PROTECCION
GUBERNAMENTAL
Un gobierno es elegido para
proteger los derechos ciudadanos y ampliarlos en cantidad y calidad. El
matrimonio heterosexual existía como derecho exclusivo de personas de distinto
sexo. El gobierno de Rodríguez Zapatero amplió ese derecho extendiéndolo a las
personas homosexuales equiparando ambos matrimonios. Como diría el presidente
Suárez a principios de la transición, se trataba de elevar a nivel legal lo que
estaba en la calle a nivel de realidad.
En contraposición a esta
aportación, un gobierno debe tener muy claro que no es su misión abolir
derechos. La ciudadanía siempre alcanza posiciones en una lucha más o menos
vigorosa y las asimila en su devenir histórico como conquista inalienable. Pero
es verdad, y nos lo enseña la historia, que el poder tiende siempre a cercenar
los derechos que le estorban para desarrollar su ideología. Por eso son más
guillotina decapitadora que poesía creadora. Nadie puede arrogarse la facultad
de convertir en agua pasajera la sangre que con frecuencia cuesta llegar a una
meta. Sabemos mucho de esto los españoles que tuvimos que dejarnos la piel para
conseguir la restauración de lo que durante cuarenta años fue pisoteado.
Es tarea incuestionable de
un gobierno proteger esos derechos y defenderlos contra cualquier circunstancia
que pretenda cercenarlos. Y a la luz de este enunciado, uno se pregunta si
nuestro gobierno actual está defendiendo lo que con tanto esfuerzo se había
conseguido. Sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, vivienda, inversión
en la creación de puestos de trabajo, en cuidado de dependientes, de mayores,
de niñez…Y podríamos seguir enumerando para llegar a la conclusión de que desde
la muerte del dictador hasta ahora ningún gobierno había dedicado todas sus
fuerza en desmontar derechos adquiridos como el gobierno de Mariano Rajoy. Y
creo que esa destrucción no puede achacarse a herencia recibida ni a
circunstancias económicas. Detrás de esa herencia o esas circunstancias se
esconde una ideología volcada sobre los privilegios (no confundir con derechos)
de unos pocos en detrimento de una mayoría.
En este gobierno, tan dado a
destruir derechos, se da la paradoja de contar con directrices que para
destruirlos emplean la fachada de la super protección. Pongamos dos ejemplos:
1º Jorge Fernández, ministro
del Interior, crea una ley protectora de la ciudadanía. Disfraza bajo la capa
sucia de la hipocresía un aplastamiento de derechos de reunión, de
manifestación, de libertad, la bondad farisaica de quien pretende cobijarnos de
la maldad de minorías radicales. Y entonces todos los manifestantes, pensadores
o amantes de su libertad quedan convertidos en terroristas, filoetarras, antisistema
extremistas de una izquierda destructiva. Y para proteger a los manifestantes
de los manifestantes se los convierte a todos en enemigos de sí mismos. Son
paradojas onanísticas en las que cada cual es enemigo de sí mismo.
2º Ruiz Gallardón se ha
convertido en el vigilante jurado de úteros, vaginas, ovarios. Prohibido el
placer porque el dios cristiano, apadrinado por Rouco, prefiere el sufrimiento
al goce. Prohibido el aborto porque dios se sitúa siempre a los pies de la cama
y antes de que él encienda el cigarrillo y ella sueñe con la intimidad más
amada, ya está el alma implantada como un trasplante urgente y la ternura del
esperma y el ovulo se han hecho persona y habita entre nosotros. Y es un crimen
terrible matar personas menos cuando se invade Irak porque esa invasión la
capitaneaba José María Primero de la Casa Blanca, o cuando un general invadió España
porque era una cruzada contra las hordas judeomasónicas y por tanto contaba con
la bendición de Su Santidad y en consecuencia no es condenable.
A la mujer hay que
protegerla de sí misma y de su derecho a no ser madre. Porque consta en el
carnet que el ministro dispensa y que es claro en su enunciado parlamentario:
la mujer sólo es plenamente mujer cuando es madre. Prohibiendo el derecho de la
mujer sobre su cuerpo, expropiando la piel de su conciencia, Gallardón cumple
con la misión divina encomendada a su ministerio. Y convirtiendo el pecado
eclesiástico en ley y las tablas de Moisés en Boletín Oficial del Estado, el
ministro protege a la mujer de la tentación de ser menos mujer. La mujer que no
es madre por circunstancia o por decisión es una mujer arrepentida de serlo y
Gallardón está para ayudarla a que no se suicide y se sienta un poco mujer,
sólo un poco, porque la naturaleza o su decisión le han llevado al perverso
camino de dejar de serlo en plenitud.
Cuando un gobierno presume
de esta super protección es porque no tiene la valentía de confesar que es un
destructor.
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