apóstol dominador de verdades absolutas está ahí. Los Obispos llevan en los genes la recaudación de dinero y el monopolio de la verdad. La vida no existe fuera de la Iglesia. También la Iglesia es redonda y Wert no puede salir de ella. Sólo puede crecerse con el rejoneador Rajoy y llevarse por delante todo lo que se mueva, porque se ha convertido lo estático en valor. Los Obispos aplauden desde el graderío, mientras se lidia un estado aconfesional criado por diciembre del setenta y ocho.

Estamos como entonces. Sin chiqueros donde resguardar la libertad conseguida, embestidos por mitras con bordados militares en las ínfulas. Camino de un desolladero infame, con la piel arrancada, troceados los derechos, mitras en la femoral, ungiendo la alegría con extremaunción. Embestidos, empitonados por un ministro que lleva nuestra cabeza en bandeja, regalo para una Salomé encaprichada.




lunes, 10 de diciembre de 2012


¿Estoy junto al mar?
Tal vez no.
¿Junto al olor a madera de tus labios?
Tal vez no.
Me regalaste un río aquella tarde
con la espuma tatuada entre dos besos.
No era el mar. Era el músculo
olvidado de la palabra inútil.
Incapaz de apretar el eco,
de sacarle la sangre a las magnolias.
Reuní los pájaros del mundo
para hacerte un manojo de montañas,
clavarlo en las espaldas de la luna
y llenar la palabra con tus ojos.
No era el mar. No existe el mar.
Tal vez no existe nada.
La muerte, sólo la muerte
Como la carcajada de un trueno.


 GATOS DE COLORES





Que nadie tire la tapia.
Podría aplastar los gatos
que buscan mares perdidos
con espinas desahuciadas.
Son gatos verdes, azules,
como plateros de plumas.
Gatos rojos como truenos,
gatos inestables,
con una revolución en los ojos,
con un equilibrio de seriedad en los hocicos
limpios como lunas vírgenes.
No amé nunca a los gatos
hasta que ellos me amaron y dijeron
que la vida es suelo y rebelión,
roce y zarpazo.
Que nadie tire la tapia
que divide la nada y la existencia,
que marca la diferencia
entre recuerdo y nostalgia.

sábado, 8 de diciembre de 2012


HAMBRE ABAJO





Estamos yendo demasiado lejos. Quizás hacia ninguna parte. Porque hay un empeño en destruir el camino, en sembrarlo de fronteras para que crezcan muros divisorios que dejen patentes quién es y quién no fundado en el tener o no tener.

La historia es la triste historia de la prevalencia del tener sobre el ser. Hay que lograr que el subsistir domine sobre el existir, el poseer sobre el sustentarse a sí mismo, la evidencia sobre el misterio, el desarrollo de las cosas sobre la aventura de caminar hacia la propia grandeza.

La historia es la triste historia de no atreverse a ser humanidad y postergarla a un más allá que las religiones han tratado de convertir en ideal, en meta de consuelo para desalojar de este mundo a los pobres y entregarlo a los poderosos. Los humildes, los que lloran, los perseguidos conseguirán la felicidad en un cielo posterior a la muerte, mientras que la opulencia, la comida, el agua pertenecen a unos potentados que lavan todos los días sus conciencias con donativos brillantes a los sacerdotes de un dios ajeno y que también alcanzarán la bienaventuranza de la eternidad porque ese dios les tendrá en cuenta suplir la justicia por la limosna. Las religiones prometen porvenir, nunca futuro, mientras el dinero explota el presente a costa de las lágrimas del crucificado que va por las aceras.

¿Y el día en que esa mayoría de pobres sentados en las puertas del mundo, suplicando una limosna, un trocito de esperanza, una ración caliente de alegría, una dosis de sonrisa se ponga en pie, camine, aglutine su debilidad, reúna  la totalidad de su anorexia y haga frente a la feliz vivencia de los erguidos en su soberbia? Porque el hambre es un grito del estómago que se perpetúa en el eco de los montes de toda la tierra. Porque la falta de techos convierte en rígidos los músculos maleables de la ternura. Porque el hombre puede ser fiera cuando los demás son fieras para él.

 Son millones los parados prefabricados, los enfermos olvidados porque son dolor improductivo, porque son viejos que no crean riqueza, porque son pobres indignos de un techo, porque son niños con un mañana de limosna, porque la mujer maltratada no merece besos, porque los dependientes deben acostumbrarse a depender sin que nadie les empuje la vida.

Hay hambre. En España hay mucha hambre. Niños mal nutridos con vientres que se van arqueando, con inválidos reducidos a ser menos válidos, con la desesperanza en los ojos, con la risa talada, arrinconada la alegría. Porque una cerveza es un lujo, porque el colegio es una pesadilla, porque el beso sólo encuentra la boca de la pena.

Todo es hambre. Hambre abajo, en cuesta, en pendiente hacia ninguna parte, hacia el precipicio del suicidio, la soga en la viga de la casa que nunca será suya,  la esperanza colgada de una hipoteca explosiva, con las ruedas del blindado atropellando ilusiones.

Nos estamos desangrando sin hospitales, con casas de socorro y esparadrapo apenas. Hemoptisis de asco precediendo a la desesperanza, a la náusea de vivir, a la pasión inútil de Sartre. España es ex españa, la que tal vez fue, la que no será ya nunca porque algunos patriotas se han empeñado en despeñarla hambre abajo, estrellada en el suelo, rota.

Queda la crueldad de un gobierno reduciendo ciudadanía a déficit, cuidando la prima de riesgo por encima de la estima por los derechos básicos, mirando burlonamente por encima del hombro el grito desesperado de la calle. Y he dicho crueldad porque crueldad es. Porque es cruel decir que estamos mejor hoy que ayer, porque no podemos desear que se jodan los que no tienen para comer, porque no se puede liberar a la banca mientras se encierra a los ciudadanos, porque no se puede hablar de patria cuando se regalan las ilusiones a un gobierno alemán que necesita apretar para ganar votos.

Hambre abajo. Para desintegrar allá en el fondo la esperanza. Para volatilizar a generaciones como una polvareda sobre el smoking elegante del dinero.


domingo, 2 de diciembre de 2012


LA PIEL DE LA PALABRA





Busco el término exacto
para decirte lo que sólo la palabra dice.
Busco un término gris,
indeformable, de acero
que almacene en su vientre el término concreto.
Expulso de la boca a la Real Academia
de antónimos, sinónimos.
Quiero el término exacto,
que sólo a ti te diga
lo que quiero decirte
en el silencio espeso
del nombre no encontrado.
La palabra busco
desnuda, en carne viva
como la última noche
de amor en el portal.
Palabra con aristas,
si hacen falta,
de colores austeros
para que no confundas el canto de los pájaros.
La palabra busco
despojada de lunas,
tan sólo iluminadas
por rectas absolutas
de pura arquitectura.
Llevo tiempo excavando,
dejándome las uñas
en esta tierra seca,
persiguiendo raíces
de aire sopesado,
de gramos concretos
 sin más peso
de cantidad estricta
que precisa una palabra.
Pero tal vez renuncie,
sitiado de cansancio,
ante la piel imposible
erizada de púas
que recubren la carne
del viento y la palabra.
Reniego a la distancia,
al camino y al mar,
a la austeridad desértica
del término exacto.
Regresaré vencido
a besarte los ojos,
a rozarte los labios,
a olvidarme en tu vientre
de la palabra oscura
que busqué tantas veces.


sábado, 1 de diciembre de 2012


¿HACIA DONDE?



Lo proponían como norma de vida los ascetas clásicos. Debemos reflexionar con frecuencia de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Hemos perdido la brújula y la desorientación nos mastica la sangre. Hemos perdido el rumbo. Nos han robado la brújula. Ya no hay puntos cardinales. El mundo está crucificado en el aire, en el vacío, en el hueco sin sentido del precipicio.

Nos han segado la alegría, la esperanza, el futuro. Desnudos de existencia humana vamos. Al aire los besos, la ternura, los abrazos, los genitales del alma. Sin nada puesto. Sólo el frío de un invierno interior y para siempre. Procrear para qué si no queda sitio para un mañana de ilusión. Para qué los poetas. Para qué ahondar en el misterio que somos si sólo somos déficit, tóxico vacío, nausea sartriana, con Camus ahuyentando ratas de peste íntima. Nos queda el asco, sólo el asco, en el estómago interior donde no nos digerimos porque nos han envenenado hasta las penas.

Siento el desprecio como una cáscara impuesta. Bajan las pensiones y un portavoz del gobierno dice que los viejos están enormemente agradecidos a un presidente con sensibilidad. Nos quitan las viviendas en connivencia con los bancos y nos aseguran que las estrellas son hermosas para hacer el amor los sábados por la noche. Ponen precio a la justicia y aseguran que es para conseguir una justicia gratuita. Nos reducen la sanidad, subastan  la agonía y nos aseguran que es para alejarnos de una afición hospitalaria. Nos mandan al INEM y quieren que vayamos cantando. Nos arrodillan ante los Bancos y nos mantienen a latigazos y nos hacen creer que es la adoración sincera porque no se puede hundir el sistema sin que nos ahoguemos todos. Se redime el dinero desde un gólgota sacrílego sin resurrección al día tercero. Hay que elegir entre el pan y el ventolín que te alivie el enfisema, entre respirar o comer. Y mientras eliges, oyes a los escoltas que protegen el blindado de quien te está pisando por el placer de pisarte.

Alma sin musculatura tenemos para preguntarnos de dónde venimos ni dónde estamos. Y tal vez debiéramos renunciar a indagar hacia dónde vamos porque no vamos hacia ninguna parte. Estamos aquí porque no tenemos dónde estar. Nos han cegado el camino y a lo mejor sólo nos queda aceptar la muerte por aplastamiento torácico como esas niñas que se van con los pechos intactos y los besos al viento con sus faldas de fiesta.

Estamos al borde de no se sabe qué. El vacío abajo. Sin cielo arriba. Pisando desprecio. Sobre el filo del escarnio que se clava en los talones del alma. Nuestros jóvenes se van al extranjero, no por el abandono en que viven, sino por espíritu aventurero.  La gente se suicida porque quieren vivir en palacios y no se conforman con dos habitaciones, baño y cocina y una hipoteca que perdura hasta que el desahucio los separe. Seis millones de parados prefieren el televisor de plasma al pan de cada día. El infartado se muere porque no podía pagarse la ambulancia que le trasladara el corazón a un hospital. Los despedidos de larga duración se han acostumbrado a vivir sin trabajar y en consecuencia no deben ser contratados, dice el secretario infame de la OCDE. Pues que se jodan. Le pagan quinientos euros al viejo para que alimente a su hijo de cuarenta, su nuera sin besos, sus nietos sin alegría. Hay que inyectar dinero a los bancos porque se han venido abajo. A los que viven en el INEM se les usurpa el subsidio que se han ganado cotizando mientras trabajaban. A los viejos se les escatima una pensión decente que se han ganado con nóminas de cuarenta años. A unos y otros se les roba lo que fueron amontonando para un presente sin empleo o una vejez de petanca. Todo para que los bancos compren alfombras donde pisen los usureros de corbata de seda y zapatos italianos. Que los dependientes se arrastren. Que las mujeres maltratadas pongan la otra mejilla. Lo recomienda Ana Botella. Que esperemos al cielo de un dios fin de trayecto, recomienda Rouco..

Hay que estrangularse el alma hasta que se parta en dos. Hay que despejar el camino para que avancen los blindados. Vamos cansados los que vamos nadie sabe hacia dónde. Hacia la nausea tal vez, hacia la peste de Camus, hacia un asco infinito.



sábado, 24 de noviembre de 2012


LA PROTESIS




A España se le ha roto la cadera. La vejez se quiebra con frecuencia. Europa, los mercados, la prima de riesgo, el Ibex no sé cuántos se dejan llevar por densitometrías que revelan debilidades óseas. Sobre la pantalla iluminada se detecta lo que Europa, los mercados, la prima de riesgo, el ibex no sé cuántos quieren que se detecte. Padecemos lo que interesa que padezcamos. Nos tiran por el barranco y después diagnostican las consecuencias deseadas pero poniendo cara de inocencia. Y pedimos auxilio a los torturadores que farisaicamente nos tienden una garra que aprieta hasta el estrangulamiento con apariencias de ayuda.

España se ha roto muchas veces según las profecías plañideras de algunos. Lo tuvo claro el profeta Aznar con su corte de populares. Se nos caía el País Vasco y Zapatero se cruzaba de brazos. Y le disparaban prietas las filas. Anda el Lehendakari por no sé qué universidad y se dejó atrás al País Vasco untado de pegamento imedio. Fue después el estatut. Rajoy, Esperanza, Pons, Cospedal se arrodillaron por las esquinas a pedir una firma por amor de Dios para que Cataluña no se nos cayera del mapa nacionalista y egocéntrico. Exiliaron la butifarra, el cava, la barretina, a Rovira y Maragall. Y el boicot de un clan irresponsable, sin capacidad de diálogo, Cid campeador de batallas imposibles,  aumentó el ansia de independencia. Responder a la palabra con cañones nunca consiguió derrotar el eco que es más fuerte que las minas antipersonas de Isabel y Fernando.

Andamos envueltos en banderas. Tal vez el frío invernal. Alicia y María Dolores, Rajoy y Margallo. Albiol encestando inmigrantes en pateras de regreso. Pons ausente, excedente de promesas baratas, Rafael Hernando vendiendo permisos de residencia en el mercadillo a ciento sesenta mil euros la papeleta, Gallardón-Rouco-Varela permitiendo que la mujer sea mujer sólo si ha parido. De Guindo con besos de viagra para una Angela con migraña perpetua. Envueltos en banderas erguidas en Colón que bajó Trillo-Jack-embajador con un bombín de segunda mano.

Artur Mas gritando. Mas también tiene frío y se ha metido en su saco de dormir acolchado, de pluma de oca, cremallera de rayas hasta el cuello para aguantar a Pedro Jota escarbando en Suiza, sacando tierra en busca del tesoro, para apedrear al catalán escolar ayudado por Intereconomía y Marhuenda, empujar a Tejero-pistola-con-bigote-carcelario, a Vidal Cuadras entrenando a generales, y a un viejo militar que quiere jugar a la guerra porque todavía lleva balas en la recámara de cuando entonces…

Y mientras todos tratan de unificar y uniformar a España, España está rota con el esfuerzo de Rajoy, Montoro, De guindos, Soraya, Cospedal y Santiago-cierra portones. Millones de niños comen una sola vez al día, se regala la sanidad a novios compradores con un ajuar de lujo tejido año a año con los impuestos de todos, se destruye la educación porque la miopía de Wert la concibe como un aborto deforme, se desahucia diariamente a miles de familias, se abandona a los dependientes que necesitan la fuerza de un cariño que les empuje camino adelante, se crea pobreza para que se hagan ricos los menos, se fabrican millones de parados, se construyen más oficinas del INEM que acoja la angustia del presente, del futuro, del pasado, se privatizan los hospitales, aunque la calle se llene de batas blancas, se hace de la justicia una injusticia aunque el asfalto se vista de togas que gritan, se suprimen ayudas para que muchos se jodan y disfrute la niña Fabra paseando por aeropuertos vírgenes. Y se dice que tenemos que pagar la sanidad para que sea gratuita, y que pagar la justicia para que sea gratuita, y pagar la enseñanza para que sea gratuita. Están convencidos de que la ciudadanía padece un síndrome de estupidez tal que hay que decirle falsedades para que se entretenga y viva la disuasión del gelocatil y del recurso por el despido improcedente.

Hay que evitar que se rompa España. Es preferible romperle las caderas para prohibir el futuro. Nunca se había golpeado tanto el esqueleto del país. No es de extrañar que se nos esté astillando la osamenta. Se acude a prótesis que disimulan la putrefacción y las reformas no son más que vocablos anestesiados en quirófanos inmundos

Fátima Báñez, la Virgen del Rocío y nuestra señora de Cospedal forman el equipo médico habitual. España permanece estable. No se romperá nunca. Se morirá sin más. Y oiremos a las plañideras comiéndose el luto: “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”.



miércoles, 21 de noviembre de 2012





CUALQUIER TARDE



 Cualquier tarde
se marchará tu nombre
horizonte abajo.
Cualquier tarde,
el olvido arrastrará la palabra que fuimos,
los labios cercanos
con  besos brillantes.
Cualquier tarde,
la ausencia se llamará libertad,
libertad para siempre.
He vivido colgado de tus ojos
demasiado tiempo.
Necesito cuchillos
que me sajen la carne
hasta que salgas entera.
Cualquier tarde
me sentiré vacío,
sin que me vivas por dentro,
vacío para siempre,
para siempre libre.

domingo, 18 de noviembre de 2012


VOZ APENAS






Tu voz nunca oída.
Trozos  tu voz.
Piel de tu voz.
Vientre tu voz y labios
nunca tocados.
Tu voz, distancia de mí
en mis manos sin ti.
Tu voz sospecha, sospechada,
tu voz espalda,
tu voz abierta
entre los muslos ausentes.
Intocable piel,
líquida luz sin luz.
Apenas tú,
tal vez tú,
nunca tú,
tú siempre.

sábado, 17 de noviembre de 2012



MI  CASITA  DE  PAPEL



Para vosotros, sin vivienda, que pedís el techo de una sombra.

¿Se acuerdan?: qué felices seremos los dos…viviendo en mi casita de papel. Se acabó el ladrillo visto, el cemento oscuro y agresivo, las columnas oxidadas de hierro. Ha triunfado la papiroflexia: escribes un poema, doblas el papel en cuatro, en ocho, en no sé cuántos pliegues y te sale una barquito que dispara versos a las estrellas y palomas que arrullan los claveles y aviones que chorrean jazmines sevillanos. Y con un asesoramiento ministerial de la vivienda construirás una casita de treinta metros cuadrados. Los besos juntos, juntas las caricias y juntas las alegrías.

Derecho a una vivienda digna, dice la Constitución.

La dignidad no se mide por metros, dice la Ministra.

Tiene Vd.  razón. La dignidad no ocupa superficie.  Es vertical como los cipreses, como los tallos de la luz  No me preocupa la dignidad, Ministra. Me preocupan las penas. No hay lugar para ellas en los treinta metros cuadrados. Y no quisiera dejarlas fuera por si el viento, por si la nieve, por si la lluvia. Por si alguien me las roba creyendo que las penas del otro siempre son más leves que las propias. A lo mejor el ladrón  no las riega, no las alimenta, no contempla sus rosas azules. Y Las penas se mueren de pena, de lejanía, de abandono. Las quiero junto a mí, Ministra. Pero no me caben. Pena de hombre solo, olvidado. Con versos desordenados por las esquinas. Con soledades colgadas de perchas como si estuvieran ahorcadas. Con indiferencias sentadas en los taburetes. Con complejos impares, boca arriba en la cama. Con manos sin cintura. Con cuerpo sin cuerpo, con manos palpando vacío solo.

No me caben las penas, Ministra. ¿Y qué hace un hombre sin sus penas? A Usted  quisiera yo verla, acomodando su hermosa estructura, rodeada de órdenes ministeriales, reales decretos, guardaespaldas, tentaciones deshonestas del tres por ciento. Pero sin una pena que llevarse a los labios.

 ¿Lo aguantaría?  Estoy seguro que exigiría a la Ministra de la Vivienda, que se exigiría a sí misma, unos ventanales anchos, unas celosías abiertas de par en par y una terraza sembrada de geranios, claveles y pensamientos morados.

Dignidad aparte, le agradezco los treinta metros cuadrados.  Me voy a echar a andar por los caminos grandes, bajo lunas inmensas, abrazado a mis penas grises, negras, mis penas humanas y humanizantes. Seguro que habrá un olivo de sombra redonda para reposar el cansancio, el inmenso cansancio de ser hombre.




viernes, 16 de noviembre de 2012


CUALQUIER DÍA ES MIERCOLES




Cualquier día es miércoles, pero no siempre es catorce de noviembre.  Hay quien habla de un antes y un después, quien asegura que es una fecha histórica, quien reivindica su recuerdo para siempre. Pero el tiempo es una memoria blanda y dudaremos dentro de poco si fue el catorce, si era miércoles, si el otoño se hizo primavera, o si era víspera irremediable de un invierno.

Pero existió un miércoles, catorce de noviembre de dos mil doce. Los sindicatos, junto a ciento cincuenta organizaciones sociales, habían convocado una huelga a nivel nacional con  manifestaciones en todas las ciudades al caer la tarde porque la vida, como la tarde, se nos estaba cayendo.

Desde su convocatoria hasta su celebración, las tertulias radiofónicas y televisivas, los artículos de opinión, las editoriales, chorrearon teorías sobre su conveniencia, su posible éxito o fracaso, su oportunidad, su negativa aportación a la economía del país. Los empresario reconocían el derecho a la huelga (siempre demócratas ellos, aunque sin vincularse a la democracia ellos, oligarquía más bien la de ellos) pero asegurando que no era buen momento, economía aparte, por la mala imagen que daríamos a los mercados y a los demás países. Los empresarios, vestida el alma de smoking, perfumados y con crema anti age cuidaban la imagen de España ante el extranjero como cuidaban la suya ante la amante que les acompañaba a un congreso importante para gente importante. Los parados por millones, los desahuciados, los viejos-avecrem, los dependientes sin una mano que empuje la vida, los sin cartilla para una diálisis, los jóvenes sin futuro, los estómagos que gritan hambre, los enfermos ingresados en una sanidad-beneficencia, los que no tienen el primer trabajo, los que ya no tienen el último…Todos eso se tapa con el manto de la virgen del Rocío, amiga de Fátima Báñez o se le encarga a Wert que niegue la realidad.

Y muchos tertulianos y articulistas con la pregunta que les secó las neuronas: ¿Sirve una huelga para arreglar la situación?  ¿Si la actual política económica es la única posible, qué van a solucionar los partidarios de una huelga?

Es verdad que una huelga no santifica la economía ni la mediocridad de nuestros gobernantes, ni la inercia de una oposición-hisopo esparciendo agua maldita sobre la bancada contraria. Y a fuerza de esgrimir el argumento de su inutilidad, el gobierno y sus adláteres van creando una conciencia de fracaso anticipado que desvirtúa la fuerza de un pueblo que se pone en marcha, que se sabe depositario del poder, que puede llegar a denunciar el incumplimiento de unas promesas electorales incumplidas, que puede enfrentarse a decisiones contrarias al bien de la sociedad.  ¿Qué soluciones aportan los huelguistas? Es una pregunta lanzada contra la frente de quienes salen a la calle a exigir la devolución de unos derechos usurpados, de una sanidad, de una educación, de una vivienda digna reconocida por la Constitución, de un trabajo como derecho, nunca como regalo, de una ruptura de la reforma laboral que deja el horario, el sueldo, la movilidad, el despido en manos de quien tiene el dinero y dispone de los trabajadores a su antojo como quien  cambia de traje, de perfume o de zapatos.

Aún reconociendo por parte de muchos la postura de un mundo boca abajo, distorsionado como un calidoscopio amargo, continúa la pregunta: ¿Arregla algo una huelga? Y el vaticinio envenenado: nada se consigue, todo seguirá igual. T Tertsch describiendo el día anterior el fracaso de lo que todavía no ha sucedido. Y Francisco Marhuenda, hueco, sin esqueleto interior que le sostenga el cerebro, asegurando que es un fracaso “porque si alguien que hace una cosa fracasa, es un fracasado” Y Marhuenda siguió dando clases en la Universidad a la muchachada mejor preparada de la historia y dirigiendo un periódico que burlonamente se llama LA RAZON.

¿Pero es el papel de una huelga arreglar una situación creada por los grandes bancos, los especuladores, los mercados deshumanizados, por reformas laborales, por privatización de la sanidad, por hacer de la educación un despojo, por dejarlo todo en manos privadas para convertir en negocio los derechos? Nadie, ni los convocantes, ni los participantes, ni los que miran por encima del hombro con desprecio y hasta con sublime antipatía, deben esperar que una huelga sea una solución. El papel de la huelga es exigir soluciones a aquellos que prometieron implantarlas porque repitieron hasta la saciedad que tenían el diagnóstico correcto y las soluciones idóneas para cambiar una sociedad que venía ya herida del pasado. Sabían cómo crear empleo, cómo hacer frente a los mercados, cómo vivir bajando impuestos, como mejorar la sanidad y la educación, cómo cuidar con más esmero de los dependientes, cómo subir las pensiones miserables de muchos, cómo abrazar con cariño a las mujeres maltratadas, cómo mimar a la infancia haciendo compatible el trabajo y el cuidado de la niñez, cómo…Y lo juraron “por mi conciencia y honor…”  La huelga sirve para eso, para exigir el cumplimiento de lo prometido, para que se convierta en realidad lo que nos dijeron que iba a ser  realidad, para que el canje voto por promesa culmine en cumplimiento.

Quien exige soluciones a una huelga es un malintencionado consciente. De ahí el interés de los gobiernos en no reconocer el éxito numérico y argumental, porque les coloca ante su propio fracaso y su propia traición.

Cualquier día es miércoles. Cualquier día es una exigencia. Cualquier día es un éxito.



viernes, 9 de noviembre de 2012


 LA CAMA DE LOS OBISPOS.




No deberíamos identificar matrimonio con cama. El matrimonio es una apuesta del amor contra el tiempo. Hasta que la muerte nos separe, es sentirse dueño de la eternidad, perfilarla como un orfebre e instalarla en el salón de la vida para que adorne la entrega mutua. Pero tampoco se contradice con la ruptura de esa eternidad que puede romperse entre las manos al limpiarle el polvo del tiempo, del día a día, de la rutina de la cotidianeidad.

No identificar matrimonio con cama significa que el proyecto de unidad supera la división de actuaciones y engloba la existencia como un todo en el que hombro a hombro se va construyendo la vida en el tiempo, hasta que la muerte, no necesariamente física sino circunstancial, separe los miembros de la estatua y nos entregue un exvoto de lo que fue.

No identificar matrimonio con cama significa reconocer que el sexo es una plenitud de la convivencia, un goce supremo en el que se incardina el quehacer temporal y circunstancial de la vida. El sexo es la proclamación de lo vivido y de lo que queda por vivir. Pero en modo alguno es el elemento exclusivo ni excluyente de esa tarea asumida mano con mano que es la realización de lo humano como empresa y construcción de sí mismo. La visión del sexo como integrado en la totalidad de la unidad humana nos llevaría a admitir la naturalidad que encierra tanto el amor heterosexual como el homosexual. Cuando el sexo se separa de la totalidad humana y humanizante de la vida se convierte frecuentemente en miopía y estrabismo.

Allá por 2.005, el gobierno de Rodríguez Zapatero reconoció el derecho al amor y en consecuencia la igualdad que para todo tipo de afecto debe ser reconocido por nuestra legislación. Y dentro de la laicicidad de nuestra Constitución la nomenclatura de ese reconocimiento debería univocarse para todos sea cual sea el sexo que lo reclame.

El Partido Popular, de la mano de la Iglesia jerárquica, de sus instituciones más rancias y, digámoslo de una vez, más anticristianas, gritaron su visión matrimonial excluyente contra ese matrimonio homosexual. Todos, Obispos y laicos, se sentían atacados por extrañas razones. ¿Alguien puede demostrar que se destruye el matrimonio hombre-mujer porque se reconozca como matrimonio la unión de dos seres del mismo sexo? Los ataques son gratuitos pero se esgrimen en nombre de un dios, de una verdad absoluta dimanante de una divinidad y de un derecho natural que no se sostiene ni científica ni filosóficamente. Pero la Jerarquía católica y su obediente rebaño siempre han invocado la voluntad divina y la impronta inmutable de la naturaleza para revolverse contra todo aquello que se ha ido admitiendo por simple inercia histórica.
El fin del matrimonio –dice la Iglesia- es la procreación. El ejercicio del sexo no tiene otra finalidad que la de engendrar nuevas criaturas. Practicarlo sin  el propósito explícito de la procreación es pecado y por tanto una acción condenable. Cuando se parte de semejante jibarización sexual, se tiene que excluir la unión homosexual. Por una deformación antropológica, la Iglesia no puede ver la ternura, el estremecimiento, el disfrute del sexo. Recomendado el dolor y el sufrimiento como elementos propiciatorios de un dios sanguinario, es lógico que no reconozca el vértigo del sexo como encuentro, entrega, donación, palabra creadora.
El derecho al matrimonio de los homosexuales es visto por los Obispos, por gran parte de los cristianos e incluso por algunos políticos (piénsese en el ministro del Interior) como un ataque al matrimonio  hombre-mujer.  Reconocen,  "con dolor",  que "las leyes vigentes en España no reconocen ni protegen al matrimonio en su especificidad". "Alzamos nuestra voz convencidos de las consecuencias negativas que se derivan para el bien común" y "en pro del verdadero matrimonio y de su reconocimiento jurídico".
La Iglesia en su conjunto debería tomar conciencia de que vive en una sociedad no confesional y en consecuencia independiente de todo poder religioso y capacitada para promulgar las leyes demandadas por el pueblo sin tener necesariamente en cuenta el derecho canónico. La sociedad civil se rige por una Constitución  no por la jurisdicción de los Obispos. Cristo no es parlamentario.

Cuatro angelitos tiene mi cama…rezan los Obispos cada noche

sábado, 3 de noviembre de 2012


¿QUIEN ME PRESTA UN CAMINO?





Me he sentado a la sombra de un magnolio. Quiero apoyar el cansancio, regarlo con agua fresca y pedir con la mano extendida una mano que sienta como yo. Les confieso que estoy desorientado, en el vacío, suspendido por nada, colgado sobre la nada y sin nada de luz para llevarme a la nada que somos.

Muchos de ustedes ya tienen canas en la sangre y en el alma. Fueron tiempos con hambre, con sopas de algarrobo y castañas, de mondas de patatas, pero sin patatas. Era lujo el avecrem. Dicen que había cartillas para el aceite, el arroz, el pan. Y se ahorraba el aceite, el arroz y el pan para un estraperlo rentable, miserablemente rentable. Pisoteaba entonces un caudillo a la sombra de un palio, de mitras genuflexas, de halagos de generales para salvar las estrellas, los sables, las polainas. Prohibido pensar, hablar, escribir. Que se vayan a Méjico, Argentina, Venezuela los que quieran ser hordas judeomasónicas. Rápido o disparo. Y disparaba. Lo sabe Lorca poeta, de perfil en su Granada de Mulhacén y Veleta, de Cármenes y Alhambras. Reuniones prohibidas porque eran nidos de comunistas ocultos. Prohibido hasta ser Papa Pablo VI porque condenaba fusilamientos al amanecer y tiros de desgracia para siempre. Era España católica y el mundo Belcebú enfrente. Por la gracia de Dios caudillo, porque Dios siempre fue de derechas como Fraga, como López Bravo, como López Rodó divisando Matesas.

Pero los de canas en el alma y condenas en la sangre sabían, por lo menos sabían dónde vivían. Amordazaban la palabra, el pensamiento, las caricia a los pechos hermosos de una hermosa muchacha y duraban sin vivir, sólo duraban porque la vida la habían fusilado un diez y ocho de julio, porque ganada la cruzada y derrotado el ejército enemigo empezaba la plácida existencia de Mayor Oreja, Jaime. Sabían, por lo menos sabían. Agradecían a Franco la nevera, el Seita y una radio que cantaba el cara al sol. Porque todo era dádiva del salvador de la patria asomado a la Plaza de Oriente para aplastar el grito del mundo contra la muerte.

Fue así. Lo cuentan los viejos del pueblo. Cigarrillo colgado entre los labios, con nostalgia de muslos de aquel tiempo, cuando era muy joven la Raquel y guardaba la virginidad hasta el altar. Nunca supo de piel ese viejillo que envidia al chaval de 25 porque lleva un condón en la cartera. No vivieron. Duraron, sólo duraron y les pesa el ayer que nunca será mañana.

Vino la democracia. Brotaron los derechos de las bocas de los muertos. Surgieron hospitales, sanidad universal, pensiones, libertad de expresión, enseñanza gratuita como un derecho al futuro, se pudo amar a quien se quiso amar, ser dependiente era  encontrar una mano amiga. Era un derecho el trabajo, la vivienda, el descanso. Se hizo vivencia el tiempo y amor y libertad. Y podía vivir Lorca, Juan Ramón, Jorge Guillen. Amábamos a Neruda y a Ionesco. Existían Sartre y Camus. Era la resurrección de la vida, sin un dios impuesto nostalgia episcopal aparte. Se podía vivir sin durar. Eran coordenadas distintas, muy distintas. Nos fuimos acostumbrando a ser europeos, ciudadanos de un mundo ancho, destituidas las fronteras, con Pirineos de transparencia y cristal para divisar la vida vivida con otros ojos..

Confieso  haber vivido. Pero grito mi cansancio. Se me está desmoronando la sangre como si se hubieran podrido sus raíces. Seis millones de personas exiliados de su derecho al trabajo. Un millón setecientas mil familias sin ingresos para llevarse un mendrugo a la boca. Cuatrocientos mil niños que pasan hambre diariamente. Quinientas sesenta casas arrancadas por impago y entregadas a los bancos para que hagan negocio con la intemperie de los niños. Viejos con cuatrocientos euros de pensión en la disyuntiva de la sopa o el termalgín, chavalería que se queda sin futuro porque le han puesto puertas de dinero a la universidad, españolitos de cosecha en Francia, españolitos de camareros con suerte en Alemania, españolitos maleta y portátil para Holanda. Enfermos-mercancía de una sanidad negocio. Pensiones recortadas para que nadie viva por encima de sus posibilidades. Obreros sin derechos porque se los ha apropiado el patrón. Y recetas, y hospitales, y dependientes, y mujeres maltratadas. Les han taponado la voz. Antidisturbios primero, después veremos si el ministerio de Fernández permite el grito de protesta. Gallardón repartiendo calidad de mujeres a sólo las mujeres madre. La niña Fabra disfrutando porque se joden los parados…

Me he sentado a la sombra de un magnolio. Quiero apoyar el cansancio, regarlo con agua fresca y pedir con la mano extendida una mano que sienta como yo. Les confieso que estoy desorientado, en el vacío, suspendido por nada, colgado sobre la nada y sin nada de luz para llevarme a la nada que somos.

domingo, 28 de octubre de 2012


EL LLANTO DE ESPAÑA



Si las lágrimas son la sangre del alma, como diría Agustín el africano, las lágrimas del rey deben ser azules. Hermoso color para el llanto. Pero hemos comprobado que no lloran los reyes. Son muy machos ellos. “Y un hombre macho no debe llorar” cantaba el tango testicular, tango entrepierna de apareamiento dominante.

Juan Carlos primero de España y quinto de ninguna parte, ni siquiera de España lo ha dicho: “A España se la ve bien desde fuera. Desde dentro dan ganas de llorar” Y ahí estamos los que siempre estamos dentro, los que no somos jefes de Arabia Saudí, ni emperadores japoneses, ni indios de turbantes hermosos-corte-inglés-a-medida.

Ahí estamos los otros, los españoles habitantes de los barrios pobres de Alemania, de las casas bajitas de Alemania, a los que Merkel vigila como los extorsionadores de las mafias humanas vigilan a los pobres falsamente mutilados de los semáforos, como vigilan los traficantes de carne tierna y joven a sesenta euros el polvo, a cien copa incluida, a doscientos si droga, si colchón con luna testigo y así hasta el orgasmo total de chalé en La Moraleja-Somosaguas-La Finca. Merkel pasea por sus barrios pobres, con la sonrisa azul de teutona conversa oriental, con restos de muro-Berlín-derrumbado a empujones. Grecia, Portugal, España, Italia, suburbios de pobres prefabricados. Y va exigiendo las limosnas recogidas porque para eso les concedió un semáforo a tiempo parcial, con clinex antialérgicos, les permitió tener hijos para exhibirlos entre las piernas de madre-humillación, por si la misericordia, la solidaridad, la fraternidad. Y su ministro, de cuyo nombre no puedo acordarme porque no hablo alemán ni en la intimidad, pero es el de la silla de ruedas atropellando democracias, fusilando presidentes electos porque las urnas electorales hay que llenarlas de déficit, de intereses de deuda, de primas devastadoras de agencias, de mercados-mercadillos devoradores de educación, de sanidad, de servicios sociales.  Merkel  pasando revista a la miseria, con Draghi amenazando, látigo entre los dientes, crujiendo el aire que suena a música para los bancos de la usura.

Un millón setecientas mil familias, sólo en España. Que los bancos alemanes multipliquen por una media de tres y les sale la cifra exacta del hambre. Casi seis millones de parados, con la esperanza desguazada, con los sueños sin estrellas. Quinientos desahucios diarios con niños plastificados en cajeros, seres acartonados con mujeres apretadas por aquello del frío, con la erección prohibida porque miran las estrellas, con las piernas cerradas porque es muy virgen la luna.

Es un llanto España. Lo ha dicho el Rey-prótesis, el rey-Urdangarín, el Rey-marfil-elefante. A España le duele España. Se le ha vuelto sensible la piel de la calle, los derechos apaleados por unos antidisturbios que actúan de forma impecable porque lo manda el ministro del interior, la delegada rubia con el corazón escondido. Y Wert se quita el polvo de los zapatos porque los manifestantes son radicales, antisistema, con voluntad de imponer el comunismo trasnochado. Y Cospedal vislumbra tricornios y Montoro promulgando los presupuestos más sociales de la democracia. Y Rajoy constatando que los buenos españoles se quedan en casa saboreando la copa de sobremesa de langosta y caviar iraní. Son los que quieren destruir la democracia. Lo ha dicho Villalobos mientras cocina cocido con huesos de vaca loca. Báñez contempla como dato esperanzador los seis millones de parados, las mujeres pariendo en las puertas del INEM. Esos parados ya no son parados. Soraya-vice los ha convertido en acicate, en espuela de rejoneo que lleva al quiebro elegante ante los cuernos de  Merkel embistiendo.

Los hambrientos, mineros de cubos de basura, conquistadores a codazos de un plato caliente en Caritas, apisonados de resignación por unos Obispos que prometen cielos mientras se comen la cosecha dineraria de la tierra.

Un llanto España. Al borde de la madre tierra. Porque hay quien se mata para dejar de llorar. Porque es barata la soga, porque un tiro te lo puede dar cualquiera, porque una merienda de opiáceos te permite besar los dientes de la muerte.

Un llanto España. Sólo un llanto.

lunes, 22 de octubre de 2012


SER RADICAL



Últimamente hay un empeño manifiesto en degradar el término radical cuando a política se refiere. Las manifestaciones que rodean el Congreso, las de funcionarios, docentes, sanitarios, se convierten el “algaradas” de radicales de extrema izquierda y antisistemas. Coinciden en sus farsantes análisis el Presidente y su ministro Wert. Las gentes bienpensantes que permanecen en sus casas tomándose un café de media tarde son por el contrario los buenos españoles alabados por Rajoy porque ellos –se supone que en su totalidad- apoyan los recortes del gobierno, la intromisión de Gallardón en el cuerpo de la mujer, el desprecio de Wert por la ciudadanía, las falsedades de Montoro y De Guindos sobre economía o el deseo vehemente de que se jodan los parados de la niña Fabra.

Los desahuciados, los que exigen derechos, una sanidad preventiva y curativa, una docencia que construya futuro, una mano económica para apoyar la vida dolorida de los dependientes, los que quieren expresar sus ideas, los que reclaman ser actores permanentes de la democracia, los que no soportan sentirse relegados al voto cada cuatro años, todos esos son radicales de mala calaña, peligro para la España grande y libre, añorantes de un marxismo desnortado, apóstatas de la vida apacible y serena que disfrutó Mayor Oreja durante el franquismo.

Y sometiéndose a esa falsa visión de la radicalidad, la izquierda se autodenomina centro-izquierda, izquierda moderada, lejos de extremismos peligrosos, de planteamientos radicales. Radical, según la Real Academia es lo “perteneciente o relativo a la raíz” “lo fundamental”  ¿Cómo puede la izquierda apartarse de la elemental y escuálida definición de la Real Academia para refugiarse en un centrismo destructor de sí misma,  que copula con un centro-derecha para engendrar una misma visión económica aplastante y que recae sobre la mayoría de la ciudadanía? Porque en esa convergencia de centrismo se fundamenta la visión negativa de la política y de los políticos: son todos iguales. Y a veces no falta razón para esta visión raquítica en su enfoque. En ese ombligo contemporizan la izquierda y la derecha, en ese punto coinciden y desde ahí arrojan la miseria sobre la población más pobre que permanece expectante de un cobijo redentor. No puede mirar a la derecha porque conoce sus raíces. No puede mirar a la izquierda porque la encuentra en un terreno económico condescendiente con el poder. Y entonces se alberga en la indiferencia cuando no en el desprecio.

Necesitamos una izquierda clara en sus enunciados, decidida en su oposición y creadora de soluciones que aporten esperanza en la sociedad. No debe satisfacer su ego salpicando el rostro del gobierno con un barro prefabricado. Debe denunciar con energía las tropelías de un incumplimiento programático, de promesas pisoteadas a los pocos días de la toma del poder, de las privatizaciones de los servicios públicos que desmantelan el estado de bienestar canjeándolo por concesiones al capital para hacer negocio con la sanidad, la educación, las amnistías, la evasión de capitales. Necesitamos esa oposición decidida, ese grito no acallado. Y se le exige que esa denuncia la haga, no sólo en el Parlamento, sino en la calle, junto a los sin techo, los sin pan, los sin un trozo de esperanza que llevarse al alma. Que se ponga al frente de quienes descontentos con el desguace de salarios, de despidos, de pensiones, de desahucios se han erigido en grito vertical en las aceras un día y sí y el otro también. Unidad de la izquierda, de toda la izquierda, hombro a hombro con la desesperación de una juventud sin futuro, de una madurez laboral sin futuro, de una niñez sin futuro, sin una vejez sin futuro. Porque del futuro se trata surgiendo de un presente machacado por los mercados, por el déficit, por los bancos.

Y a esa oposición ejercida con músculo y sin concesiones, le exigimos un futuro que se enfrente a un capitalismo feroz que coloca el supremo valor del hombre por debajo del dinero, que se exija una distribución de la riqueza que cicatrice el abismo entre pobres y ricos, que funde una conciencia de que la prosperidad de un país la crea principalmente el trabajo y no el empresario como único dispensador de un derecho que me viene otorgado por la misma Constitución.

Una oposición así no será nunca de CENTRO-IZQUIERDA. Dejemos que otros necesiten llamarse de CENTRO-DERECHA. Suena a careta carnavalesca. Tenemos que dignificar el término “radical”, darle contenido, llevarlo por dentro y aflorarlo sin miedo. Y sobre todo ejercerlo.







jueves, 18 de octubre de 2012



POBREZA CONSTITUCIONAL



Llevamos años con el orgullo en la solapa. Nació una Constitución emergiendo de las botas de El Pardo. Habíamos logrado la libertad y ahora apoyábamos el futuro en una Ley que consagraba derechos para siempre –se suponía- inalienables. El país disfrutaba de la serenidad de quien ha llegado a la meta. Atamos los miedos con sogas, les amarramos piedras rocosas y los sumergimos para siempre en un mar olvidado.

Pasamos de ser súbditos a sentirnos ciudadanos. Se implantó la dignidad como bandera para hacer camino, para traspasar pirineos fronterizos, para vivir una apertura como la mayoría de las naciones, poniendo al servicio de los ciudadanos todo el bagaje económico, histórico y existencial. Depositario el pueblo de la soberanía, nada ni nadie puede usurpar los derechos sin constituirse en ladrón de la dignidad. Derecho a un trabajo digno, a una vivienda digna, a una atención sanitaria digna, a un respeto digno a nuestros mayores, a un cuidado en dignidad a nuestros pequeños. En definitiva, a un estado volcado sobre lo humano para salvarlo del egoismo y defenderlo de la tentación de la ocupación sacrílega de su grandeza.

Treinta y tantos, son ya treinta y tantos. ¿Está la Constitución en su edad madura, más bella y atractiva por tanto que cuando nació? No.  Su historia es la historia de un incumplimiento. Los políticos juran o prometen cumplir y hacerla cumplir.  Y mantenemos la expectativa de que ese juramento-promesa se haga realidad. Y pasa un gobierno y otro y otro. Y se agudiza la decepción. Y ahí radica un desamor ciudadano hacia la política y los políticos, desprecio que mirado con perspectiva hace estremecer los pilares mismos de la democracia. Esa rotura permanente de la dignidad hace crecer con frecuencia movimientos totalitarios, dictatoriales, salvapatrias de mercadillo que llegan a ser apetecidos. Grecia, cuna y ejemplo de democracia, es un exponente que tenemos delante y que vuelve a hacer presente tiempos de plomo, de tiro en la nuca, de muertos por las tapias blancas de los cementerios con vocación de cunetas cavadas para el olvido.

Se fabricó una crisis con cimientos de egoismo. Se despeñó sobre el pueblo y se desguazaron sus derechos para mucho tiempo. Los ricos empezaron a ser más ricos y los pobres más pobres. Y los primeros a costa de los segundos. Alguien sacó de la chistera el mantra: el pueblo, sólo el pueblo, ha vivido por encima de sus posibilidades. No los políticos con su quehacer ciego. No los bancos con la usura tatuada en los genes. No. El pueblo. El de la hipoteca esclavizante durante cuarenta años, el del coche con letras a sesenta meses, el de la caña dominguera, el del partido en el transistor, el de quince días en Benidorm, el de catorce horas diarias de oficina, de andamio, de arado. Esos vivieron por encima de sus posibilidades y ahora deben soportar sobre sus espaldas el peso inaguantable de la crisis.

Casi a finales de su mandato, el Presidente Zapatero se amancebó con el Partido Popular. De aquella prostitución de carretera nació una modificación constitucional de espaldas al pueblo, a su voz, a su soberanía. Y desde entonces, la  Constitución manda que el dinero de todos los españoles tenga como destino el cumplimiento de una prioridad absoluta sobre cualquier otro derecho o necesidad de la ciudadanía: el pago de la deuda ocupa el mandato primero con auténtico desprecio de derechos y necesidades por más urgentes que sean para el bienestar del pueblo.

Y de aquella fornicación infame nace lo que hoy vivimos. Millones de parados, desahucios, sanidad enferma, educación minusvalorada, dependencia abandonada, investigación perdida, hambre, miseria, desesperación, suicidios. Ese es el mandamiento primero y el segundo es similar a éste: saciarás a los mercados por encima de todas las cosas.

Los actuales gobernantes cumplen ese mandato constitucional con un desprecio abominable de todos los demás. Parieron esa herencia, la unieron a una ideología destructora de lo público y por ahí andan diariamente empujando a la miseria a comedores sociales, privatizando una sanidad, una educación, echándose en manos de empresarios sin escrúpulos, de opciones religiosas sectarias, empeñados en profundizar el abismo entre pobres y ricos.

¿Podemos seguir teniendo como norma constitucional una ley capaz de amparar y promover el desprecio por los derechos más fundamentales de la persona?


sábado, 13 de octubre de 2012


OKUPA




Se es un okupa simplemente. Te sueltan en una maternidad cualquiera, empiezas como un gato a cuatro patas y un día te das cuenta de que tienes las espaldas cargadas de soledad. Ya estás en el mundo. Arañas a quien sea por un ratoncillo vivo y disfrutas mordiendo su agonía. Te echas a dormir y piensas que al fin y al cabo es la vida, la lucha por la supervivencia. Y un día se te llenan las ingles de ternura, buscas una gatita blanca y negra, os decís un poema entre caricias y nace un gatito, otro okupa que rueda, que busca un ratoncito hasta que un día las ingles…Y así, a lo mejor en círculo, a lo mejor en línea recta, el tiempo se consuma. Y tú, gatito primigenio, okupa anterior, te mueres de perfil, como un lorca minúsculo, de Fuentevaqueros pequeño, de Granada enamorada.

Nos damos tal vez una importancia excesiva. Nos ponemos serios, muy serios, para parecer importantes. Nos llama el Banco cliente 2055648.  Te dice el director que no puede aguantar el rojerío de tu cuenta. Has dejado de ser el señor don y te aprietan el cuello porque ya eres sólo okupa. Y te expulsan con una deuda que tienes que pagar como se pagan las deudas del amor.

Entras en un hospital y dejas de ser D. José para ser simplemente el 244 con un pijama azul, una vía de suero  con expectorante dentro y oxígeno litro y medio directo a los pulmones. Y escuchas a la enfermera de turno: muy grave el 244. Y piensas: me están desalojando como a un okupa cualquiera, como si yo no fuera D. José de Emidio Tucci, perfumado, con cremas anti age y mocasín italiano.

Te venció la hipoteca hace tres meses. No te llega el INEM para pagarla. Se te hunde la empresa de zapatillas avaladas. Y una comisión judicial, con los hombres de negro, muy de negro, te embargan hasta el aliento. Eres un okupa y okupa tu mujer y okupas tus tres hijos. Encuentras un puente con okupas, pan duro y don simón. Te acuerdas de tu madre. Se la llevó la vida hace unos años para que nunca viera tu título universitario sirviéndole de almohada a un niño bajo un puente. Te escuece la vida, o lo que sea, ofreciendo pañuelos a un euro el paquetito, uno cincuenta los dos. Te pesa el hambre familiar de tu mujer-piernas-cerradas, de tus hijos-boca-abierta, de sueños sin colchones, con cartones reciclados para las noches con frío. Tres euros al día. Un avecrém con  pan. Y de pronto, un colega. Reclama la propiedad del semáforo. Sin escrituras, pero suyo desde hace tres años y medio. Y otra vez la conciencia de ser okupa, desalojado, sin la puerta de una iglesia que llevarte a la miseria.

Te llamaron del colegio los padres salesianos. Les dijo D. Juan Bosco que debían enseñar a los más pobres. Han cambiado las cosas. Ahora son concertados, es decir, que les entra dinero por la puerta principal, por donde entra el señor concejal de educación y ciencia, terreno recalificado para que los niños de uniforme tengan pasillos anchos, gimnasio y ordenadores. Y profesor de religión porque España es lo que es por sus raices cristianas que diría Cañizares. Te llama el director de comunión diaria, de rosario diario, de cilicio diario, de todo diario. Tu hijo no puede seguir en el colegio. Dijo D. Bosco lo de los pobres, pero comprenda usted el cambio, que dice el concejal, que dicen los otros padres, que dice el profesor de religión…Que el niño no es un niño, es simplemente un okupa y hay que desalojarlo como de la casa, del semáforo, del puente.

Te estás vaciando de ti mismo porque eres un okupa de ti mismo. Te estás desalojando sin hombres de negro, sin comisión judicial, sin expulsiones bancarias, sin colegios para pobres muy ricos. Te estás desocupando a ti mismo porque ya no te merece la pena, porque la vida se tome el trabajo de matarme ya que yo no me tomo la pena de vivir, como decía Machado. Te estás deshabitando de ti porque duelen los huesos de soportar una existencia sin sentido.

Te has muerto por fin. Por fin no estás. Ya no eres okupa. Ya ni siquiera eres.